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Los escritores y los personajes

Publicado el 27 febrero 2014 por Escrilia @escrilia

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Personajes
Los personajes toman vida para sus creadores. Los escritores llegan a conocer la personalidad de sus personajes, experimentan cosas para ellos y con ellos, sienten su presencia. Personas puramente ficticias se hacen sólidas y cobran substancia, nos distraen mientras cenamos y desordenan nuestro estudio cuando se supone que estamos trabajando. Y no es que sólo lo diga yo. Una cantidad de escritores (en otros aspectos bastante disímiles) coinciden en ello:

Comienza con un personaje, por lo general, y una vez que se para sobre sus pies y comienza a moverse, lo único que puedo hacer es trotar detrás de él con un papel y un lápiz tratando de mantenerme cerca el tiempo suficiente para escribir lo que dice y hace. William Faulkner

Sus personajes deben volverse tan reales como sus vecinos. Si ellos no son reales para usted, es condenadamente seguro que no lo serán para sus vecinos. Si son reales para usted, será capaz de ver el mundo a través de sus ojos, además de los propios. Tom Clancy

Se supone que soy novelista de nacimiento, porque las cosas que imagino son más reales y vívidas para mí que las cosas que recuerdo. Ellen Glasgow

Al escribir una novela, un escritor debe crear gente viva; personas no personajes. Un personaje es una caricatura. Ernest Hemingway

Generalmente si sólo dejo que los personajes controlen todo, lo hago mejor que si me siento a intentar construir un argumento calculado… estas cosas pasan cuando los personajes toman el control, y usted casi quiere voltearse a mirar sobre su hombro para ver quién está escribiendo su historia. Joseph Wambaugh

El suspenso de las novelas no está sólo en el lector, está también en el escritor quien tiene una intensa curiosidad por ver qué le pasará a su protagonista. Mary McCarthy

Con los años he forjado íntimos lazos familiares con mis personajes, que son el reflejo de una parte de mí mismo. Shusaku Endo

Las ideas se le escapan al escritor, y es increíble cómo se puede empezar con algo y encontrarse lidiando con un personaje secundario que nunca tuvo la intención de ser secundario. James Michener

Los personajes, si los imaginamos bien, son personas. Y las personas, como todos sabemos, pueden llegar a ser intratables.

Personajes con ideas propias
¿Qué hace usted cuando sus personajes le quitan el control de la historia? Siéntese tranquilo y disfrute del viaje. Explore junto a sus personajes díscolos. Si termina imaginando una escena que en principio no tenía planeada (y esto pasa constantemente) escríbala. Aún si esta escena parece dar un giro a la historia en una dirección diferente.

Tomará un par de días (estas escenas que nos llegan de forma inspirada generalmente se escriben rápido). Si luego no le gusta siempre se pueden descartar. Pero si le agradan y mantiene su mente abierta mientras crea las escenas, le pueden sugerir todo tipo de posibilidades maravillosas, subtramas o conflictos que potenciarán su novela.

Si un personaje quiere hacer algo muy fuera de lugar, trate de analizar por qué. ¿Esa acción es requerida por la trama? En ese caso, será necesario reconsiderar la caracterización básica del personaje o bien repensar la trama.

Quizás el personaje tiene otra faceta que usted no había tomado en cuenta. Una contradicción interna, una complejidad intrigante. Diferentes aspectos de su personalidad que surgen en diferentes momentos. En ese caso, escriba una escena o dos de este valor añadido del personaje a ver si desea hacer permanente el cambio. Dependiendo de cuánto libro haya escrito, esto puede significar un montón de revisión. Pero también puede valer la pena.

Si el personaje parece un poco plano, hay una especie de juego que puede ayudarlo a mejorar. Mantenga un diálogo con él o ella. Siéntelo en una silla y haga de interrogador:

¿Qué hiciste en la última escena? ¿Por qué lo hiciste?
¿Cuál es tu percepción de cómo van las cosas?
¿Estás contento con lo que va de este argumento? ¿Qué no te gusta?
¿Qué piensas que sucederá después?
¿Qué harás si la historia no es como la quieres?
¿Qué harás si yo te doy lo que quieres? ¿Cuánto vale para ti?
¿Qué opinas de los otros personajes?
¿Dónde estuvo durante las escenas importantes? ¿Cómo te sientes al respecto?
¿Qué es lo que los demás no saben de ti? Vamos, dime, puedes confiar en mí.
Dímelo con tus propias palabras.

