Los casos de Álvarez Cascos y Antoni Asunción demuestran con certeza absoluta que ninguno de los dos grandes partidos políticos españoles merecen liderar la democracia española y gobernar. Han probado que carecen de democracia interna y que son partidos políticos dirigidos por dirigentes ambiciosos y ajenos a la democracia y a los valores cívicos. Puede afirmarse con solvencia y en base a pruebas irrefutables que tanto la derecha como la izquierda tienen pánico a la democracia y a la igualdad. Ser gobernados por esos tipos es una auténtica desgracia para un pueblo como el español, merecedor de decencia y dignidad.
El PSOE ha sido acusado por el ex ministro Antoni Asunción, uno de los pocos miembros de un gobierno socialista que tuvo la dignidad de dimitir, de carecer de democracia interna y de realizar "purgas estalinistas". El trato dispensado por el PSOE al ex ministro que cometió el error de "dimitir" ha sido de una dureza extrema: le impidió competir por el liderazgo del socialismo valenciano y acaba de suspender su militancia, lo que ha provocado que Antoni acuse al socialismo actual de estalinismo.
El caso de Álvarez Cascos, ex ministro y antiguo secretario general del PP, es sorprendentemente parecido y paralelo. La dirección de su partido le ha impedido competir por la dirección del PP en Asturias, donde tiene numerosos partidarios y donde, según las encuestas, alcanzaría una fácil victoria frente a los socialistas, que hoy gobiernan esa autonomía. Con su actitud, el PP ha demostrado, también por encima de toda duda, que carece de democracia interna y que sus reglas de juego internas son todavía más autoritarias, verticalistas y antidemocráticas que las del mismo PSOE.
En Voto en Blanco lo venimos repitiendo desde el nacimiento del blog, en 2004: "Los partidos políticos españoles, incapaces de practicar la democracia en su ámbito interno, son fábricas de personajes autoritarios, mediocres e indignos de ejercer el gobierno sobre ciudadanos libres y responsables. Sus partidos anteponen sus propios intereses al bien común, lo que les descalifica en democracia. Esos partidos son hoy el principal obstáculo que impide la regeneración y la democracia".
Ahora, con una sociedad española más rebelde y más indignada con los políticos ante el fracaso de los dos grandes partidos en la conducción de España, un país al que los partidos han arruinado política, económica y moralmente, aumenta cada dia el convencimiento ciudadano de que entregar el control del poder a partidos políticos con alma totalitaria es absurdo y suicida.
El PP sigue eligiendo a sus líderes, de manera obscena, por medio de un antidemocrático "dedazo" del líder, pero el PSOE hace más o menos lo mismo cuando le conviene, aunque formalmente elija a sus dirigentes en procesos de primarias, que, cuando conviene a los altos jefes, son trucados, manipulados y, a veces, hasta abortados.
Los casos de Álvarez Cascos y Antoni Asunción servirán para demostrar ante la sociedad española, con mayor fuerza y obviedad, que los partidos políticos españoles son indignos y no merecen ostentar el liderazgo de la sociedad por haberse transformado en organizaciones autoritarias, verticalistas, sin democracia interna alguna, donde se carece de debate libre y donde únicamente es posible hacer carrera mediante la sumisión, el sometimiento al líder y otros principios mafiosos y degradantes como la delación, la adulación y la omertá.
Haber colocado a esos partidos en el corazón del sistema democrático ha sido un suicidio. Cuando un lider forjado en esos hornos impresentables llamados partidos políticos alcanza el poder y recibe el encargo popular de gobernar en democracia, asume su enorme responsabilidad ignorando las reglas del juego democrático y sin conocer otro camino que el de imponer su voluntad mediante el engaño, la presión, el chantaje y otros trucos y métodos, todos incompatibles con la libertad y la representatividad de una ciudadanía compuesta por hombres y mujeres libres.
Al tener que enfrentarse con la democracia, la única salida para esos líderes, natural y culturalmente contrarios al sistema, consiste en fanatizar y envilecer al pueblo, eliminando esos valores cívicos, propios de las sociedades democráticas, cuya vigencia impediría su mendaz y vulgar liderazgo, valores como la igualdad, la cooperación, la justicia, el debate libre, la limpieza, la firmeza en la voluntad política, la participación ciudadana en la toma de decisiones, la corresponsabilidad, el autogobierno y el ejercicio de la soberanía popular, con todas sus consecuencias. Líderes que se ha "cocinado" en hornos tan degradados como los de los partidos políticos están incapacitados para liderar a demócratas y sólo están preparados para dominar y dirigir rebaños esclavos, a los que previamente se ha degradado, engañado y adoctrinado, despojándolos de la dignidad, la libertad y la información que necesitan para conocer el mundo que les rodea.