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Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester

Publicado el 07 enero 2024 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester
Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester

Editorial Círculo de lectores. 1.356 páginas. Novelas publicadas entre 1957 y 1962

De Gonzalo Torrente Ballester (Ferrol, 1910 – Salamanca, 1999) tenía comprados en casa dos libros: La saga/fuga de J. B. (1972) y Cuadernos de La Romana (1975), ambos de segunda mano y con una letra microscópica; sin embargo, pensé que la forma más adecuada de entrar en su obra era con su extensa novela Los gozos y las sombras, formada por El señor llega (1957), Donde da la vuelta el aire (1960) y La Pascua triste (1962). Además, una de mis compañeras de trabajo es Helena Torrente, sobrina del autor, y que forma parte de una fundación que vela por su memoria, y, desde hace tiempo, le tenía prometido leer a su tío. Este momento ha llegado en el verano de 2023, cuando –sobre todo durante el mes de agosto– suelo dejarlo reservado para leer una novela extensa, que, en la mayoría de los casos, supera las 1.000 páginas.

Ahora mismo, existe una edición de Los gozos y las sombras en un solo volumen, que vende la editorial Alfaguara, pero yo encontré, en la librería de segunda mano Ábaco (mi favorita de Madrid), una edición conmemorativa del treinta aniversario de la publicación de la tercera parte (1992), en tres volúmenes, con caja e ilustrada por Julián Grau Santos, por 15 €, lo que me pareció un gran precio, así que la compré. Empecé con ella a finales de julio y terminé a finales de agosto. Le he dedicado un poco más de un mes.

Los gozos y las sombras, pese a su fuerte unidad temática, apareció ante el público dividida en tres partes, El señor llega en 1957, Donde da la vuelta el aire en 1960 y La Pascua triste de 1962.

De entrada, voy a comentar que en Los gozos y las sombras existen dos narradores: un narrador en tercera persona, que contará una historia de forma lineal al lector, durante más de 1.300 páginas (es decir, durante más del 98% del total), pero también existe un narrador coral (habla de sí mismo en primera persona del plural), que ocupa unas 30 páginas del libro. Este segundo narrador aparece en las primeras páginas de El señor llega, no lo hace en la segunda parte, y en tres cortes de La Pascua triste, al principio del libro, en el medio y al final. La aparición de este segundo narrador coral –que se correspondería con la voz colectiva de la clase acomodada de pueblo Pueblanueva del Conde, lugar donde se desarrolla la acción– está mostrada mediante letra bastardilla en el texto.

El primer narrador se correspondería con la figura del escritor, que acompaña a los personajes de cerca, saltando de una escena a otra; y la voz colectiva marcará tránsitos de tiempo más largos que los anteriores. Es decir, mientras que en el ritmo normal de la novela se narra el día a día de los personajes, de los que se siguen sus andanzas durante días, en la segunda voz se amontonan los meses y el lector podrá saber, a grandes rasgos, cómo ha avanzado la trama de la historia, cómo han sido sus momentos valles, momentos en los que el lector ha de considerar que el narrador principal no consideraba importante registrar con minucia.

La acción narrativa de la novela va desde los últimos meses de 1934 hasta la primavera de 1936. Torrente Ballester va a usar de fondo para contar su historia los últimos años de la segunda república española, el llamado «bienio radical-cedista» donde gobierna la CEDA (derecha), una vez que ha tenido lugar la «Revolución de Octubre» de 1934 y el periodo que va desde el triunfo en las elecciones de febrero de 1936 del Frente Popular (izquierda) hasta las puertas de la guerra civil. La cada vez más radicalización política de la época se irá filtrando en la novela.

El título de El señor llega hace referencia a la llegada al pueblo gallego de Pueblanueva de Carlos Deza, de treinta y cuatro años, quien ha estado fuera de la localidad durante los últimos quince años. Carlos ha estudiado medicina en Viena, especializándose en psiquiatría, y allí ha conocido y tomado clases del mismísimo Sigmund Freud. En la novela, Torrente Ballester no parece hacer distinción entre las profesiones de psiquiatra y psicología. La madre de Carlos, recientemente fallecida, tuvo que realizar un gran esfuerzo para que su hijo pudiera llegar a ser médico, una profesión por la que Carlos no siente pasión, sino que lamenta que, en toda su vida, se ha sentido dirigido por la voluntad de otras personas (sobre todo por la de su madre y luego por la de una amante). Su padre es un personaje ausente, que abandonó a la madre y al hijo, en la infancia de éste. Ahora que la madre ha muerto, Carlos regresa (por un tiempo que, en principio, él considera que va a ser breve) al pueblo para arreglar sus asuntos y también invitado por un tema que considera freudiano: en la niñez, su madre tapió la puerta de una torre de la casa, que su padre había usado como despacho. Carlos siente ahora, ya adulto, la necesitad de saber qué se esconde tras esa puerta. En Villanueva va a entablar relación, en primera instancia, con Mariana Sarmiento («la Vieja»), una pariente lejana y protectora de su madre, que le acogerá en su casa hasta que decida qué va a hacer con la suya (cerrada desde hace años), y con su vida.

