Este domingo concluyeron en el Amazonas los ejercicios militares conjuntos de Estados Unidos con Brasil, propulsor de la idea, junto a Argentina, Colombia y Perú, con excusas poco creíbles que indican la progresión de una injerencia armada en Venezuela.
Con la llamada Operación América Unida o Amazonlog 17, iniciadas el pasado día 6, el imperialismo estadounidense refuerza su presencia militar en Suramérica en un área selvática donde están localizadas grandes riquezas naturales, la mayoría inexploradas, pero codiciadas por las trasnacionales para su explotación.
Es también un lugar ideal de la llamada Triple Frontera formada por las tres naciones latinoamericanas participantes para dejar instalada, según se espera, una nueva base del Ejército norteamericano de rápida movilización, situada a unos 700 kilómetros de territorio venezolano. Aunque no hay cifras oficiales, se estima que hay 86 bases del país norteño en América Latina y El Caribe.
Analistas califican de ilógicas las motivaciones esgrimidas para hollar la selva amazónica a partir de la localidad brasileña de Tabatinga, fronteriza con Leticia, en Colombia, y con Santa Rosa en Perú, si se considera que las cuatro naciones son enemigas del proceso revolucionario venezolano.
Ese grupo es aliado del gobierno de Donald Trump, un analfabeto político que sigue órdenes de sus asesores ultraderechistas y millonarios como él, quien amenazó con una intervención militar a la patria de Simón Bolívar.
Este único elemento, que por si solo haría sonar las alarmas del injerencismo, es presentado por medios de prensa conservadores como “una práctica necesaria” para ayudar a poblaciones en crisis humanitaria, controlar la migración ilegal, mediaciones de paz, lucha contra el narcotráfico internacional y la protección del medio ambiente.
El promotor de la presencia norteamericana en el Amazonas fue el presidente de facto de Brasil, Michel Temer, utilizado para cursar una invitación a Trump y sus tropas a penetrar y conocer los secretos de una región históricamente protegida. Incluso, algunos miembros de las Fuerzas Armadas brasileñas se pronunciaron con cierta desconfianza sobre esta maniobra que dio entrada a un poderoso ejército en una zona estratégica.
La “América Unida” completa los ejercicios militares conjuntos realizados este año en la jurisdicción territorial de las islas de Barbados y Trinidad y Tobago, en el Caribe; el espacio aéreo de Colombia; y las costas de Chile y Perú, en Suramérica bajo el liderazgo del Comando Sur.
Analistas interpretan que se trata de un plan del Pentágono para una intervención directa junto a sus aliados en Venezuela, con lo que logra la restauración de la hegemonía perdida o disminuida en América Latina desde que el finado presidente Hugo Chávez ganara las elecciones de 1998 dando paso a la Revolución Bolivariana y a un pensamiento revolucionario en la región.
Para Washington es importante acentuar su poderío militar en el continente para tratar de reconquistar lo que considera su patio trasero, a la vez que, estima en su prepotencia, representa una coacción para gobiernos populares, como los de Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba, El Salvador, y numerosos del Caribe.
Trump, ultraderechista republicano y millonario ambicioso, pretende poner punto final a esta parte de la historia iniciada hace 19 años para reimponer su ideología y apoderarse con facilidad de las riquezas de esta región que posee petróleo, gas, oro, diamantes, litio, agua y abundante flora y fauna.
Por eso agilizó este año violentos ataques internos y exteriores contra la Revolución Venezolana junto a un enorme despliegue del Comando Sur en la región.
Hay más para preocuparse. En “América Unida” participa también como observadora la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo que pudiera derivar en una futura ampliación de miembros en estos ensayos bélicos.
La estrategia estadounidense es comprometer a otros países para que, siguiendo su plan de castigo al gobierno de Nicolás Maduro, propiciar en la Organización de Estados Americanos (OEA), que la posible invasión posea carácter multinacional, y para ello se hizo necesario el aparataje de los entrenamientos conjuntos.
En 2017 fueron derrotadas en tres ocasiones las propuestas del secretario general de la OEA, Luis Almagro, de implantar en Venezuela la llamada Carta Democrática, que, de haberse aprobado, permitiría la entrada de tropas extranjeras en ese país.
Luego surgió el llamado Grupo de Lima, en el que participan la mayoría de las naciones suramericanas, que también critican al gobierno de Maduro y han insinuado la posibilidad de un intervencionismo diplomático, al que seguiría el armado.
En ese contexto de armazones contrarrevolucionarias se celebró una reunión los días 23 y 24 de agosto, en Lima, bajo la tutela del comandante general del Comando Sur, Kurt Tidd, con jefes de los Estados Mayores de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay, en la que el análisis giró en “atender” lo que calificaron de “crisis en Venezuela” en los últimos cuatro años y “enfrentar amenazas militares”, sin especificar por parte de qué enemigo.
El hostigamiento de Washington a Caracas es continuo. Sanciona diplomáticos y asfixia la economía, en tanto continúa vigente la Orden Ejecutiva del exmandatario Barack Obama que califica a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de su país, un criterio que se remite a que la mayor potencia militar mundial está dispuesta a “defenderse” de la nación suramericana.
Mientras, Venezuela mantiene su rechazo a la política de hostigamiento de la Casa Blanca y lleva adelante distintos proyectos políticos, como la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, y otros de carácter económico para alcanzar un desarrollo sostenible, basado en el Plan de la Patria hasta 2030, testamento dejado por Chávez a su pueblo.
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