Revista Opinión

Los falsos defensores de la libertad. parte i

Publicado el 19 enero 2010 por Jorge Gómez A.
Algunos sectores, que se han pronunciado más claramente como defensores de la propiedad privada y la libertad, caen en profundas contradicciones cuando se trata de defender la independencia de los individuos en cuanto la acción (coacción) del Estado, sobre todo en cuanto al derecho a la auto posesión y la libertad moral de los sujetos.
Ciertos sectores políticos –para diferenciarse de otros- siempre han destacado que tienen un discurso en defensa de la libertad individual. Sin embargo, su discurso tiene enormes incoherencias pues mientras dicen defender tales principios, estos “defensores de la libertad” en la práctica, aceptan un sin número de intervenciones por parte del Estado para lo que ellos llaman “excepciones”.
En ese sentido, esta defensa de la libertad individual y la propiedad ha sido más bien un instrumento -y no tanto un principio valioso puesto en práctica- que algunos han utilizado para justificar la coacción estatal y la mantención de estructuras de privilegios y propiedad (la cual no necesariamente se originó como producto del trabajo y esfuerzo individual sino como producto de la histórica violencia del Estado y sus instituciones).
Es decir, defienden lo que podemos llamar mercantilismo, un capitalismo de Estado o un crony capitalismo. Nunca un libre mercado. (De esto hablaremos en detalle en la parte II).
Por eso, estos mismos que hablan de un estado mínimo, simultáneamente defienden intervenciones “en los campos de la policía y de los asuntos militares, en la educación, los impuestos, bienestar, "externalidades", leyes antitrust, y dinero y banca.” . O, en nombre de una entelequia como la patria, defienden la conscripción obligatoria, que no es más que esclavitud legalizada.
Es decir, mientras critican a otros de estatistas e intervencionistas, simultáneamente defienden un estatismo corporativo donde el Estado privilegia e interviene a favor de las grandes empresas y grupos de poder como iglesias o ejércitos, permitiendo acciones coactivas para promover lo que ellos consideran “bien común”. Quizás por eso, Emma Goldman decía que “después de todo, el mayor baluarte del capitalismo es el militarismo”.
Así, como explica Kevin Carson, “el capitalismo corporativo confía en gran medida en la intervención estatal para su propia supervivencia”.
Todo lo anterior tiene su raíz en una ambigüedad mucho mayor del discurso (podemos llamarlo conservador, vulgo liberal, neoliberal, etc) que tiene relación con la negación del derecho de auto posesión.
Muchos autodenominados defensores de la libertad, caen en una contradicción mucho más profunda. Muchos no reconocen el derecho de auto posesión. Es decir, el derecho de “controlar el cuerpo, libre de toda interferencia coercitiva” .
Algunos de estos seudo defensores de libertad dicen que el ser humano es sólo un administrador del cuerpo y no su dueño o propietario. Entonces ¿Cómo pueden proclamar la propiedad privada si no defienden la propiedad sobre el propio cuerpo que es el que la genera?
Responden -para darle sustento ideológico a su afirmación- que dios es el propietario de éste y que el derecho de propiedad no es absoluto porque hay cosas que no pertenecen a nadie, como el cuerpo.
Pero si el cuerpo es prestado ¿Todo lo que generamos con éste, incluidos los productos de nuestro trabajo, le pertenecen a dios? Pero ¿Y a qué dios?
Tomando en cuenta que los seres humanos somos seres racionales, surge otra pregunta ¿Y nuestras almas, voluntad o razón, o como quiera llamársela? ¿También son prestadas por dios? ¿Somos sólo sus meros administradores? ¿O en ese caso hay una excepción y de qué depende ésta?
Pero si el alma, la voluntad y la razón tampoco nos pertenecen ¿Para qué esforzarse en tratar de salvarla? ¿No sería más coherente aprovechar de disfrutar y acceder al máximo de placeres terrenales y mundanos que este préstamo temporal nos permite?
Es más ¿A quién pertenece mi experiencia si es a través del cuerpo y la razón que la capto? O peor aún ¿Cómo entonces podemos buscar nuestros fines o la trascendencia para algo que en definitiva es prestado? Y entonces ¿La vida no nos pertenece? Al parecer tampoco, dicen estos defensores de la libertad.
Lo cierto es que el no reconocimiento de la propiedad sobre el propio cuerpo implica no poder reconocer ser dueños del propio trabajo y las extensiones que se generan a partir de éste. Es decir, romper con la cláusula lockeana, que establece que la propiedad se origina de la mezcla del trabajo sobre la materia sin utilizar.
Por otro lado, si no soy dueño del cuerpo ¿Cómo puedo ejercer mi voluntad? No quedaría otra respuesta que someterla al dominio y voluntad de otro u otros, que serán los que guíen la acción al determinar el curso de éstas. Pero entonces ¿Qué pasa con la creatividad, la imaginación? Claramente bajo ese criterio, no habría arte, por ejemplo.
Lo que en fondo hacen o promueven estos denominados defensores de la libertad individual, es tratar de hacernos ceder nuestros derechos básicos a un entidad superior, ya sea dios o el estado, o la iglesia o la gran corporación, que en realidad ellos controlan o quieren controlar.
Es tratar de hacernos actuar según su propia apreciación y moral. Como dice Lysander Spooner “se muestran a sí mismos como adornadas tanto por el poder como por el derecho a definir y castigar los vicios de otros hombres”.

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