Revista Opinión

Los dinosaurios y el ser humano

Publicado el 18 enero 2020 por Daniel Guerrero Bonet

Los dinosaurios y el ser humanoHubo una época en que los dinosaurios poblaban la Tierra hasta que un cataclismo los hizo desaparecer. Eran animales temibles, de todos los tamaños, que durante millones de años dominaron la tierra, los mares y el aire de este planeta y lo convirtieron un lugar sumamente peligroso para el ser humano, si por entonces hubiera coexistido con ellos. Pero ni su fiereza ni su tamaño pudieron impedir que más del 70 por ciento de las especies de esos grandes monstruos se extinguiera de manera inesperada y sorprendente. El hábitat al que estaban acostumbrados y del que dependía su existencia cambió de forma tan brusca, que no tuvieron tiempo de evolucionar para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas, hasta el extremo de que prácticamente la totalidad de las especies, salvo algunas que tenían alas, desapareció de la faz de la Tierra de manera definitiva. Sabemos de su existencia por los restos petrificados que periódicamente los paleontólogos descubren en casi todos los continentes del mundo. Y para los científicos resulta mucho más misterioso, no la presencia de aquellos grandes animales prehistóricos, sino su súbita extinción masiva, que sólo dejó el rastro de esqueletos fosilizados. Que toda una vasta fauna que dominaba el planeta desaparezca de la noche a la mañana, según tiempos geológicos, representa un interrogante que no hallaba una respuesta que convenciera plenamente a los investigadores.
Se barajaban dos teorías que podrían explicar la extinción de los dinosaurios. Una de ellas hacía referencia a la erupción de uno o varios volcanes tan gigantes que la enorme cantidad de lava que vomitaron afectó a la temperatura global de la atmósfera. La otra relaciona ese cambio climático, tan drástico como para afectar a la vida en todo el planeta, con el impacto de un meteorito de enormes proporciones, de unos 10 kilómetros de diámetro, que se estrelló en lo que hoy es la península del Yucatán, en México, a finales del Cretácico, hace unos 65 millones de años. Un estudio reciente aboga a que el meteorito, y no los volcanes, fue el causante del repentino y drástico cambio del clima que motivó la desaparición de aquellos gigantescos animales. Sea como fuese, la cuestión es que la existencia de los seres vivos que pueblan nuestro mundo, antes y ahora, está estrechamente vinculada a un clima determinado que posibilita su viabilidad y desarrollo.
Los dinosaurios y el ser humanoUn hecho fortuito, como la erupción de volcanes o el impacto de un asteroide, supuso un cambio climático tan radical que afectó a las formas de vida existentes en el planeta, haciéndolas desaparecer. El mismo peligro amenaza en la actualidad a la humanidad, pero no por causas fortuitas, sino provocadas por el ser humano. Aquel calentamiento global que llevó a la extinción a los dinosaurios, de manera imprevista, es el mismo fenómeno climático que, como consecuencia de la emisión de gases con efecto invernadero que produce la actividad humana, podría poner en serio peligro la permanencia del hombre en la Tierra, tal y como la conocemos hoy en día.
Parece demostrado, ya con total seguridad, que no fue la lava lo que modificó la temperatura global del planeta, sino que gases expulsados a la atmósfera de manera ingente fueron los responsables del cambio del clima que causó la extinción de muchas formas de vida. Pero si la desaparición de los dinosaurios fue fruto de un azar catastrófico, parece irracional que el ser humano, que se considera el único animal racional del planeta, corra idéntico destino por su irresponsabilidad, avaricia y soberbia. Ya que resulta incomprensible e injustificado que, por mero afán económico, no se avenga a tener en cuenta las advertencias de los científicos sobre el cambio climático y persista en mantener un estilo de vida que contribuye al calentamiento global de forma acelerada. De seguir así, dentro de miles o millones de años podría llegarse a descubrir, los que sobrevivan, que el ser humano se extinguió por no querer evitar su desaparición. La de los dinosaurios fue mala suerte, pero la nuestra sería un auténtico suicidio.

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