Revista Salud y Bienestar
En 1895, el alemán Wilhem Roentgen descubrió por primera vez los rayos X y dio a conocer su descubrimiento al resto del mundo con una radiografía de su propia mano. Aquellos viejos aparatos emitían dosis de radiaciones muy superiores a las que emplean en la actualidad los dispositivos médicos, como demostraron los daños sufridos por muchos de los colegas de Roentgen y ahora acaba de demostrar un colega holandés.
Todo comenzó cuando el radiólogo Jos van Engelshoven recuperó una vieja máquina de radiografías del siglo XIX que se conservaba en un desván del Hospital Universitario de Maastrich (Holanda) para mostrarlo en un programa de televisión sobre la historia de la medicina en la región.
La máquina aún funcionaba perfectamente, lo que llevó a su colega Gerrit Kemrink a tratar de estudiarla con más detalles para apreciar cómo había evolucionado el uso de los rayos X en este más de un siglo transcurrido desde entonces. Con las precauciones necesarias y la colaboración de un cuerpo donado para la ciencia, comenzaron a hacer algunas radiografías con aquel aparato de 1896 y a compararlo con la tecnología actual.
Sus hallazgos (que acaban de publicar en la revista 'Radiology') señalan que la dosis de radiación necesaria en la piel para obtener imágenes de calidad era 1.500 veces superior con el dispositivo de 1896 (74 miligrays frente a sólo 0,05 mGy), pero además el cuerpo necesitaba estar expuesto a los rayos X durante nada menos que 90 minutos, frente a los 21 milisegundos que bastan en la actualidad.
-Las secuelas de los pioneros
No es de extrañar que muchos de los pioneros de las técnicas con rayos X sufrieran en sus propias carnes las secuelas de estas radiografías pioneras, causándoles incluso quemaduras en la piel, problemas oculares, pérdida de pelo y algunos tipos de cáncer (como le ocurrió a la propia Marie Curie, víctima de la leucemia).
Muy lejos de aquellos efectos indeseables queda hoy en día el uso de esta tecnología, incluida también en los polémicos escáneres instalados en muchos aeropuertos de todo el mundo. Precisamente en la misma revista se analizan los riesgos para la salud de estos dispositivos, tanto a nivel individual como de salud pública.
Como recuerda David Brenner, del Centro de Investigación Radiológica de la Universidad de Columbia (EEUU), el riesgo a nivel individual de los escáneres que emplean rayos X de retrodispersión (que efectúan un barrido del pasajero de izquierda y derecha y de arriba a abajo) es ínfimo (en torno a uno por cada 10 millones).
Recuerda que el Consejo de Protección y Medidas Radiológicas de EEUU recomienda que este tipo de aparatos no supere la dosis de 0,1 microSievert por pasajero, que equivale a la radiación que un pasajero recibe a lo largo de dos minutos en un vuelo transoceánico a 30.000 pies de altura (de hecho, cada individuo recibe una media de unos 3.000 microSieverts al año procedentes de fuentes naturales de radiación, como algunos gases que hay en el terreno).
Sin embargo, Brenner subraya, más allá del riesgo individual, que las autoridades deberían tener en cuenta también el riesgo desde el punto de vista colectivo para racionalizar y optimizar el uso de esta tecnología. Por ejemplo, recomienda emplear escáneres de ondas milimétricas (que emplean radiaciones no ionizantes), igual de eficaces y más seguros.
**publicado en "El Mundo"
Todo comenzó cuando el radiólogo Jos van Engelshoven recuperó una vieja máquina de radiografías del siglo XIX que se conservaba en un desván del Hospital Universitario de Maastrich (Holanda) para mostrarlo en un programa de televisión sobre la historia de la medicina en la región.
La máquina aún funcionaba perfectamente, lo que llevó a su colega Gerrit Kemrink a tratar de estudiarla con más detalles para apreciar cómo había evolucionado el uso de los rayos X en este más de un siglo transcurrido desde entonces. Con las precauciones necesarias y la colaboración de un cuerpo donado para la ciencia, comenzaron a hacer algunas radiografías con aquel aparato de 1896 y a compararlo con la tecnología actual.
Sus hallazgos (que acaban de publicar en la revista 'Radiology') señalan que la dosis de radiación necesaria en la piel para obtener imágenes de calidad era 1.500 veces superior con el dispositivo de 1896 (74 miligrays frente a sólo 0,05 mGy), pero además el cuerpo necesitaba estar expuesto a los rayos X durante nada menos que 90 minutos, frente a los 21 milisegundos que bastan en la actualidad.
-Las secuelas de los pioneros
No es de extrañar que muchos de los pioneros de las técnicas con rayos X sufrieran en sus propias carnes las secuelas de estas radiografías pioneras, causándoles incluso quemaduras en la piel, problemas oculares, pérdida de pelo y algunos tipos de cáncer (como le ocurrió a la propia Marie Curie, víctima de la leucemia).
Muy lejos de aquellos efectos indeseables queda hoy en día el uso de esta tecnología, incluida también en los polémicos escáneres instalados en muchos aeropuertos de todo el mundo. Precisamente en la misma revista se analizan los riesgos para la salud de estos dispositivos, tanto a nivel individual como de salud pública.
Como recuerda David Brenner, del Centro de Investigación Radiológica de la Universidad de Columbia (EEUU), el riesgo a nivel individual de los escáneres que emplean rayos X de retrodispersión (que efectúan un barrido del pasajero de izquierda y derecha y de arriba a abajo) es ínfimo (en torno a uno por cada 10 millones).
Recuerda que el Consejo de Protección y Medidas Radiológicas de EEUU recomienda que este tipo de aparatos no supere la dosis de 0,1 microSievert por pasajero, que equivale a la radiación que un pasajero recibe a lo largo de dos minutos en un vuelo transoceánico a 30.000 pies de altura (de hecho, cada individuo recibe una media de unos 3.000 microSieverts al año procedentes de fuentes naturales de radiación, como algunos gases que hay en el terreno).
Sin embargo, Brenner subraya, más allá del riesgo individual, que las autoridades deberían tener en cuenta también el riesgo desde el punto de vista colectivo para racionalizar y optimizar el uso de esta tecnología. Por ejemplo, recomienda emplear escáneres de ondas milimétricas (que emplean radiaciones no ionizantes), igual de eficaces y más seguros.
**publicado en "El Mundo"
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