Revista Opinión

Los falsos defensores de la libertad parte iii

Publicado el 02 febrero 2010 por Jorge Gómez A.
“¿Se educan a propósito nuestras disposiciones para que seamos creadores, o se nos trata puramente como criaturas cuya naturaleza no admite más que la doma?” Max Stirner.
La pregunta del filósofo Max Stirner –algunos dicen que es la influencia de Nietzsche- apunta a un claro y central dilema: la educación, o es un espacio para promover la libertad o para promover la sumisión de las personas.
Cuando la enseñanza es libre, amplia y variada (ecléctica) no sólo derriba mitos sino que sirve para formar personas creativas, libre pensadores y ciudadanos pacíficos (Así lo creían los ilustrados); cuando es doctrinaria, sesgada y dogmática, sólo sirve para formar individuos uniformes, soeces, intolerantes y autoritarios, pero además serviles a los mitos dominantes de turno.
La primera forma de formación podemos llamarla claramente educación, entendida como la formación para pensar libremente; la segunda podemos llamarla adoctrinamiento, entendida como la formación para pensar disciplinada, limitada y uniformemente.
La primera, fomenta el afán por el saber y el pensamiento crítico, y por tanto es enemiga de la censura y defiende la libertad de expresión; la segunda restringe el afán de conocer y defiende el pensamiento único, y por tanto es amiga de la censura y enemiga de la libertad de expresión.
De lo que llamamos educación depende la autonomía individual y por ende la sociedad civil activa y plural en cuanto a su independencia del gobierno y el Estado; del segundo modo –el adoctrinamiento- ha hecho usufructo el absolutismo monárquico y religioso, el despotismo político, además de las dictaduras y totalitarismos de cualquier tipo e ideología.
Como Bertrand Russell planteaba, el paso de la barbarie a la civilización ha dependido de estas diferentes formas de enfrentar la realidad y el conocimiento. Así, Giordano Bruno o Galileo son ejemplos de la pugna entre estos modos, pues ambos rompieron y se enfrentaron con la lógica doctrinaria, y por ello fueron condenados, el primero a la hoguera y el segundo a la cárcel.
Históricamente, quienes han tenido el poder –sea político, religioso o económico- siempre se han optado por el segundo modo de enseñanza, y por ende siempre han sido favorables al adoctrinamiento de las personas. Porque así “nacido y criado en la esclavitud, heredero de una larga progenie de esclavos, el hombre, cuando ha comenzado a pensar, ha creído que la servidumbre era condición esencial de vida: la libertad le ha parecido un imposible” Malatesta.
Por eso, un individuo consciente e informado más allá de lo permitido, es peligroso para cualquier poder porque, como el mismo Stirner decía: “La educación proporciona la superioridad y convierte en señor: por eso en aquella época de señoría constituía un instrumento para el desempeño del poder. Tan sólo la revolución fue capaz de echar a pique la economía de señores y siervos, instaurando el principio vital: ¡Que cada cual sea su propio señor! A ello iba ligada la necesaria consecuencia de que la educación…”
Quienes tienen el poder o lo quieren para sí, saben que éste se sustenta en mitos y subterfugios diversos, el derecho divino, la infalibilidad, la sangre, la raza, la conciencia, etc. Quienes por cualquier motivo dejan en evidencia estos rasgos comunes y frecuentes del poder –sea cual sea- y más aún los muestran al resto de los incautos, es claramente persona non grata.
Por eso siempre han tratado de monopolizar y limitar la educación, de mantenerla en los márgenes del adoctrinamiento y la uniformidad, como modo de disciplinamiento o mera instrucción, y no como modo de liberación del pensamiento. La lucha por el monopolio del adoctrinamiento fue la base de la pugna entre la educación religiosa y la estatal durante los procesos de secularización.
LOS DEFENSORES DE LA IDIOCRACIA
En la antigua Grecia, quienes participaban en la política eran los ciudadanos, quienes no lo hacían eran llamados idiotez, que según Fernando Savater se utilizaba para referir “a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás”. En términos estrictos, describía a quién no le interesaban los asuntos de la polis.
Sin embargo, no bastaba con hacer acto de simple presencia, además, había que argumentar y persuadir a otros en los debates. Por eso mismo, estos primeros políticos recurren a los -hoy denostados- sofistas, quienes les instruyen para convencer en estas discusiones. Es decir, los educaban, los hacían pensar. Quizás ahí surge la derivación de la palabra idiotez hacia algo relativo a la falta de racionalidad y lógica.
Por lo mismo, hasta varios siglos después, y tal como Stirner plantea “una educación popular se consideraba impropia pues el pueblo debía permanecer, frente al señor culto, en la casta de los laicos, admirando y venerando el señorío ajeno”.
Hoy en la democracia moderna la lógica sigue siendo la misma. Quienes tienen cualquier tipo de poder, consideran que el pueblo no debe saber ni entiende muchos de los asuntos que conciernen la toma de decisiones, aún cuando las mismas les puedan afectar directamente. Quienes tienen el monopolio de la educación, tampoco se esfuerzan porque entiendan o se eduquen más allá de lo establecido. “Se conforman con educar gente razonable, pero no se proponen formar hombres racionales” Max Stirner.