Si este ejercicio le parece un poco tonto, no lo haga.

Esto me lleva hacia otra manera de ver las cosas:

División literaria, cada personaje en su caja
Algunos autores dicen que sus personajes jamás “toman decisiones propias”. Estos escritores crean los personajes para ajustarse al argumento, y punto. Los personajes se comportan exactamente como fueron creados para hacerlo. Este tipo de escritor encuentra la idea de los “personajes fuera de control” de alguna forma entre graciosa e irritante.

Su pensamiento puede reducirse a: “Yo controlo los personajes. ¿Cómo puede ser de otra manera? Esta gente ni siquiera existe”. Si éste es su caso, perfecto. Lo que funcione para usted y su novela estará bien. Es válido. Ignore la primera parte del artículo y prosiga con su método: Primero el argumento y los personajes se diseñan para llevarlo a cabo como estaba previsto. Y no se preocupe por nada más.

Personajes favoritos
No importa qué clase de escritor sea usted, probablemente en algún punto desarrolló algún tipo de sentimientos hacia sus personajes. Quizás le gustan unos más que otros. Alguno le caerá simpático… y hasta puede haber llegado a enamorarse de alguno.

En este sentido, la manera en que se siente acerca de sus creaciones lleva a una pregunta importante: ¿Es cierto que cuanto más cerca y más unido esté a sus personajes, más eficaz y real le parecerán a sus lectores? No. De hecho se da lo contrario con frecuencia.

Los personajes con los que no se identifica, los que no quiere, pueden volverse más reales que sus favoritos. Si lo piensa un momento, tiene sentido: Es siempre más fácil describir a una persona a cierta razonable distancia que hacerlo cuando está pegada a usted. Puede ver más detalles. Y cuando esa persona es, digamos, un vecino sospechoso en vez de un amado hijo, está usted predispuesto a observar con más detenimiento y objetividad.

El amor es ciego, y eso incluye el amor por uno de sus personajes. ¿Y esto qué significa? Que debemos mantener cierta distancia aún de nuestros personajes más entrañables, para verlos en toda su dimensión. Admire a sus héroes, pero contenga esa clase de amor deslumbrado que desdibuja la perspectiva. Usted es un escritor, no un acólito.

Personajes odiados
Algunos personajes (necesarios para la trama) le caen tan mal al escritor que el odio, no el amor, borra la perspectiva. Parece que esos escritores no pueden ver que aún las personas horribles son personas: seres humanos con su propia complejidad, sus motivaciones, deseos, miedos, amores y virtudes. Asegúrese de que su antipatía por un personaje lo haga parecer plano y unidimensional. Puede hacer con ellos el mismo ejercicio del interrogatorio y no terminar creando una especie de cliché indefinido.

Por otro lado hay que entender que los personajes que juegan de malos en las historias en realidad son los protagonistas, los héroes de su propia historia. Sus motivaciones parecen lógicas a sus ojos y sus acciones necesarias. Entender éste punto de vista nos hará redondear un buen personaje, aunque deba ser “el malo”.

Implicaciones políticas y sociales
Hay otra importante relación emocional que usted como escritor puede tener con sus personajes, y es una relación difícil: la incorrección política y los estereotipos.

Usted es Judío, y ha creado un personaje judío inseguro y materialista (como hizo Philip Roth).

Usted es mujer, y su personaje es una intrigante, casquivana y perversa vividora, la peor pesadilla de los hombres ingenuos.

Usted es gay, y ha creado un amanerado maricón que no para de llorar por los rincones.

Usted es religiosa, pero su protagonista es una monja hipócrita y egoísta.

Su nombre es Mohammed, y usted nunca desearía ver las palabras “árabe” y “terrorista” como un acoplamiento automático, pero el grupo terrorista internacional de su novela incluye al menos un árabe.

Usted es negro, y también lo es su proxeneta de ficción que abusa del consumo de drogas.

