Armand Jean du Plessis (París, 9 de septiembre de 1585 – ibídem, 4 de diciembre de 1642), cardenal-duque de Richelieu, duque de Fronsac y par de Francia, adoraba a los gatos. En general, la literatura y el séptimo arte no nos dan un retrato favorable del cardenal. No hay más que leer “Los tres mosqueteros”, de Alejandro Dumas, y ver las películas basadas en la novela (unas quince en total – sin contar las series y los telefilms – la primera de 1921 y la última de 2011) para descubrir que los buenos de la historia son D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis. El cardenal no es malo, es malísimo. No vamos a defender aquí al cardenal Richelieu, aunque pensamos que no debió ser tan cruel y retorcido como nos lo pinta Dumas. Lo que sí sabemos es que amaba a los animales y particularmente a los gatos.
Richelieu y sus gatos
Al morir tenía 14, nada menos. Conocemos el nombre de todos y cada uno ya que en su testamento especificó que dejaba una pensión para que dos criados, Abel y Teyssandier, se ocuparan de ellos hasta que fallecieran los mininos. Desgraciadamente, nadie respetó esta parte del testamento y preferimos no pensar qué fue de sus espléndidos gatos angora turcos, una raza que, por cierto, ya no está de moda.
Sus gatos se llamaban “Soumise” (Sumisa), la favorita del cardenal; “Félimare”, un atigrado; “Lucifer”, de color negro y el más travieso; “Ludovic-le-Cruel” (Ludovico el Cruel), tremendo cazador de ratones; la polaca “Lodoiska”; “Mimi-Piaillon”; “Serpolet” (Tomillo); “Mounard-Le-Fougueux” (Mounard el Fogoso); “Racan” (el nombre de un académico francés) y “Perruque” (Peluca), de los que la leyenda cuenta que nacieron en la peluca de dicho académico, algo muy dudoso; “Gazette” (Gaceta), la más curiosa; “Rubis-sur-l’ongle”, que significa “pagar a toca teja”, y finalmente “Pyrame” y “Thisbé” (Príamo y Tisbe), llamados como los amantes griegos porque siempre dormían juntos.
Alexandre Landrin, en su tratado “Le Chat”, escribió: “En el caso de Richelieu, la afición a los gatos era una manía; cuando se levantaba por la mañana y cuando se acostaba, siempre estaba rodeado por una docena de gatos con los que jugaba y disfrutaba mientras observaba cómo saltaban y retozaban. Había reservado una habitación para ellos, y dos criados, Abel y Teyssandier, acudían mañana y tarde para alimentarlos con patés elaborados con pechuga de pollo”.
Vincent Price en la película “Los tres mosqueteros” (1948)
Gaston Percheron, que también escribió otro libro titulado “Le Chat”, dice: “La historia nos cuenta que Richelieu acariciaba a varios gatos con una mano, mientras con la otra firmaba la ejecución del marqués de Cinq-Mars”. Desde luego, se sabe que sus gatos le acompañaban a su despacho y que estaban presentes cuando recibía a embajadores y otros personajes importantes. Incluso se ha llegado a decir que se llevaba a algunos cuando viajaba.
Sin embargo, sorprende que Moncrif, en su libro sobre gatos (ver la entrada sobre este autor), y sabiendo que se documentó mucho, no mencionara el amor que su eminencia sentía por los gatos…