«El señor llega» también es una referencia bíblica: los habitantes del pueblo creen que, tal vez, Carlos Deza pueda hacer frente a Cayetano Salgado, un hombre de su edad, dueño del próspero astillero local, y que es el cacique de Pueblanueva. Además de poder contratar y despedir a su antojo a los trabajadores del pueblo, Cayetano es también el Don Juan local, que periódicamente se encapricha de chicas, que han de ceder a sus deseos sexuales, posición que hará que ellas o sus familiares consigan ventajas económicas. También ha conquistado a más de una mujer casada, y todos los varones del pueblo piensan que Cayetano los puede humillar cuando quiera convirtiéndolos en cornudos.

Carlos Deza es además uno de los últimos descendientes de los Churruchaos, que en el pasado habían ejercido el control de Pueblanueva como nobles rurales. Son varias las ramas de los Churruchaos que aún perduran –aunque ninguno de ellos conserve directamente este apellido–, los hermanos Juan, Inés y Clara Aldán (sumidos en la pobreza), el monje Eugenio Quiroga (que pinta imágenes religiosas) y Mariana Sarmiento, con familiares en París: Gonzalo Sarmiento y su hija Germaine.

Los Churruchaos son reconocibles por mantener algunas similitudes físicas: son pelirrojos, altos, huesudos y de grandes narices. Hasta la llegada de Carlos, la posición económica de Mariana Sarmiento funciona como un contrapoder de Cayetano: Mariana, además de ser dueña de tierras e inmuebles, es la dueña de los barcos del pueblo. En ellos emplea a unos hombres, que representan unas sesenta familias de Pueblanueva, fuera del control salarial de Cayetano. Aunque el negocio de los barcos no le da dinero, Mariana lo mantiene para que su rival no sea el dueño absoluto del pueblo. Además, los Churrichaos tienen el privilegio de poder sentarse en una iglesia, propiedad de doña Mariana, en un banco cercano al presbiterio; algo que desagrada a Angustias, la religiosa madre de Cayetano.

Aunque el pueblo tenía esperanzas de que Carlos Deza tuviera fuerzas para enfrentarse a Cayetano, pronto se mostrará como una persona indolente, que no desea plantar cara a nadie, alguien que tampoco tiene deseos de ejercer como médico o psicólogo, y que quiere encerrarse en su casa, medio en ruinas, para revisar los papeles de su padre y, tal vez, escribir un libro sobre Pueblanueva; pero también es alguien capaz de envolver a los demás con su dialéctica. Esto le dirá Carlos a Cayetano, cuando éste trate de contratarle como médico de sus astilleros: «No estoy dispuesto a que me consideres como uno de ésos, algo así como súbdito tuyo, ni tampoco como enemigo. Deseo permanecer al margen; ya lo sabes. Acabo de hablarte de mi libertad.» (pág. 188, libro I)

Sin embargo, Carlos Deza –personaje existencialista– que, en principio, parecía estar de paso por Pueblanueva se va viendo arrastrado por el ritmo vital del pueblo y su partida se irá retrasando, como en una especie de Montaña Mágica gallega.

Torrente Ballester ha querido simbolizar en el enfrentamiento entre los Currachaos y Cayetano un cambio de era. Los terratenientes, ricos gracias a la explotación de los recursos de la tierra y el mar, con aires nobiliarios, están en decadencia y tienen que abrir paso a una nueva época de burgueses industriales, representados por Cayetano y su astillero. Cayetano no se ha criado en la pobreza, puesto que su padre ya era el dueño del astillero, y él ha podido estudiar ingeniería en Inglaterra, pero sí que arrastra un complejo de clase contra los Churrachaos (en una escena significativa, Cayetano le echará en cara a Carlos que, cuando eran niños, cuando eran amigos, Carlos Deza y Juan Aldán fueron a visitar las ruinas del castillo de los Churrichaos y a él le dejaron fuera de la excursión por no pertenecer a su estirpe). Cayetano está convencido de que es rico gracias a su trabajo y su empuje.

En algún momento me ha chocado que Torrente Ballester dibuje a Cayetano, el cacique local, que actúa (sobre todo en su trato con las mujeres) como un reyezuelo medieval, como perteneciente a la ideología socialista. Es cierto que Cayetano, pese a la arbitrariedad con la que contrata o no en su empresa a los habitantes de Pueblanueva, es un empresario que cumple con los horarios laborales y paga mejor que la media del sector a sus trabajadores, a los que piensa que ha de tener contentos para que rindan más. En la segunda parte, hay algunos capítulos en los que la acción se traslada de Galicia a Madrid, y cuando alguno de los personajes de Pueblanueva le explique la ideología de Cayetano a un profesor de universidad madrileño, simpatizante socialista, éste dirá que estas cosas solo pueden pasar en España.

