Aunque se dice que la falta de sueño en los seres humanos y los animales puede llevar a la obesidad, presión arterial alta y una reducción en su expectativa de vida, hay pruebas que las personas con I.Q. alto tienden a ser más activos durante la noche y duermen más tarde.
Una amplia investigación de Satoshi Kanazawa y sus colegas de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres han descubierto diferencias significativas en las preferencias del sueño-tiempo entre las personas dependiendo de su coeficiente intelectual.
Las personas con mayor coeficiente intelectual son más propensos a ser noctámbulos, mientras que aquellas con menor coeficiente intelectual tienden a restringir sus actividades en el día – prefieren ir a la cama temprano y ser madrugadores.
Según Kanazawa, nuestros ancestros eran por lo general diurnos, pero un cambio hacia actividades nocturnas es un “una nueva preferencia evolutiva” del tipo de persona que normalmente se encuentran entre individuos más inteligentes, lo que se refleja en un mayor nivel de complejidad cognitiva entre las personas que ejercen una ocupación, profesión, religión o manera de vivir.
Sin embargo, no todo está bien con los que se queman las pestañas. Las personas que están dispuestas a quedarse hasta tarde son menos fiables y más propensas a sufrir de depresión, adicciones y trastornos de la alimentación, en comparación con los madrugadores que son relativamente más conscientes.
Aparentemente las preferencias de sueño en algunos casos obedecen a factores genéticos. Por ejemplo, en el caso de los animales: las vacas duermen con los ojos abiertos, algunas aves pueden dormir durante el vuelo o de pie, los delfines duermen con la mitad del cerebro despierto y los murciélagos necesitan 19,9 horas de sueño cada 24 horas.
Fuente: asylum