Mucho de lo que hemos dicho en el capítulo anterior se puede aplicar igualmente al Nuevo Testamento. La Biblia es un libro, y su unidad es una de las evidencias sobresalientes de que fue escrito enteramente por la inspiración de Dios. Los ritos y ceremonias del Antiguo Testamento eran tipos de las realidades espirituales reveladas en el Nuevo. Necesitamos la revelación más clara del Nuevo Testamento para comprender esos tipos. En el Antiguo Testamento leemos las profecías del Mesías prometido, y en el Nuevo el cumplimiento exacto de ellas. El Antiguo Testamento se puede resumir en una palabra que as: CRISTO; y el Nuevo en otra palabra que es: JESUS. De este modo vemos que toda la Escritura es la Palabra de Cristo Jesús, esperado en el Antiguo y visto en el Nuevo Testamento (2 Timoteo 3:16, 17).Acerca de los escritores del Nuevo Testamento podemos probar:(1) Que eran casi todos campesinos o pescadores judíos, hombres sinceros, inteligentes y no fanáticos (Hechos 4:13).(2) Relataron las enseñanzas y los milagros de Jesús en calidad de testigos oculares, y aseveraron que le vieron vivo después de su muerte en la cruz (Hechos 1:3; 10:41).(3) Arriesgaron sus vidas proclamando denodadamente la resurrección de Jesús en la misma ciudad donde acababa de ser crucificado. Su testimonio fue acreditado por miles de judíos, y allí mismo se fundó la primera iglesia cristiana.(4) En apoyo de su testimonio, emprendieron voluntariamente una vida de abnegación, sufriendo persecución, y muriendo por fin como mártires de la verdad que predicaban.Notemos ahora el testimonio de tres historiadores romanos que escribieron acerca de los cristianos:(1) Tácito. Nació a mediados del primer siglo y en sus escritos condena al cristianismo como una nueva superstición, cuyo fundador, Cristo, fue ajusticiado como un criminal por Poncio Pilato. Dijo que esa superstición perniciosa, aunque refrenada por algún tiempo, brotó otra vez y se esparció no sólo en Judea sino también en Roma.(2) Suetonio. Escribiendo también cerca del fin del primer siglo, habló que “los judíos cuyo líder era Cristo” habían sido desterrados de Roma. Dijo que los tales siempre provocaban alborotos, y que tenían una superstición nueva y mágica.(3) Plino. (Nacido el 61 D.C.) Cuando era gobernador de Bitinia escribió al emperador Trajano describiendo así los crímenes de los cristianos: “Ellos se reúnen cierto día antes de la salida del sol, y cantan himnos a Cristo, su Dios. Entonces juran solemnemente que no cometerán ninguna maldad, ni hurtos, ni robos, ni adulterio, nunca dirán mentiras, ni faltarán en devolver una prenda.”Estos testimonios de sus enemigos prueban hasta qué punto se esparció el cristianismo antes de la muerte del último de los apóstoles. Prueban también que Cristo era una persona real e histórica y que fue adorado como Dios; y todo eso presupone la existencia de los documentos cristianos, las escrituras sobre las cuales ellos basaban su fe. Si no se presentaran los evangelios y las epístolas, bien podría preguntar cada arqueólogo sincero: “¿Dónde están los documentos cristianos?”Se ha probado, sin lugar a dudas, que los veintisiete libros del Nuevo Testamento fueron escritos antes del fin del primer siglo. De ellos, veinte fueron aceptados por todas las iglesias desde el principio, y acerca de su autenticidad nunca hubo duda. Los siete libros restantes no fueron aceptados como inspirados en algunas iglesias al principio, pero después de un escrutinio sistemático y prolongado, estos siete libros también fueron aceptados unánimemente como parte del Nuevo Testamento por todas las iglesias cristianas.Hemos notado cómo la autoridad del Antiguo Testamento estriba en el testimonio de Jesús mismo. La autoridad del Nuevo Testamento también descansa sobre este fundamento inmutable, lo cual se verifica en las siguientes verdades: (1) Cristo dijo a sus discípulos que él dejaría incompleta la revelación (Juan 16:12). (2) Prometió completarla después de su partida (Juan 16:13). (3) Escogió a ciertas personas para recibir el resto de sus revelaciones y para ser sus testigos, predicadores y escritores después de su ascensión (Juan 15:27; 16:13; Hechos 1:8; Mateo 28:19, 20; Hechos 9:15–17). (4) El conocía exactamente lo que ellos iban a escribir, y así podía dar a las escrituras de ellos la misma autoridad que la de sus propias palabras (Mateo 10:14, 15; Lucas 10:16; Juan 13:20; 17:20).Eusebio escribió su Historia Eclesiástica a fines del siglo tercero, y es interesante notar que él aceptó los cuatro evangelios y ningún otro. El tenía amplia oportunidad de escudriñar y apoyar cualquier otro supuesto evangelio, pero los rechazó del todo, como también lo hicieron las iglesias cristianas.Una cosa de la cual debemos acordarnos bien en el estudio de las evidencias cristianas durante los primeros siglos de esta era, es que las iglesias de aquel entonces no aceptaban cualquier escritura que apareciese. Al contrario, ellas usaban una vigilancia rígida en contra de todo fraude o impostura. Lucas dice que muchos habían escrito relatos de la vida de Jesús (Lucas 1:1–4). ¿Dónde están pues, esos muchos evangelios? ¿Por qué la iglesia cristiana nunca ha aceptado sino sólo estos cuatro?La contestación a estas preguntas es que la iglesia primitiva estaba siempre alerta, y cada escrito era sometido a un minucioso escrutinio. Ellos aceptaron solamente los evangelios que demostraron ser apostólicos, es decir: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Ninguno de los demás fue aceptado, sino que fueron rechazados como espúreos o innecesarios. Es interesante mirar los escritos de Celso, el más hábil de los enemigos de la iglesia primitiva. Las obras literarias de él han perecido, pero mucho de lo que él escribió se encuentra en los escritos de Orígenes, el padre apostólico que le replicó. En ellos se ve que Celso no usó como blanco de sus ataques ninguna otra escritura sino estos cuatro evangelios.Así, toda esta evidencia cumulativa durante dos siglos después de la escritura de los cuatro evangelios demuestra claramente que una gran multitud de los mejores y más inteligentes hombres de esa época creían firmemente que los apóstoles eran testigos fidedignos, y sus escritos inspirados por Dios.Hasta aquí, hemos presentado solamente los testimonios acerca de los cuatro evangelios, pero podemos aplicarlos igualmente a todos los demás libros del Nuevo Testamento. Alguien ha dicho: “De Asia, de Africa y de Europa, de judíos, de gentiles y de hombres de toda condición de vida, recibimos el testimonio siguiente: ‘Creemos en estos hombres y en sus escritos.’ ”Resumiendo, podemos decir que:(1) Existe un libro que se llama el Nuevo Testamento.(2) De este libro se puede extraer un sistema de religión enteramente nuevo con respecto a su objeto de culto y a sus doctrinas, que son distintas de otras y superiores a las de cualquier otra religión.(3) Se puede construir de ese libro un sistema de ética en el cual se omite todo precepto moral que está basado en principios falsos, y se eleva todo precepto moral que esté basado en la razón a un nivel de pureza y perfección más alto que el de cualquier otro sistema.(4) Un tal sistema de religión y ética no pudiera ser la obra de hombres; por consiguiente, debe haber tenido su origen en DIOS.En cuanto a los escritores del Nuevo Testamento, se puede demostrar (1) que todos los historiadores confirman que los apóstoles sufrieron; (2) que sufrieron conscientemente; (3) que sufrieron a causa de su testimonio; (4) que los eventos de los cuales ellos testificaban eran milagrosos; y (5) que esos eventos son los mismos que se relatan en el Nuevo Testamento.De este modo, se establece una fuerte cadena de evidencia de que hombres honrados, inteligentes, sencillos y devotos, arriesgaban y aún daban sus vidas en apoyo de los eventos milagrosos que “entre nosotros han sido ciertísimos”. ¡Gloria a Dios por esta certidumbre! (Lucas 1:1).
Los eventos de la vida de Cristo y sus apóstoles no acontecieron en un rincón, sino que estuvieron abiertos para todo el mundo. Los apóstoles aventuraron su todo sobre la certidumbre de esos hechos y miles de sus contemporáneos los apoyaron. No hay otros escritos de la antigüedad que tengan tantas evidencias convincentes como el Nuevo Testamento.