LOS EXCENTRICOS TENENBAM (Wess Anderson, 2001)

Todas las familias felices se parecen entre sí, las infelices, en cambio, son infelices cada una  a su manera. La frase de Tolstoi es famosa y es perfecta, pero deja picando entre líneas una pregunta: ¿a qué categoría pertenecen las familias del cine de Wess Anderson? ¿Cuan dichosa o desdichada es la familia de Los Excéntricos Tenenbaum con su padre simulador, su madre arqueóloga y sus hijos disparatados: el paranoico que vive de jogging, la dramaturga depresiva y el tenista frustrado? Puede que no sean felices ni infelices, y el antídoto que los protege es, precisamente, que son excéntricos, una categoría que trasciende los dilemas de la moral existencial para hacer de la experiencia familiar un paisaje artístico, fascinante. Como Tom Soloms, un compañero de ruta algo sombrío, Wess Anderson es un artista de la disfuncionalidad. Sus personajes están marcados por traumas ridículos pero indelebles. Actúan según leyes que solo ellos conocen. Y oscilan siempre entre el autismo monomaníaco y la formación de comunidades desubicadas. Hay varias maneras de ver esta comedia desopilante. Una, verla como un repertorio de personajes pintorescos, suerte de Clowns de historietas o libro para chicos que se trenzan en intrigas de comedia absolutamente lunáticas. La segunda, verla como un tratado práctico, formidablemente escrito, filmado, diseñado y actuado sobre un tema que viene obsesionando a la filosofía desde que nació: cómo las formas de vida no son asunto de moral sino de arte, cómo los modos de vivir son los modos en que nos convertimos en obras de arte.Los Excéntricos Tenenbaum podrán ser infantiles, ridículos, incluso medio idiotas. Pero son artistas de sí mismos y no transigen, van hasta el final con lo que son, esa es la ética que tienen para transmitirnos.
Presentación realizada por Alan Pauls en febrero-marzo de 2011 en en Primer Plano I.Sat.Transcripción del siguiente enlace audiovisual: https://vimeo.com/19229125