1. Cuando uno se sienta a meditar, deja de hacer lo que tiene que hacer.
Por supuesto, no deja de hacer. Sentarse a meditar es hacer. Podría decirse que hace sin hacer.
Éste es un gran poder.
El resto del mundo continúa haciendo, cada vez más cosas, cada vez más rápido. No será tan grave si él deja de hacer por unos minutos.
Tal vez él también debería hacer a toda prisa, aprovechar cada minuto al máximo, tener mucho que hacer y hacerlo (bien), y planificar muchas cosas que hacer en el futuro, cosas que un hombre debe hacer.
Pero el meditador se detiene por unos minutos, deja de hacer lo que tiene que hacer, mucho y rápido (y mal).
Ahora se sienta.
Nada más.
2. Cuando uno medita, deja de pensar lo que tiene que pensar.
Por supuesto, no deja de pensar. Nadie puede dejar de pensar. Podría decirse que piensa sin pensar.
Éste es otro gran poder.
El resto del mundo continúa pensando, cada vez más cosas, cada vez más rápido. No será tan grave si él deja de pensar por unos minutos.
Tal vez él también debería pensar a toda prisa, aprovechar cada minuto al máximo, tener mucho que pensar y pensarlo (bien), y planificar muchas cosas sobre las que pensar en el futuro, cosas que un hombre debe pensar.
Pero el meditador se detiene por unos minutos, deja de pensar lo que tiene que pensar, mucho y rápido (y mal).
Ahora respira.
Nada más.