Edición: Impedimenta, 2012 (trad. y postfacio de Roberto Frías)Páginas: 452ISBN: 9788415130444Precio: 19,95 € (e-book: 9,49 €)Los habitantes del bosque (1887) forma parte del conjunto de novelas que Thomas Hardy (Dorchester, 1840-1928) desarrolló en un condado imaginario de la campiña inglesa que bautizó como Wessex, inspirado en su Dorset natal. Entre estas obras también figuran títulos como Lejos del mundanal ruido (1874), Tess la de los d’Urberville (1891) y Jude el oscuro (1895), libros a caballo entre el retrato social de la literatura victoriana y el psicologismo de la narrativa posterior, unos rasgos que hacen de Hardy un escritor bastante singular. Los habitantes del bosque ha permanecido inédita en castellano hasta hace poco más de un año, cuando Impedimenta la recuperó con una cuidada traducción anotada de Roberto Frías.La novela utiliza el clásico triángulo amoroso para narrar una historia que tiene como trasfondo los conflictos de clase. Grace Melbury, la hija de un maderero acaudalado, regresa a la pequeña localidad de Little Hintock después de recibir una educación exquisita. En el pueblo se reencuentra con Giles Winterborne, un trabajador que, por unas cuentas pendientes con su familia, estaba destinado a ser su esposo. Sin embargo, ahora Grace ha cambiado: es una chica refinada y culta, y su padre quiere que prospere, algo que parece incompatible con este hipotético matrimonio. Además, entra en escena un nuevo vecino: el joven doctor Edred Fitzpiers, un forastero que utiliza métodos curativos extraños y pasa las noches devorando libros de filosofía. En realidad, hablar de «triángulo» simplifica demasiado el argumento, puesto que también destacan otras dos mujeres: Marty, una chica humilde que está enamorada en secreto de Giles, y Felice Charmond, viuda del señor de la zona, una dama rica, vanidosa y solitaria que se aprovecha de su posición para conseguir lo que quiere.Como se puede suponer, ningún personaje elige el camino fácil: todos se enamoran de la persona equivocada y se produce un embrollo de repercusiones trágicas. Los perfiles psicológicos de los protagonistas invitan a reflexionar acerca del determinismo que los orígenes y el estilo de vida ejercen sobre el individuo: ¿quién es el mejor marido para Grace: el chico sencillo de su pueblo o el foráneo con inquietudes intelectuales? La joven se mueve entre dos aguas: su educación la hace fina en exceso para un hombre como Giles, pero el hecho de ser hija de un maderero resulta insuficiente para un médico aristocrático. La oposición entre humildad y riqueza, entre trabajo de campo y alta cultura, es una constante en esta novela; y Hardy, él mismo entre dos mundos (era hijo de un maestro albañil y trabajó en la construcción hasta que se consagró a la literatura), no se casa con ningún bando, lo que le permite lanzar una crítica social de lo más completa: por un lado, ridiculiza las lecturas trascendentales mal digeridas del doctor Fitzpiers y los abusos de poder de la señora Charmond; por el otro, discute el anhelo del señor Melbury por querer ascender de clase social utilizando a su hija como moneda de cambio. También plantea el tema de las dificultades para conseguir el divorcio desde la perspectiva de la mujer.Tal y como explica Roberto Frías en el postfacio, cuando se publicó por primera vez recibió elogios, pero hubo críticas por la dudosa moralidad que representa: algunos personajes actúan por meros impulsos sexuales y no hay una recompensa final para los «buenos». Hardy defendía la exposición sincera de las ideas más extendidas de la época, y su medio de llevarlo a cabo era la tragedia, porque en ella confluyen las pasiones tachadas de inapropiadas. El marco del campo no es casual ni simplemente decorativo, puesto que la obra de este autor se enmarca en el darwinismo y equipara los estímulos de los personajes a los de la naturaleza. Merece una mención el uso que hace del bosque, lugar en el que se producen encuentros y sucesos fundamentales, como si se tratara de un bosque de ecos medievales; y de los rituales, como el solsticio de verano, en relación con la evolución de las tramas personales.
Thomas Hardy
En suma, Hardy construye una historia redonda, contada con un estilo descriptivo, ameno y erudito a la vez (son frecuentes las referencias a los filósofos idealistas alemanes, como Schopenhauer). Abundan las escenas de carga simbólica importante, como la coincidencia de tres mujeres con algo en común (Grace, Felice Charmond y Suke, una chica del pueblo) en una habitación, el paralelismo entre Grace y la señora Charmond al cuidar de dos heridos o el hecho de comenzar y terminar la novela con el mismo personaje (Marty) sin que este sea un protagonista. Por otra parte, Hardy es un escritor con un gran sentido del ritmo narrativo, por lo que transmite sus ideas buscando el disfrute del lector, maneja los hilos para crear intriga capítulo tras capítulo, fijando detalles que en algún momento cobrarán sentido. Los habitantes del bosque se convierte de este modo en un círculo cerrado, una obra en la que el destino de los individuos queda perfectamente delimitado en las manos del narrador, que deja bien claro su mensaje: por mucho que se luche por romper los límites preestablecidos, al final todo vuelve al sitio que le corresponde, aunque alguien tenga que pagarlo con su vida.