Revista Diario
El verano pasado, cuando se presentaban por delante tres largos meses sin guardería empecé a estrujarme el cerebro pensando en cosas que hacer con mi hijo mayor. En la piscina no podía estar demasiado tiempo, se me iba a quedar como una uva pasa, y la pequeña no podía estar tanto tiempo expuesta al sol. En los parques a ciertas horas, a parte de que los pobres niños se charruscan los culetes al intentar subirse a algún columpio, las sufridas madres terminamos sudando la gota gorda. Total, que necesitaba más entretenimiento para estar en casa. Yo no soy partidaria de la tele, a mi ya no me gusta, así que tampoco quiero que mis hijos estén enganchados. Pero de la tele ya hablaré en otro momento. Y los juguetes que tienen también los agotan. En fin, que pensando pensando, pasé por delante de una papelería y vi colgados en una estantería unos bonitos paquetes de colores con gomets. Yo que me pensaba que eso sólo existía dentro de los colegios. Pues no, también se pueden comprar, ilusa de mí. Así que compré un paquete repleto de formas y colores. No sabéis lo que le gustó a mi hijo. Con un par de libretas y todos aquellos gomets, pasamos un montón de rato. Ahora que mi hija ya tiene más de un año también los ha descubierto viendo cómo su hermano hace soles, coches, casas, caras contentas, estrellas y un sinfín de cosas que salen de su imaginación. Con sus pequeñas maños rasca las puntas de los cuadrados o arruga un poco la hoja hasta que se sueltan por un lado y consigue cojerlos para pegarlos, más o menos, en una libreta. Cuando consigue que su dedo no esté también enganchado en la hoja aplaude con entusiasmo. Sean gomets o cualquier otra cosa, cuanto más simples son los juguetes de los niños más útiles y divertidos son para ellos porque les permiten hacer volar su imaginación. Es verdad que al principio tienes que hecharles una mano y enseñarles para qué sirven pero si insistes un poco, al final se dan cuenta de las posibilidades y con gomets, no tienes niños.