Revista Cultura y Ocio

Los días de las palabras

Por Calvodemora

Hoy no sé aún de qué es día. Cualquiera podría ser. El de ayer fue el de la palabra. De haberlo sabido antes, no tarde, anoche, hubiese hablado más de lo que lo hice. Siempre hay de qué hablar, aunque no funciona a la reversa. Hay cosas sin enjundia ni propósito que se escuchan sin que uno pueda a satisfacción censurarlas, cribar lo que no se suscribe y cancelar lo irrelevante o lo hueco. Aún así, estamos hechos de palabras. Son ellas las que nos retratan. Debiera haber un día de los hechos. He aprendido que a veces los hechos suplen a las palabras. Dicen más que ellas. Ellos son los que de verdad nos retratan y muestran a los demás. Los políticos se abastecen de palabras y luego las airean, todos sabemos con qué torcida fortuna. De las palabras espera uno compromiso, no únicamente su vuelo semántico, su apresto fonético. Leí que nos echaron al mundo con dos orejas y una sola boca. No creo que fuese solo por la factura estética: habría un propósito firme y oculto, una especie de logística didáctica.
Ayer hablé poco y no escribí nada. Sin nada que decir ni que escribir, tampoco fue un día infeliz. De vez en cuando hay que dejar que repose la producción lingüística. Es sano. Hace que ambas operaciones del intelecto se retomen con el ardor hurtado antes. Por otro lado, esa decisión debe ser movida por el azar, pero qué placer no hablar ni escribir. Solo escuchar, solo leer. Y también se podría esquilmar la injerencia de esos verbos y despachar el día sin ninguna tarea encomendada, dejar que el silencio lo impregne todo, un poco terapéuticamente. Debiera existir el día del silencio. Es medicinal. Produce una sensación impagable de limpieza. Hablar ensucia, escribir ensucia. Magnifico ese hedor lleno de vida. No es un desecho reprobable, ni recae sobre el que lo implementa una admonición pública o íntima. Somos las palabras que decimos y también paradójicamente las que callamos. Todas las palabras que se nos ocurren, hiladas unas con otras, nos explican el mundo, que es ancho y es ajeno, como dijo el poeta. No podremos prescindir de ellas. Incluso cuando estén huecas o sean estériles, esas también poseen su cuota de participación, hasta su pequeño prestigio festivo.

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