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En la sala del Misti House, coinciden muchas historias viajeras
Es la primera vez que me quedo durmiendo en un hostal. Mi viaje a Río de Janeiro fue toda una improvisación, de esas que debemos permitirnos a veces, y mi presupuesto se ajustaba a un hostal; a nada más. El detalle era elegir cuál. Cierto día, me animé a preguntar por Twitter qué me recomendaban y llegaron varios nombres que anoté muy agradecida, pero al final de tanto jaleo, terminé por hacerle caso a Gabo (www.gaboporelmundo.com) que tuvo toda la paciencia del mundo para responder mis preguntas y dudas. Él ya se había alojado en el Misti House Copacabana y seguramente volverá pronto, así que me uní a su entusiasmo y fue justo allí donde reservé.
Si la primera vez que te quedas en un hostal, te reciben con una sonrisa y un ¡estás en tu casa! entonces sabes que todo estará bien. Aquí renuncias a las comodidades, pero descubres otras. Tienes ahí justo lo que necesitas: una cama, un baño y muchos viajeros con las mismas ganas de ver mundo. Y, ciertamente, es como estar en casa pero con mucha gente de visita. Así que pasé la prueba.
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Lo que me gustó del Misti House fue su desenfado y orden, al mismo tiempo. En la recepción puede estar Sole, Luis, Claudia, Leyla, Nadja (perdón por olvidar los otros nombres) y te ayudan, te sonríen, te guían y te tienen paciencia. La música que colocan durante todo el día logró cautivarme y me aprendí los nombres de María Gadú, Vanessa da Mota, Roberta Saa y Ana Carolina; voces que quiero ya para mi iPod. Todas las noches (menos los martes) el chef, que además es francés, se luce con sus cenas (14 reales, es decir, 7 dólares) y nos reúne a todos en la sala a hablar de lo que venga; mientras Leyla hace lo propio preparando las Caipirinhas (menos lunes y martes).
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Leyla y sus capirinhas
En esa sala, donde todos coincidimos en las noches para contarnos el día, se sientan viajeros de todo el mundo. Así conocí a un grupo de brasileras que aprovechaban el feriado para ir a disfrutar Río; a Jonathan y Pablo, venezolanos como yo quienes nos reconocimos por el acento e hicimos migas de inmediato; a Marysol, una colombiana prestada a Sao Paulo y a Camila, una brasilera que estaba experimentando por primera vez eso de viajar sola e ir a conocer Río. Entonces, compartimos las historias; nos tomamos fotos y reímos. Viajar es hacer amigos.
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