Piense en los empresarios o grandes líderes de éxito. Son lógicos. Son racionales. Ante la crisis o el peligro o incluso la incompetencia permanecen con sus ojos de acero, centrados y en el punto. Ellos no se enojan o por lo menos no muestran su ira. A menos, claro, que sea Steve Jobs o Jeff Bezos o Bill Gates o Larry Ellison o… A la mayoría de nosotros nos enseñaron que la única manera de dirigir con eficacia es eliminar, o tragar y esconder, emociones como la ira y la frustración. ¡Error!
Los grandes líderes SÍ demuestran sus emociones
Según una investigación realizada por los expertos Henry Evans y Colm Foster, expertos en inteligencia emocional y autores de “Step Up: Lead in Six Moments That Matter”, las personas y los equipos de mayor rendimiento “golpean” ligeramente y expresan todo el espectro de sus emociones. Evans y Foster dicen que la ira es realmente útil cuando se aprovecha y cuando se controla, ya que crea dos comportamientos útiles: foco y confianza.
1. La ira crea foco.
Cuando uno se enoja tiende a centrarse en una cosa: la fuente de la ira. Así no se distrae ni siente la tentación de realizar varias tareas. Ese grado de enfoque puede ser muy poderoso.
2. La ira genera confianza.
La inyección automática de adrenalina aumenta los sentidos y reduce las inhibiciones. La cólera, en pequeñas dosis, puede ser la chispa que ayudará a comenzar.
Pero hay un gran problema con enojarse: cuando se está enojado es fácil hacer y decir cosas que luego lamentamos. Es por eso que la clave para el aprovechamiento de la ira es encontrar una manera de mantener el control, mientras se está enojado. Expresar los sentimientos no sólo ayuda a mantener la concentración sino que ayuda al equipo a mantenerse enfocado. La ira puede llevar a lugares insospechados si es usada correctamente.
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