Este post retoma la conversación iniciada hace unos días por el maestro Julen Iturbe, con un post titulado «Los diferentes caminos hacia la productividad personal».
El motivo es ofrecer un punto de vista alternativo a la falsa dicotomía entre la individualidad de las características personales y la universalidad de los principios productivos que habitualmente, y de manera creciente, se viene intentando establecer en el campo de la efectividad y la productividad personales en los últimos tiempos.
Considero que plantear el debate en estos términos dicotómicos es falaz, en la medida que se presentan como mutuamente excluyentes principios que muy difícilmente pueden serlo, ya que pertenecen a distintos planos de la realidad.
En cualquier caso, y antes de entrar en materia, vayan por delante un par de aclaraciones.
Por una parte, que comparto y defiendo la tesis de que la validez de cualquier método de efectividad personal está supeditada a que dicho método sea precisamente eso, personal, es decir, que respete, se adapte e integre de manera adecuada las innegables peculiaridades individuales de cada persona. Es más, creo que además de adaptarse a las características de cada persona, debe adaptarse también a sus circunstancias personales y profesionales.
Por otra parte, creo que GTD® es incomparablemente mejor que el resto de alternativas que conozco, pero en absoluto pienso que sea un método perfecto o infalible, ni tampoco el único ni el mejor posible. Es más, y para que quede claro, creo que GTD® es mejorable en muchos aspectos. Si no lo creyera, no estaría desarrollando OPTIMA3® 😀
Dicho lo anterior, negar que la efectividad personal es una competencia universal es una obstinación que solo entiendo desde la ignorancia o la mala intención. Me parece inútil querer negar que todos los seres humanos compartimos una misma biología, o que tenemos recursos y limitaciones similares – por muchas diferencias de grado que pueda haber entre personas – o que somos víctimas potenciales de los mismos sesgos cognitivos, por más que el «mapa de sesgos cognitivos» concreto de cada persona pueda ser – que no lo sé – tan exclusivo como sus huellas digitales.
Criticar una metodología por ser «una» carece de sentido, sea la metodología que sea y, sobre todo, cuando además se suele criticar desde su desconocimiento.
Estamos ante una perversión intencional del lenguaje con el propósito de dar a entender que, como la metodología es «una», eso implica de algún modo que todas las personas que quieran aplicarla van a tener que desarrollar idénticos comportamientos, como si fueran clones. ¿En serio?
Siguiendo con esta perversión, es fácil llegar a la absurda conclusión de que la única forma de dar respuesta satisfactoria a las necesidades individuales es desarrollar una metodología distinta para cada persona. Algunas pseudo-metodologías «iluminadas» de productividad personal ya están dando pasos en esta línea.
El motivo por el que metodologías como GTD® perduran después de casi dos décadas y son adoptadas cada día por más personas, es simplemente porque funcionan.
En el caso concreto de GTD®, funciona porque se basa en principios productivos universales, sobre los que no solo permite sino que invita a hacer toda la adaptación a las propias necesidades que sea necesario.
El gran problema al que nos enfrentamos es que, por lo general, la gente critica desde la más absoluta ignorancia. Por mi actividad profesional, estoy harto de leer y escuchar sandeces que empiezan por «GTD® dice…». Y digo sandeces porque hablamos de puro pensamiento supositorio que – por supuesto – la metodología «no dice» en ninguna parte.
En los más de trece años que llevo usando GTD®, he leído muchas veces los libros de Allen, tanto en español como en su versión original en inglés, y me he tomado además la molestia de buscar en más de una ocasión esas supuestas afirmaciones por todas partes, por lo que sé – sin riesgo a exagerar – que más del 99% de esos «GTD® dice» son simples invenciones.
La metodología dice lo que dice, no lo que la gente se inventa que dice 🙂
En cualquier caso, lo importante es entender que la validez de los principios productivos es 100% compatible con su adaptación a las características individuales de la persona.
Por ejemplo, GTD® «dice» que la mejor práctica para elegir con confianza qué hacer en cada momento es filtrar qué opciones – de entre todo lo que tenemos que hacer – podemos hacer en las circunstancias en las que nos encontramos, tener luego en cuenta el tiempo del que disponemos, así como nuestro nivel de energía para, finalmente elegir del conjunto resultante aquella opción que consideremos más prioritaria para nosotros.
Esta «mejor práctica» aplica a todas las personas, independientemente de cualquier factor individual. Tener en cuenta los factores que te limitan, los recursos de los que dispones y, finalmente, cómo de prioritarias son para ti las cosas, te permite elegir sistemáticamente con más confianza en tu elección de la que te proporciona elegir al azar, ignorando toda esa información y empezando impulsivamente por lo último que te ha llegado o lo primero que se te pasa por la cabeza.
Obviamente, esta «mejor práctica» ofrecerá resultados distintos para cada persona. De hecho, uno de los ejercicios que hacemos en el curso inicial de GTD® tiene precisamente como objetivo que las personas experimenten como, ante una situación idéntica, las elecciones individuales de cada una de ellas son distintas.
Conozco a muchísima gente que usa GTD® y, a pesar de ello, no conozco a dos personas con un sistema GTD® idéntico. Cada sistema GTD® es único, original, adaptado a las circunstancias y a la personalidad individuales. De hecho, una característica de GTD® es que se adapta a todo tipo de persona y a cualquier tipo de circunstancia.
Si algo he podido comprobar en los años que llevo trabajando en el campo de la efectividad, es que somos muy buenos «echando balones fuera», en este caso «culpando» a las metodologías porque no se adaptan lo suficiente a nuestras características «especiales». Lo siento, pero no. Las metodologías no fallan, fallan las personas.
En mi experiencia, cuando una persona dice que GTD® no le funciona, lo que ocurre en realidad, en el 100% de los casos, es que:
- No ha comprendido qué es GTD®, sino que lo está suponiendo o se lo está inventando
- No está dispuesta a emprender el proceso de cambio y mejora personal que conlleva aplicar GTD®
No quiero alargarme más con el post, pero sí romper con la idea de que una metodología, por ser «una», tiene que ser necesariamente algo rígido, incapaz de adaptarse a la individualidad de cada persona.
Las personas somos mucho más parecidas en nuestros comportamientos básicos de lo que nos gusta creer. Aun así, yo también pienso que hay múltiples caminos hacia la efectividad personal. Es más, creo que probablemente haya un camino distinto para cada persona.
Lo que ocurre es que el problema no es «el camino», el problema es que es «un camino».
Cuando hablamos de efectividad, todos los caminos tienen baches y obstáculos; todos pasan por salir de la zona de confort y hacer las cosas de manera distinta y, por supuesto, todos requieren paciencia y perseverancia.
La diferencia entre las personas que llegan al final del camino – y mejoran su efectividad personal – y las que fracasan en el intento, no es qué camino han elegido, sino que las primeras han recorrido un camino y las segundas se han quedado donde estaban, diciendo que el camino no era transitable para ellas.