Revista Cultura y Ocio

Los domingos a la noche

Publicado el 22 febrero 2016 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

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Hace tiempo que intento encontrar el origen y la solución de uno de los grandes problemas de la humanidad: cómo dormir bien y pronto los domingos a la noche. ¿Qué es lo que hace tan difícil dormir esa noche en concreto de la semana?

Me ha pasado esta noche otra vez, como casi todos los domingos. Mil vueltas en la cama, y aún encima había que despertar pronto esta mañana. Escribo estas líneas todavía con algunas legañas a flor de piel. Y eso que hoy ha estado lloviendo todo el día y con mucho frío (this is Galicia), que espabila un poco el cuerpo, pero aún así, hoy la cama ejerció una fuerza de atracción hacia mí, como si de un imán se tratase, aunque al final mi fuerza de voluntad pudo más que la cama. Y eso que no podía echarme una siesta, ya que mis obligaciones diarias así me lo impedían.

De todo esto, habrá que buscar el origen o las razones de por qué no se duerme bien la noche de los domingos a los lunes. Te levantas bastante tarde, a las 10, 11 de la mañana, a las 12 del mediodía, o incluso a la 1 o a las 2 de la tarde. Da igual que hayas ido de fiesta o no el sábado de noche y lo tarde que hayas llegado a casa, porque te vas a levantar en algunas de esas horas si o si. Además, quieres desayunar, porque te han dicho que el desayuno es la comida más importante del día, aunque a veces es demasiado tarde ya y ya pasas del tema.

En función de la situación previa de cada uno al domingo, puedes estar en dos situaciones al levantarte de la cama un domingo a la mañana: o bien estás zombi de haber dormido poco, o bien has dormido muchas horas, más de las que deberías, y bostezas igual a pesar de estar tantas horas durmiendo. Algunas almas valientes y decididas se van a andar o a correr por ahí para mantenerse en forma, pero una parte bastante importante de gente (entre la que se incluye un servidor) estamos rascando la barriga, lo cual hace que el gasto energético personal sea mínimo.

Llega la hora de comer, y en muchas ocasiones, es una comida familiar, y claro, dar de comer a muchas personas es un auténtico reto, porque no solamente hay que dar de comer a muchos estómagos hambrientos, sino que también hay que coordinar con los gustos de todos para acertar sobre qué hacer de comida. Y, claro, normalmente suelen ser manjares que no supongan mucho trabajo para quien cocine, y casualmente suelen ser también platos bastante copiosos, véase, por ejemplo, un buen cocido gallego, un pollo entero con su correspondiente acompañamiento, churrasco, etc. Y de beber: refrescos, vino, cerveza,… es un domingo, es un día especial, y, por lo tanto, el agua es demasiado mainstream para ese día.

¿Y cuál es el remedio típicamente español para estos casos de gran ingesta de comida copiosa? Pues la siesta, por supuesto. Pero a mí no me funciona, salvo cuando estoy enfermo. No funciona, básicamente, por no poder dormirla. Da igual que haya salido de fiesta el día anterior o no. No funciona conmigo, lo cual hace que siga despierto. Aún así, las tardes del domingo normalmente son para el sofá y la tele, lo cual hace que nuestro gasto energético personal siga siendo mínimo, a pesar de toda la ingesta del mediodía (y del desayuno si fuese el caso).

Llega la hora de la cena. Has comido tanto que piensas en una cena ligerita: una ensalada, un sándwich, algo de picar, unos huevos fritos,… depende de cómo se te de ese día. Cuando acabas, vuelta a la tele y al sofá. Seguimos gastando lo mínimo de energía personal. Estás un buen rato viendo la tele, ya que parece que nunca te apetece irte para cama. Pero al final, acabas cediendo y te vas a dormir. O a intentarlo, al menos.

Qué momento tan fatídico es intentar dormir la noche del domingo. Un día de estos estoy por llamar a Iker Jiménez por si acaso sabe algo del tema, porque es un misterio inexplicable. Que si tienes calor con el edredón, que si tienes frío y te lo vuelves a poner, que si te vuelve a dar calor,… ¡Que sufrimiento!

Por otro lado, ocurre ese fenómeno que aquí en Galicia se resume en la famosa frase “A cabeza non para”. Todo en lo que no has pensado durante el día, se te vuelve contra ti cuando intentas dormir. Debe de ser el karma, supongo. Las cosas que tienes en la cabeza reclaman ser atendidas y el no hacerlo pasa factura a tu mente y a tu descanso.

Y, finalmente, después de mucho esfuerzo, te acabas durmiendo como un tronco. Eso sí, al día siguiente hay que levantarse temprano, y claro, no rindes como deberías, estás medio zombi. Supongo que ese es el origen de porque casi todos odiamos tanto los lunes. Pero, como ya veis, los lunes medio zombis dan para escribir y publicar entradas como esta.

No durmáis mucho esta noche, ni contéis ovejitas, yo tampoco lo haré.

Simón de Eiré


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