Acabo de practicar durante 8 días los Ejercicios de San Ignacio, como hace 40 años cuando los practiqué por vez primera en Salamanca y salgo con el mismo o mayor gozo, tanto que escribiría como el santo de Loyola a su profesor de la Sorbona, el Dr. Miona: "Siendo los Ejercicios Espirituales (EE) todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo como para fructificar, ayudar y aprovecharse a otros muchos".
Igualmente, he podido dirigirlos a un grupo de universitarios por 4 días, y salgo con la misma convicción. Están bien las charlas, los cursillos, los encuentros...pero como los Ejercicios nada de nada.
La energía espiritual almacenada en los EE de san Ignacio es tan grande que pueden dinamizar cualquier realidad humana. León XIII manifestó que la gravísima cuestión social se solucionaría con sólo vivir el "Principio y Fundamento" de los EE. Juan Pablo II en la encíclica Sollicitudo rei socialis apunta la misma terapéutica: "Lo único importante es suscitar inquietudes espirituales". El Papa Francisco como todo jesuita es un fruto y un apóstol de los Ejercicios
Ante las voces alarmantes de profesores e instituciones que declinan su vocación por la indisciplina de los escolares, la falta de motivación...; cuando las empresas no encuentran personas en quienes confiar, cuando los bancos dudan de la transparencia de sus empleados, cuando los partidos buscan líderes coherentes, intachables...los EE se presentan más actuales que nunca, ya que son "fragua de hombres nuevos".
La Compañía de Jesús lo comprendió así desde los primeros momentos, y tanto sus "Constituciones" (reglamento, estatuto) como la "Ratio Studiorum"(su ideario pedagógico podríamos decir) son la concreción espiritual, jurídica y pedagógica de los EE.
Ignacio de Loyola, consciente de la importancia de la tarea educativa, escribió a Felipe II, para interesarle en la creación de un colegio: "Todo el bien de la Cristiandad y de todo el mundo depende de la Educación de la juventud". Es lógico pensar que sus propios familiares vivieron el calor de ellos.
Su práctica fue introducida por los Jesuitas en Perú como elemento fundamental de "reforma de costumbres", en particular con "hombres de suficiente edad"; la inquietud la creaban a través de los sermones; el éxito fue grande como en el Colegio de Lima donde los practicó el fiscal de la Audiencia Pedro Mejía en 1586 ingresando en la Compañía de Jesús. En 1595, el P. Juan Sebastián, provincial a la sazón de Lima, pide a Roma se impriman en castellano los EE "para que en el dar los Ejercicios a los seglares haya menos trabajo y más seguridad de que van bien escritos".
El provincial P. Rodrigo Cabredo escribirá en carta al General Acquaviva de 28.4.1603 que "Los EE de nuestro bendito Padre se han dado a muchos este año con notable fruto, pues son 9 los que de ellos han salido para ser religiosos y pretendientes de la Compañía algunos" En la Carta Annua, al hablar de este Colegio se insiste en este medio apostólico: "Comunicándoles un particular zelo de estas almas por medio de los Exercicios de nuestro beato Padre con que se disponen cada año".
En Arequipa -todavía existe una calle con el nombre de Ejercicios, la Álvarez Thomas- sucedería lo mismo, desde que los practicara el gran misionero del Paraguay, en 1604, P. Ruiz Montoya. Su celo arrancaba, sin duda, de experimentar su fruto en sí mismo, pues "por más ocupaciones que hayamos tenido -dirá san Roque González, pionero de las Reducciones guaraníes - jamás hemos faltado a nuestros EE y modo de proceder" .
Cuentan las crónicas que "fue tal la noçión del pueblo y en espeçial de la gente más granada dél a recogerse a estos exçerçicios que en mucho tiempo nunca faltaron hombres que los estubiesen haziendo, sin que ubiese celda sobrada[...]Quando salían los que acababan su tarea y entraban los que estaban esperando, luego acudían otros nuebos pretensores".
Basta de momento con recordar a Sebastián de Antuñano, el 4º y más destacado mayordomo y benefactor de la Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas. Practica ocho días de Ejercicios en el Noviciado de la Compañía de Jesús (hoy panteón de los próceres, junto a la Casona de San Marcos) en Lima y el viernes 14 de junio de 1684, se dirige a la ermita del Señor de los Milagros y, mientras contemplaba la santa efigie, siente una voz interior que le susurra claramente: "Sebastián, ven a hacerme compañía y a cuidar del esplendor de mi culto". Puesto de rodillas ante la imagen, le ofrece un servicio incondicional hasta la muerte. Y de él seguimos beneficiándonos hasta el momento.
(Imágenes de los Claustros de la Compañía, antigua Casa de Ejercicios en Arequipa)