Una de las evidencias que ha dejado la cola traída desde que el tribunal de Estrasburgo sentenciara en contra de la Doctrina Parot, ha sido que en el PP hay dos pepés. Algunos ya lo intuíamos de siempre, pero cada vez sus acciones hablan más y ellos se cortan menos. Y es que los dos discursos que han ido cambiando desde tiempos de Aznar hasta el momento actual, en materia de terrorismo se hacen más palpables (politización de las víctomas, “apoyo” quizá interesado, como si sólo hubieran perecido militantes de su organización), pero también en temas económicos que ponen pelos como escarpias, como la reciente noticia de que Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid rebaja los impuestos plantándole cara al Gobierno en general y a Luis De Guindos en particular*.
*(Parece una heroicidad, pero no tiene mucho sentido subir desorbitadamente unos impuestos para ahora bajarlos y pretender quedar como un señor. Sobre todo porque los ciudadanos, que somos un poco avispados y no tan tontos como creen, vemos que las elecciones autonómicas están a la vuelta de la esquina, y puesto que González entró de rebote en la Presidencia cuando Esperanza Aguirre dimitió, es lógico que quiera ganarse el favor de la ciudadanía. Pero no, no engaña. Ni parece que haga esfuerzos por ello, por muy chulesco que parezca en cada una de sus intervenciones).
Y si tenemos que hablar de dos pepés, sería justo hablar de dos soes, que quizá no sean de la misma clase que los pepés, pero que también tienen lo suyo. Y es que Alfonso Guerra, veterano barón del partido, ha pedido que el PSOE tenga marca propia en Cataluña, lo que significa, claro está, ir a parte del PSC, del cual ha dicho “ha dejado de pertenecer al proyecto socialista”. Unas declaraciones duras, teniendo en cuenta el clima tenso que se vive por la intención soberanista catalana, justo cuando en el Congreso se ha votado en contra de que el derecho a decidir sea exclusivamente catalán, sino de todos los españoles. Votando esta decisión ha sido cuando los caminos de PSC y PSOE se han bifurcado, ya que el partido de Cataluña votó en sentido distinto al partido central.
Fotografía de Luis Sevillano
Y así están los principales partidos del país, divididos, unos un poco más de tapadillo y otros ya parece que a las claras, con guerras internas que ya cansan un poco a la ciudadanía, que lo único que espera es que, algún día, dejen de lado sus orgullos y se pongan a trabajar por el bien de España.