Debido a su estructura, los hidratos de carbono simples, un grupo de alimentos en los que se incluyen los dulces, los cereales refinados y el pan blanco, se absorben muy rápidamente. De hecho, se asimilan tan fácil y velozmente que enseguida aumentan los niveles de insulina, la hormona que permite que las células utilicen la glucosa como combustible, y se encarga de almacenar la energía sobrante en forma de grasas. El problema es que la insulina trabaja tan rápido que produce una disminución muy brusca de la glucosa, provocando la aparición de más hambre.
Sin embargo este círculo vicioso no se inicia tras el consumo de hidratos de carbono complejos- pan integral, arroz y pasta integral, verduras, legumbres, etc.-, debido a que se absorben más lentamente.