Porque “si a los efectos naturales de la costumbre se agrega la educación recibida del mismo patrón, del sacerdote, del maestro, etc. -interesados todos en predicar que el gobierno y los amos son necesarios, y hasta indispensables…se comprenderá cómo el cerebro poco cultivado de la masa ha logrado arraigar el prejuicio de la utilidad y de la necesidad del amo y del gobierno”. Malatesta.
Lo cierto es que un pueblo más informado y con mayor conocimiento probablemente no estaría de acuerdo con muchas decisiones y reclamaría para sí otras, atomizando y descomponiendo cualquier forma de poder centralizado. Y en realidad, probablemente se opondrían a cualquier imposición de poder.
Por eso, la educación, controlada por quienes detentan el poder político y económico, siempre tiende a constituirse en adoctrinamiento con límites bastante claros y reconocibles. Como dice Toni García, el Breviario de campaña electoral, donde Quinto (hermano de Cicerón) detallaba como hay que embaucar al pueblo para ganar las elecciones, debería ser leída en todas las escuelas. Probablemente en ninguna se lee.
Por eso, y haciendo la misma pregunta que se hacía Max Stirner “¿De qué nos lamentamos, pues, cuando nos referimos a los defectos de nuestra actual formación escolar? De que nuestras escuelas se asienten todavía sobre el viejo principio del saber sin voluntad”.
EDUCADOS PERO DÓCILES
La ilustración y su idea de una educación universal rompieron con el exclusivismo que existía en el orden feudal, religioso y absolutista, donde sólo los señores se educaban mientras el resto de las personas permanecía sumido en la ignorancia y el temor. La idea era “iluminar las mentes” de los seres humanos para permitirles abandonar los miedos y lograr desarrollarse.
Sin embargo, lo que en principio se planteó como un proceso liberador, derivó en una nueva lógica de adoctrinamiento y servidumbre en servicio de otros nuevos intereses, ya sea la “unidad nacional”, el “bienestar general”, la “patria”, el “orden”, entre otras cosas.
Así “la masa de los trabajadores no reciben más educación científica que sus abuelos, y, además, se ven privados de la poca que podían adquirir en los pequeños obradores, mientras que sus hijos, tanto varones como hembras, estando condenados a vivir en la mina o la fábrica desde la edad de trece años, pronto olvidan lo poco que aprendieron en la escuela” Kropotkin.
Así, hasta el día de hoy “la educación para la vida práctica no forma más que personas de principios, incapaces de pensar y actuar sino en función de máximas, pero no forma hombres principales. Tan sólo forja espíritus legales, pero no libres”. Max Stirner.
La enseñanza, de instrumento liberador como se planteó en la ilustración, ha pasado a convertirse en instrumento domador, según los requerimientos de los poderosos de turno. “En cuanto a los que han tenido la relativa buena suerte de recibir alguna más educación, fatigamos su inteligencia con un trabajo excesivo, les privamos concientemente de toda educación, fatigamos su inteligencia con un trabajo excesivo, les privamos concientemente de toda posibilidad de hacerse productores, y bajo un sistema de educación cuyo objetivo es la «utilidad», y los medios la «especialización», hacemos trabajar hasta el aniquilamiento a los pobres maestros que toman a pecho su labor” Kropotkin.
Ahora el poder, ya «no destruye las voluntades, pero las ablanda, las doblega y las dirige; rara vez obliga a actuar, pero se opone sin cesar a que se actúe; no destruye, pero impide nacer; no tiraniza, pero mortifica, reprime, enerva, apaga, embrutece y, al cabo, reduce a toda la nación a rebaño de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobierno» Alexis de Tocqueville.
Por eso, los falsos defensores de la libertad, con el propósito de imponer su propia voluntad, han pretendido en diversas ocasiones adoctrinar a diversas generaciones en un ciego respeto a la autoridad (la que ellos consideran como tal) sea del tipo que sea.
Entonces, “pueblos enteros aran con el mismo arado que sus antecesores medievales, viven en la misma incertidumbre respecto al mañana, negándoseles igualmente con empeño la educación también; y si quieren reclamar su derecho a la vida, tienen que marchar con sus mujeres y sus pequeñuelos contra las bayonetas de sus propios hijos, como hicieron sus abuelos ciento y trescientos años atrás”. Kropotkin.
En Chile, el denominado flaite es la expresión social de ese proceso de (des)educación -como lo llama Noam Chomsky- llevado a cabo desde hace varios años y desde varias dimensiones por parte de las élites y de quienes tienen poder.
Este nuevo “ciudadano” (que en realidad es un idiotez en el modo griego) producto de ese proceso (des)educador y despolitizador es “incapaz de preservar por sí sólo su libertad” como también planteaba Tocqueville, pues aún cuando algunos ejercen una violencia irracional e ilegítima ante ciertos estímulos, ninguno es capaz de darse cuenta del dominio sobre ellos y menos dejar de ser dóciles a éste. “Sólo somos libres interiormente (una libertad a la que por nada debemos renunciar), mientras que exteriormente podemos seguir siendo, con toda nuestra libertad de conciencia y de pensamiento, esclavos en la servidumbre” Max Stirner.
De la misma forma en que el vasallo feudal no se rebelaba contra su señor por ignorancia y temor a dios, este “ciudadano” permite a las elites (y en esto no hay diferencias entre sectores políticos) componer una estructura de poder casi imposible de transformar.

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