Aunque Carlos ha mostrado su deseo de permanecer al margen de las guerras locales, el enfrentamiento con Cayetano se hará inevitable, propiciado por las relaciones que ambos establecerán con algunas de las mujeres de la localidad.

En la novela se muestra más de una situación machista, propiciada principalmente por la mirara de Cayetano sobre las mujeres de Pueblanueva, a las que considera como una propiedad de la que puede disfrutar a su antojo. Sin embargo, la mirada del narrador es crítica con estas situaciones. Torrente Ballester dibuja en su novela a personajes femeninos fuertes; empezando por Mariana Sarmiento, que llegará a decir: «No me importa nada, más que la libertad, y sabía que al casarme con quien fuese, la perdería.» (pág. 140, Libro I). Mariana es una mujer moderna, adelantada a su tiempo y a las costumbres locales, que, en más de un momento, será mostrada por el narrador con rasgos masculinizantes. Otro personaje femenino fuerte será Clara Aldán, uno de los personajes más memorables del libro, una joven atractiva y vista por el pueblo como «una perdida», por su pobreza y por las faltas de respeto que tiene que soportar de algunos de los habitantes del pueblo.

A diferencia de lo que solía ser habitual en la novelística del siglo XIX, el narrador de Los gozos y las sombras no interviene de forma directa en el texto. A veces describe, con ligeras pinceladas los pensamientos de los personajes, pero no al nivel de introspección de los escritores del XIX. En gran medida, Torrente Ballester dejará que sus personajes se definan a través de sus palabras. La novela es muy rica en diálogos significativos. En este sentido, la mirada del autor es bastante cinematográfica. No es de extrañar que RTVE hiciera una serie de éxito con esta novela, porque es un texto que invita a ello.

El lenguaje es de ritmo ágil, de estirpe barojiana, y es de destacar la riqueza de vocabulario, que describe realidades rurales o del mundo de la pesca.

Considero que la descripción del clima cumple una función simbólica en la novela. Carlos Deza lleva a Pueblanueva envuelto en lluvia, frío y niebla y éste será el telón de fondo de los dramas desarrollados en la historia. De hecho, una de las escenas claves del libro –que será fundamental en la trama– tiene lugar durante una borrasca en la que los barcos de doña Mariana no pueden salir a faenar.

Donde da la vuelta el aire comienza al día siguiente que finaliza El señor llega, y en él sigue el invierno. La Pascua triste comienza con el narrador plural (marcado con letra bastardilla) adelantando unos meses, en los que la historia se salta, y resume, lo que ocurren en la primavera y el verano de 1935, y hace comenzar otra vez la acción cuando llega el mal tiempo, a finales de 1935. La excepción al tema climatológico se producirá solo en el último tramo de la novela, cuando sí se vea algún día soleado en Pueblanueva en la primavera de 1936, que parece marcar la calma justo antes de la tormenta histórica.

La novela está escrita en tono realista, que puede recordar a la obra de Benito Pérez Galdós, y en algunas descripciones de personajes a vuelapluma también se puede sentir la influencia de Pío Baroja. Me han encantado unas cincuenta páginas centrales de Donde da la vuelta el aire, en las que la acción se traslada a Madrid. En pleno 1935, en estas páginas ambientadas en la capital se dejan ver las tensiones políticas, y los enfrentamientos callejeros, que van a conducir a la guerra civil menos de un año después. En Pueblanueva, más detenida en el tiempo, las tensiones políticas parecen más lejanas.

Los gozos y las sombras es una novela realista, pero, sin embargo, contiene algunos pequeños detalles en los que ese realismo queda un tanto diluido, al estilo semifantástico de los escritores gallegos. Así, por ejemplo, Carlos Deza, pese a su ateísmo, cree, en algún momento, sentir la presencia cercana del demonio, o Paquito el Relojero, el loco oficial del pueblo, cada primavera siente la llamada de iniciar un viaje hasta otra localidad cercana, en la que se encuentra con otra loca, con la que comparte una pasión amorosa en el bosque, y luego regresa siempre a Pueblanueva.

Los gozos y las sombras, pese, como ya he dicho, ser una novela realista, no es puramente costumbrista, ya que los estudios de Carlos Deza en Viena y la carga mental del personaje, la adentran en algunos presupuestos del sinsentido existencialista.

El narrador principal, sobre todo al principio, sigue las andanzas de Carlos Deza, pero, según avanza la novela, su mirada se detiene sobre otros personajes y Carlos sale del foco principal. Me parece magistral el control que tiene Torrente Ballester sobre un gran número de personajes, que puede superar la treintena.

Es frecuente encontrarse con Los gozos y las sombras en las listas de mejores novelas españolas del siglo XX, una inclusión que me parece plenamente justificada. Hace unos meses grabé para mi canal literario en YouTube Bienvenido, Bob un vídeo en el que proponía una lista con mis 10 novelas españolas favoritas. Si lo volviera a hacer ahora, creo que encontraría un hueco en ella para Los gozos y las sombras, una grandísima novela que se va directa a mi lista de «mejores lecturas del 2023».


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