Horarios nocturnos. Este mes ha tocado. A falta de un termo casero cargado de café con leche, una máquina de las apodadas 'de vending' es bienvenida siempre. Aún hoy, después de haber sido usuario de unas cuantas en distintos lugares, sigo sin saber cómo funcionan exactamente. Puede que alguno de los programas de Discovery Channel haya desvelado ya el secreto de los duendes cafeteros que se dedican a moler el grano y a preparar la rica infusión dentro de esa especie de armario con luz.
Ese proceso de alquimia mediante el que una moneda precipitada a través de una ranura se transforma en líquido con espuma caliente contenido en un vasito de plástico sigue siendo todo un enigma para mí. Hace unos cuantos años, en el centro donde tuve mi primer trabajo había una máquina de bebidas que, aparte de café, té y chocolate, ofrecía sopas. Más de una vez alguien me sorprendió agachado, arrodillado incluso, colocando la mirada a la altura de la ventanilla de salida de los brebajes. ¿Era posible que mi café saliera por el mismo tubo del que acababa de brotar una sopa de verduras?
La máquina de hoy no ofrece caldos como aquellos, lo cual me libra de doblarme inevitablemente para vigilar de cerca el conducto del que manan los enjuagues. Eso, sin embargo, no mata del todo mi curiosidad: ¿será el enanito que vive en su interior el que deje caer la cucharilla plana dentro del vaso?