Todos los días llegan a las redacciones de los grandes media unas 4.000 noticias. ¿Cómo deciden los directivos del medio de qué nos van a informar en cada región del mundo? ¿Por qué unas veces aparecen noticias contradictorias y, en otras, todo se repite de forma monocorde?
La selección de las noticias es el argumento más contundente para recordar que no existe la neutralidad ni la imparcialidad informativa. Cuando un periódico elige para su portada una denuncia de Amnistía Internacional o la boda de un miembro de alguna monarquía europea, por muy aparentemente objetiva que sea su presentación, está tomando una determinada posición. Por tanto nuestra primera misisón debe ser averiguar el mecanismo de la selección de noticias.
El mejor análisis al respecto procede del lingüista estadounidense Noam Chomsky y del economista y analista de medios de comunicación Edward S. Herman, en su libro conjunto Los guardianes de la libertad (Barcelona, Crítica, 1990). En su obra estos autores nos presentan lo que denominan “filtros”, es decir “los vericuetos a través de los cuales el dinero y el poder tamizarán las noticias hasta dejarlas listas para su publicación, marginarán las discrepancias y permitirán que el gobierno y los intereses privados dominantes difundan un mensaje adecuado para el público”.
Se trata de filtros de cuya existencia ni siquiera son conscientes los trabajadores de la información, quienes están convencidos, en su mayoría, de que trabajan con imparcialidad y objetividad.
Filtro 1 : Magnitud, propiedad y orientación de los beneficios de los medios de comunicación
En el siglo XIX la prensa obrera del Reino Unido tuvo un papel fundamental en la cohesión de los trabajadores, en su sensibilización respecto a su problemática cultural y en su capacidad de favorecer la organización y concienciación. Los gobiernos, por mucho que les incomodara, no podían intentar sofocarla porque se arriesgaban a levantamientos populares.
Fue a finales del siglo XIX y principios del XX cuando llegó la industrialización de la prensa, de forma que las inversiones necesarias para poner en marcha un periódico pasaron de las 1.000 libras en 1837 a 50.000 en 1867. El Sunday Press, que apareció en 1918, necesitó dos millones de libras.
De modo que ese desarrollo industrial logró lo que no pudo ningún gobierno, expulsar del panorama a todos los proyectos informativos que no tuvieran detrás una gran inversión. Los trabajadores y los humildes perdieron su derecho a cogestionar un medio de comunicación a favor de las grandes fortunas.
Actualmente, el 80 por 100 de las noticias que circulan por el mundo proceden de cuatro agencias informativas internacionales: Associated Press, United Press International, Reuters y Agence France Press. Esas agencias son las que establecen el orden del día y proporcionan la mayoría de las noticias internacionales.
Hasta hace poco la principal amenaza a la pluralidad informativa era la concentración de medios en pocas empresas de comunicación. Esto se veía favorecido por el hecho de que lograban rentabilizar mejor su trabajo, puesto que el mismo producto informativo servía para nutrir el periódico, la radio y la televisión del grupo mediático. Pero esto ya se ha superado.
Los propietarios de los medios han dejado de ser grupos de comunicación puros, ahora son simplemente grupos económicos colosales que no tienen por qué tener como principal actividad la comunicación. También ha quedado atrás la acusación progresista de que habían convertido la información en un negocio.
Eliminados en los países desarrollados gran parte de los mecanismos de dominio por la violencia, ahora el valor de la conformación de la opinión pública es tan alto que bien merece destinar dinero a fondo perdido. Por ello, muchos medios se han convertido en meros departamentos de imagen de los emporios empresariales. Así tenemos en la prensa, radio y televisión accionistas que son bancos, financieras, aseguradoras, empresas de telecomunicaciones, energéticas o incluso de armamento en el caso de Francia.
En los consejos de adminsitración de esas empresas de comunicación se sientan banqueros y ejecutivos empresariales que no tienen ninguna relación con la información. La ingeniería financiera es tal que ni siquiera se puede saber si tienen ganancias o pérdidas. Si desean mejorar la cuenta de resultados del periódico de turno basta con inyectarle publicidad de la empresa accionista (Telefónica, Endesa, etc.)
Filtro 2: La publicidad como fuente principal de ingresos
Volvamos al caso de la prensa británica en el siglo XIX. En sus inicios, el precio de venta del diario debía cubrir todos los gastos de producción, como es lógico. De esta forma los ingresos sólo dependían del número de ciudadanos que lo compraban. La incorporación de la publicidad supuso un ingreso extra para los medios que gozasen de las preferencias del público destinatario de la publicidad.
Los periódicos que la conseguían podían permitirse incluso disminuir su precio de venta, en cambio los que no atraían anuncios tenían precios más caros, reducían sus ventas, sufrían pérdidas o menos beneficios para reinvertir y mejorar sus posibilidades de ventas (color, formato atractivo, etc).
Como dice Chomsky, “con la publicidad, el mercado libre no ofrece un sistema neutral en el que finalmente decide el comprador. Las elecciones de los anunciantes son las que influyen en la prosperidad y la supervivencia de los medios”. Basta observar cómo los llamamientos a los boicots no van dirigidos al público, sino a los anunciantes.
Lo que pagamos actualmente por un periódico es el 50 por 100 de su coste -no digamos ya si regala un libro o una pieza de vajilla-, los anunciantes pagan el resto. Esta tesis sobre el factor distorsionador de la publicidad se intenta neutralizar argumentando que los anunciantes no condicionan los contenidos, si el medio tiene mucha audiencia los anunciantes irán sin plantearse qué tipo de informaciones se ofrecen.
Veamos la falacia de esta teoría. Para empezar, para la publicidad no todos los ciudadanos son iguales, el que tiene más poder de consumo es más valioso que el que no lo tiene. No es lo mismo un diario leído por mil ejecutivos que por mil indigentes.
El ABC tenía un anuncio promocional para atraer anunciantes recordando que es el más leído por ejecutivos y hombres de negocio; el mensual Mundo Obrero del Partido Comunista de España no creo que capte muchos anunciantes recordando que es el más leído por sindicalistas o metalúrgicos que cobran el salario mínimo. Por eso El Corte Inglés se anuncia en la prensa y Carrefour reparte folletos en los buzones.
La publicidad también desencadena una disminución del nivel cultural de los contenidos, hace que se recluten audiencias como sea, incluso apelando a los elementos más miserables de la naturaleza humana. Si nos fijamos bien, comprobaremos que lo que venden los medios no es buen contenido informativo, ellos venden audiencias, nos venden a nosotros a las agencias de publicidad.
Pero además es falsa la afirmación de que los anunciantes no tienen ideología; en la primavera de 2008 la cervecera Heineken y el grupo de seguros Ocaso retiraron en España su publicidad de la cadena de televisión La Sexta en protesta por sus programas de humor que criticaban a la Iglesia.
En otras ocasiones el presupuesto millonario de un anunciante sirve no sólo para publicitarse sino también para asegurarse de que no aparecerán noticias negativas de su empresa. Difícilmente podremos encontrar una noticia negativa sobre El Corte Inglés en los medios españoles, que le deben 151 millones de euros anuales en publicidad.
Es fácil comprender que no pueden convivir en un diario un artículo de opinión que pida la nacionalización de la banca si todos los días se anuncia el BBVA, el cual, probablemente, puede ser también accionista, o al menos ese medio necesitará un préstamo de algún banco.
Fuente: DESINFORMACIÓN, Cómo los medios ocultan el mundo (PASCUAL SERRANO)
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