Hace un par de meses os hablaba de lo arrepentido que estaba de no haber comprado una cama más grande. "Son rachas, fases", "Ya lo echarás de menos", decía... Pues pasan las semanas, y seguimos en las mismas. Van para seis años y medio, y el ya no tan pequeño Luke sigue viniéndose a nuestra cama en mitad de las noche. Casi cada noche.
En fin, no voy a repetirme, porque últimamente es un tema recurrente. Es como si estuvieran cobrándose de vuelta lo bien que dormían en sus cunas cuando eran bebés. También os conté que la Mestra-Jedi duerme en el lado más cercano a la puerta del dormitorio, con lo que las visitas nocturnas le afectan directamente más a ella.
Una de estas últimas noches, decidimos cambiar de lado de la cama para intentar que Luke la dejara descansar más. Y como era de esperar, el pequeño se presentó en mitad de la noche. Le hice hueco, pero aún somnoliento, se percató de que algo no encajaba.
–¿Dónde está Mami?
Y sin decir nada mas, arrastrando los pies medio dormido, rodeó el cuarto a oscuras para meterse entre las sábanas por el otro lado de la cama, junto a su mami.
En fin. La papitis mejor de día. A estas alturas, y con el agotamiento y el sueño acumulado, y la espalda y el cuello doloridos, con lograr que hagan sus camas a la mañana siguiente, yo ya me doy por satisfecho y mi ego herido de maestro-jedi se conforma.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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