“¿En la vida real tú crees que son tan felices como nosotros?” Se preguntan una de las parejas protagonistas de Modern Love. Y yo tras cada episodio he sentido el vacío al preguntármelo. La serie ha coincidido con la lectura de los relatos de Dorothy Parker, Una dama neoyorkina; así que he pasado unos días ordenando todas las espinas, como decía Lara Moreno en Tuve una jaula. Ordenar las espinas y ponerle nombres propios a la melancolía, a la soledad, a la tristeza o a la ilusión. Darles nombre para poder tutear y así identificar si son reales o si solo forman parte de un episodio más.
¿Nos aman como merecemos, como deseamos, como necesitamos? “Los tiernos nunca están a salvo, por más recta que sea su ruta, por más inocente que sea su destino”. Los tiernos. Los que sufren, los que esperan, los que van de puntillas para no molestar. Parkerdijo que no están nunca a salvo, cierto, siempre al borde del precipicio aunque tengan el camino marcado, aunque cumplan normas y sean estrictos tras los muros. Los protagonistas de la serie también son de esos tiernos. De los vulnerables que se rompen, de los que no saben querer o que los quieran. De los que cuando aprenden a querer ya es tarde, de los que no saben cuidar y el tesoro desaparece. De los que recuperan un recuerdo, una pasión, y destruyen el amor que estaba junto a ellos en el sofá. Porque a veces los fantasmas son más veraces que la carne y hueso que comparte nuestra cama. Porque a veces un pequeño destello que nos haga sonreír puede cambiarlo todo, hasta a los tiernos.
Magalí Etchebarne escribía en su relato Jinete experto que “las mañanas como esta en las que se queda en su cama haciendo nada son como esperar el turno para vivir”. Recordé estas palabras de la argentina tras el tercer episodio de la serie. Una protagonista que se ausenta en su cama de la vida. Que se deja vencer, que se deja caer, que se olvida del mundo y se permite (o se castiga) pararlo todo. Porque hay veces que una espera el turno para vivir. Que aunque baile por la calle escuchando una música deliciosa no le toca el turno todavía. Es una de las tiernas. Porque aunque cante en el supermercado o luzca unos abrigos de ensueño o parezca que los ojos no le pueden brillar más; por dentro solo piensa en el refugio. Como dijo Parker, “… encontrar refugio. Allí, su corazón podía curarse de los golpes del mundo, y quedar entero para su propia pena. Era una estancia suspendida por encima de la vida…” Un lugar donde esconderse y poder pensar si en el mundo real son tan felices, si saben querernos y nos cuidan como merecemos, necesitamos, deseamos. Donde curarse de los golpes del mundo.
Cuando una serie remueve al son de las páginas de un libro. Cuando la combinación nos da un mazazo y nos identifica en ambas. Cuando nos convertimos en personajes y analizamos cómo nos quieren, cómo nos cuidan, cómo nos atesoran, cómo nos protegen; o cómo no. Nos damos cuenta de que somos mujeres Parker porque como ella dice “la soledad es la salvaguarda contra la mediocridad y la severa compañera del genio. La consistencia es el duende de las mentes pequeñas.” No seremos genios, pero nos hace fuertes la soledad alejados de lo que duele. Seremos tiernos y esperaremos el duende de las mentes pequeñas. Tenemos salvaguarda, somos mujeres Parker.