Si estás en una montaña nevada es probable que temas que el eco de un grito provoque una avalancha y te mate, siendo este un imprevisto indeseable y poco conveniente. Sin embargo, esto es poco probable, no por tu resistencia especial, porque alguien se moleste en rescatarte o porque no vayas a pisar una montaña en tu vida, sino porque nuestros pulmones carecen de la potencia necesaria para impulsar el aire requerido para proferir tal vozarrón.
Habitualmente, las avalanchas de nieve polvo, aquella que se deposita con temperaturas inferiores a los -5ºC, se producen durante o después de las tormentas al acumularse lenta pero uniformemente la nieve. También pueden iniciarse avalanchas por las perturbaciones por el paso de esquiadores, snowboarders y vehículos; las ondas de choque de las explosiones, incluidas las explosiones sónicas de aviones militares que vuelen a baja altitud; el acercamiento o aterrizaje de helicópteros e incluso los terremotos.
La onda sónica de 120 decibelios de un avión a reacción a 60 metros produce una presión de 20 pascales. No obstante, pueden alcanzar presiones súbitas 10 o 25 veces superiores, provocando avalanchas ocasionalmente. En el caso de los helicópteros, la presión se reduce a 10 pascales como máximo. En contraste, una carga de 2,5 kg a 1 metro sobre la superficie ejerce unos 1500 pascales. Un esquiador o snowboarder puede ejercer un estrés dinámico de entre 200-1200 pascales, dependiendo de las condiciones de la nieve y la profundidad de la capa más débil de nieve. En cambio, con su voz solo puede ejercer 2 pascales de presión como máximo. Dado que se requiere al menos unos 200-500 pascales de presión súbita para provocar un alud en un cúmulo inestable.
- Reuter, B., & Schweizer, J. (2009). Avalanche triggering by sound: myth and truth. In Proceedings of the international Snow Science Workshop (pp. 330-333).