Mandela ha muerto. ¡Que viva Mandela!
Habido sido puesto en prisión por décadas por querer liberar su nación del apartheid y la injusticia racial. Luchó contra el legado de coloniaje y racismo que aún tiene efectos nocivos en muchas partes de Africa, y fue mas que un hombre: un héroe internacional que inspiró a toda la humanidad, un tipo de mesías popular, del tipo que toda nación ha soñado tener en algún momento. Pero el fue real. Cumplió su promesa, dio un ideal que la gente por siempre recordará. Hizo historia.
Mandela estableció un nuevo estándar en el discurso de lo que en mi clase de literatura francesa se llama la négritude, esa negrura y africanía que es un constructo político, espiritual y cultural complejo y variado. Que es tambor y fusil. Porqué es la négritude tan amenazante e intimidante para algunos ... y tan redimidora y liberadora para otros? Porqué es y DEBE ser tan política la négritude? Será por su historia? Y porqué es tan importante aún hoy la négritude, que hasta los que no son negros tienen que hacer una estimación apropiada de su valor para nunca subestimarla?
En las primeras horas viviendo en un mundo post-Mandela, aprendí que la República Dominicana había pasado una ley para desheredar a sus ciudadanos de ancestros haitianos, algunos cuyas familias han estado en la República desde los 1920's. La nación de habla hispana ganó su independencia, no de España, sino de Haití, y desde entonces ha intentado afirmar una identidad separada de la otra mitad de la isla, separada de la única nación con la que comparte una frontera.
Es innegable y natural que, ya que comparten la isla, muchos dominicanos tienen herencia haitiana. Pero la ley que acaban de pasar es incompatible con los estándares internacionales de derechos humanos y nos hace preguntarnos porqué Haití es una fuerte de tan profunda vergüenza. ¿No deberían estos haitianos-dominicanos sentir orgullo de haber surgido de la primera nación negra libre, de la primera rebelión esclava exitosa en la historia del mundo?
La historia de Haití nunca ha sido placentera. Nunca tuvieron un Mandela, o un mesías nacional en su historia de algún tipo. Todos sus líderes han sido tiranos. Arístides pudo aliviar algo del daño hecho, pero de ningún modo construyó una utopía. Ni siquiera llevó al país a la normalidad de tener una robusta clase media: Haití es el país mas pobre del hemisferio.
¿Será la pobreza? El espectro de la pobreza, con sus fantasmas cónsonos del crimen y el analfabetismo, ciertamente acechan la identidad misma de este pueblo, la mayoría de cuyos ciudadanos nunca han podido emerger de la pobreza
¿Puede gente elegir no ser pobre cuando serlo es todo lo que conocen? ¿No tienen que re-aprender su identidad entera? ¿No es esto un proyecto a largo plazo que requiere de nuevos modelos?
El desdén que nace de las divisiones de clase (y sabemos que la frontera entre las divisiones de clase y las de raza nunca han estado claras), y la agenda de las clases dominantes, está tan esparcido por la cultura, la siquis y la lengua que a penas nos damos cuenta. Solo hace poco aprendí que la palabra inglesa needy (necesitado) comparte raíces semánticas con la palabra naughty (malvado); que la pobreza y la maldad son compañeros tan inseparables en el discurso común que, siempre oscilando en las mismas esquinas sospechosas, adquirieron una identidad compartida, una misma palabra. El necesitado ha de ser objeto de misericordia, el malvado objeto de oprobios, pero el sentido de una palabra se esconde detrás de la semántica de la otra.
¿Y si nos rebelamos contra el idioma, contra los significados? ¿Y si en lugar de tener piedad de los pobres o repudiar a los malos, empezamos a mirar la humanidad en esta amalgama de esquinas sospechosas y empezamos a resolver la pobreza desde sus raíces? ¿Y si decidimos no producir mas gente pobre? ¿Y si pudiéramos abolir la corporatocracia y elevar el salario mínimo ... a nivel global?
¿Y si diéramos una segunda mirada al pobre y empezáramos a indagar en sus narrativas de esclavitud, de exilio, de cadenas, de negación de oportunidades de educación, de apartheid, de négritude, de oportunidades negadas, de vivir bajo tiranos?
No se puede borrar la historia pero hay una narrativa de redención en Mandela, una narrativa de reconciliación donde desconfianzas, odios y hostilidades mutuas fueron exitosamente caducadas y exiliadas del cánon para crear caminos nuevos y forjar una identidad nacional nueva, con nuevos símbolos, con un reinventar completo del paradigma de Sud Africa, nada menos. Mandela, entre todos los hombres, entendió la dinámica por medio de la cual la necesidad desmoraliza, vio cuan peligrosamente se acerca el pobre de ser malvado, y resistió la tentación. Supo cuanta estámina moral se requiere para batallar contra la erosión de nuestra moral cuando nos hastía la opresión institucionalizada.
Mandela ha muerto. ¡Que viva Mandela! Nosotros en el Nuevo Mundo deberíamos hoy mirar hacia Africa en busca de inspiración y esperanza ... para variar.Soy terrícola, secularista y humanista.