O (para otro tipo de dilema de sensibilidad) usted no es judío, ni mujer, ni gay, ni religioso, ni árabe, ni negro; y usted se siente incómodo porque su personaje, en todo su glorioso negativismo, sí lo es.

Pero usted quiere escribir sobre esta persona. Porque, en primer lugar, el personaje es redondo, convincente y completo. Y segundo, porque sus observaciones del mundo le han convencido de que existen tales personas políticamente incorrectas. Ciertamente no lo son la mayoría de un grupo determinado, pero sí existen.

¿Debemos escribir sobre ellos y reforzar los estereotipos destructivos? ¿O hay que evitar escribir sobre ellos, y retratar sólo los miembros positivos de tales grupos o, al menos, miembros que son negativos de una manera diferente a los estereotipos? ¿Qué debe prevalecer: la ficción como descripción de todo lo que se puede percibir en el mundo real o la ficción como descripción de lo que debe ser percibido?

No hay una respuesta fácil y yo no trataré siquiera de dar mi opinión. Hay demasiados factores en juego: Cuál es la premisa de su novela, cuál es el tono de la narración, la actitud del protagonista y el tratamiento que le da a los otros personajes y más…

Algunas veces hasta la utilización de estereotipos es sumamente efectiva. Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, es acusada de desprestigiar a los negros con su personaje del esclavo prófugo Jim (aunque sea el más compasivo y moralmente centrado del libro). Las mismas contradicciones se pueden esperar de novelas sobre temas étnicos, raciales, religiosos, sexuales, etc.

La única guía que me parece sensata es estar consciente de lo que se está escribiendo. Hay que darle a ese personaje que se acerca al estereotipo unos buenos momentos de reflexión. ¿Parece real para usted, o sólo un espejo de programas de TV y películas clase B? ¿Sabe usted lo suficiente de ese mundo como para retratarlo de forma imparcial y completa? ¿Tiene claras sus motivaciones, las condiciones sociales y el trasfondo del personaje? ¿Comprende de forma cabal la homosexualidad, el judaísmo, el feminismo, la cultura callejera o cualquier otra minoría a la que pertenece su personaje?

Lo más importante aquí es su motivación para la creación del personaje: ¿Es por reflejar la realidad, una postura personal, prejuicio encubierto?

Una vez que haya aclarado para sí mismo estos ángulos, adelante y escriba sobre el personaje. Y prepárese para la inevitable ola de críticas.

Respeto
Al final, los personajes que cree serán tan efectivos como usted llegue a respetarlos. Cuando usted respeta a una persona de la vida real (amigo, pareja, vecino, maestro, compañero) lo trata de cierta manera. Le deja expresarse aunque no siempre comparta sus opiniones. Lo escucha y trata de comprender sus razones, aunque a priori le parezcan erróneas. Le deja disfrutar la dignidad de una existencia individual, separada de cómo encaja en la suya propia.

El escritor que respeta a sus personajes hace lo mismo. Trata de verlos claramente, escucharlos, ponderar lo que son. Quizás sin entender completamente el perfil, le permite tener su propia existencia, donde el escritor observa, registra y hasta juzga, pero no oprime ni censura.

Ese es el sentido de respetar a sus personajes. Ellos no necesitan respetarse entre sí, pero necesitan nuestro respeto para convertirse en personas reales a nuestros ojos, no en títeres.

Porque finalmente los personajes triunfan según la cantidad de interés que consiguen atraer. Si la ficción en que habitan ofrece una trama entretenida, estaremos entretenidos sólo si podemos suspender la incredulidad y aceptar que la historia le está sucediendo a alguien. Si la ficción lleva reflexiones sobre el mundo real (y lo hace) estos mensajes llegarán hasta nosotros sólo si creemos que los personajes. Si por medio de las novelas se amplía nuestra percepción de la vida, nuestra forma de pensar o sentir, es sólo porque los personajes nos implican en la historia. La ficción le pasa a gente ficticia, que en la mente de los lectores se convierten en personas reales. Intente crear entonces algunas personas reales.

Los libros más influyentes son obras de ficción. Ellos no fijan al lector a un dogma que posteriormente descubre que es inexacto, no le enseñan una lección teórica que luego debe desaprender. Sólo repiten, reordenan y aclaran las lecciones de la vida misma. Robert Louis Stevenson.


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