Revista Cultura y Ocio

Los hermanos de nuestros antepasados

Publicado el 08 mayo 2017 por Antonio Alfaro De Prado @genealogiah

Al elaborar nuestro árbol genealógico solemos guiarnos por un criterio de investigación puramente vertical, es decir, avanzamos intentando completar en cada generación tan solo el nombre de los antepasados directos. No obstante, sin pretenderlo, los documentos nos irán mencionando los nombres de otros familiares colaterales; hermanos, tíos, sobrinos… Datos que en algunos casos incorporaremos al relato familiar y en otros serán ignorados.

Ahora bien ¿y si en un momento dado quisiéramos conocer precisamente quienes fueron los hermanos y otros parientes cercarnos de nuestros ancestros? Los motivos pueden ser diversos, quizás nuestro apellido coincide con el de algún personaje famoso que pudiera ser pariente. O tal vez nos gustaría identificar ramas familiares de las que alguien nos habló pero que no sabemos si realmente existieron. También surge la curiosidad al contactar con posibles primos que quedaron en las tierras de origen de la familia o con los descendientes de los que emigraron… Son casos en los que nuestro esquema vertical  de investigación se quiebra, habrá que considerar otras alternativas, abandonando o complementando nuestras fuentes habituales.  Es un caso de estudio genealógico horizontal.

Antes de comenzar, seamos conscientes de que la búsqueda de hermanos presenta varias dificultades:

  • En el pasado era frecuente encontrar por matrimonio una cifra muy alta de nacimiento de hijos que, en la mayoría de los casos, venía acompañada de una mortalidad infantil igualmente elevada. Ello ocasionaba que un mismo nombre fuera impuesto a dos, tres o incluso más hijos sucesivos por fallecimiento de los anteriores. En consecuencia, la proporción media de hijos que alcanzaban la edad adulta respecto al número de nacidos era muchísimo menor que en la actualidad.
  • Relacionado con lo anterior, las complicaciones en los partos eran también motivo de fallecimiento de las madres, siendo causa de que muchos viudos jóvenes volvieran a casar posteriormente y a tener descendencia, algo que también puede dificultar nuestra investigación.
  • Un simple cambio de parroquia, y no digamos de población, pude ser causa de que desconozcamos toda una relación de hermanos nacidos antes o después de los registros que manejamos. Aunque no sea el único motivo que lo ocasione, prestemos atención al oficio del padre para valorar la posibilidad de que pudiera haber uno o más traslados a lo largo de la vida de la familia.
  • Y si tenemos en cuenta el estado de las comunicaciones en el pasado, no descartemos que algún hijo pudiera haber sido registrado/bautizado en poblaciones donde hubieran nacido accidentalmente.

Centrémonos ahora en qué recursos considerar para nuestra búsqueda. Lo primero será intentar concretar todas las circunstancias que rodean a la persona o familia sobre la que queremos ampliar el árbol. Fechas, lugares y demás circunstancias. Completada esta labor previa, planteémonos las siguientes opciones:

  1. A partir de una población de referencia, rastrear las partidas parroquiales de bautismo en los años en los que previsiblemente pudieran nacer hermanos. Intentemos estimar el año del matrimonio de los padres y consultaremos los registros de, al menos, los siguientes 20 años, para abarcar la posibilidad, tan frecuente, de que la madre hubiera casado muy joven. Revisaremos otras fechas cercanas sabiendo que a partir de un matrimonio conocido pudo haber previa o posteriormente otros enlaces, tanto de la madre como, con más frecuencia, del padre. Esta información la intentaremos completar con la consulta, en los siguientes años, de los libros de matrimonios, fallecimientos y anotaciones de confirmaciones que nos ayudarán a determinar cuales de los hermanos superaron la infancia. La parroquia, por regla general, estada directamente vinculada con el domicilio de los padres. Un cambio dentro de la población o la posibilidad de que se creara o desapareciera una parroquia debe ser tenida en cuenta.
  2. Revisar las partidas de nacimiento del Registro Civil. Opción válida sólo a partir de 1871 y que requerirá la cooperación del funcionario encargado de la custodia de los libros, algo que en muchos casos podrá ser un gran obstáculo. La consulta del Registro Civil tiene la ventaja de que recoge todos los nacimientos que han tenido lugar en una localidad, salvando el problema de que los hermanos se hubieran bautizado en diferentes parroquias (algo que puede ser muy habitual en las ciudades). En algunas poblaciones contaremos además con el Registro Civil antiguo (1841-70). Aún así, tengamos en cuenta que la relación podría ser incompleta ya que no hallaremos mención alguna a hijos nacidos en otras localidades.
  3. Consulta del testamento de los padres. Es éste, sin duda, del documento que con mayor fiabilidad nos mostrará la descendencia de una persona. Juega en contra el hecho de que desgraciadamente sólo una pequeña fracción de la población tenía recursos e interés por acudir a un escribano o notario. Las familias humildes ni se lo podían permitir ni tenía objeto que testaran, pero tampoco consideremos que sólo los grandes hacendados dejaron constancia de sus últimas voluntades. A veces, la existencia de algunos bienes o de un conflicto familiar era suficiente para que un pequeño comerciante o propietario testara. Los testamentos se incorporaban al archivo de las escribanías, cuyos fondos se transfirieron durante el siglo XX a los Archivos Históricos Provinciales. Por norma, el testador mencionaba su estado civil, la supervivencia o no de su cónyuge y detallaba rigurosamente el nombre de sus hijos, mencionando y reconociendo en algunos casos la existencia de otros extramatrimoniales. En el caso de que alguno hubiera fallecido dejando descendencia, se hacía constar este hecho y el nombre de los nietos o, al menos, el del hijo político que asumía su representación. También es frecuente encontrar en el testamento de los varones la circunstancia de que su mujer pudiera estar cinta, lo que implicaba el pleno reconocimiento del niño, quizás póstumo. Eso sí, los testamentos no suelen mencionar a los  hijos fallecidos sin descendencia. Por otra parte, conoceremos la relación de hijos de una persona a la fecha de testar, pero si no se otorgó poco antes de fallecer quizás pudiera haber tenido otros posteriormente. También hay que considerar que el viudo o viuda podría haber tenido hijos posteriormente, que serían medio hermanos de los mencionados en esta última voluntad.
  4. Consultar los padrones municipales o los parroquiales. Puede ser un buen recurso pero deberemos tener cierta fortuna ya que en algunas localidades se conservan numerosos censos y padrones mientras que en otras no hallaremos ninguno. En el primero de los casos puede que lleguemos a consultar una relación pormenorizada de todos los componentes de cada unidad familiar, lo que nos sería de enorme ayuda. Es difícil encontrar censos de este tipo antes del siglo XIX ya que previamente sólo se solía mencionar al cabeza de familia, sujeto de los impuestos que motivaban la elaboración de padrones. Otro documento interesante son los “padrones de cumplimiento pascual” que cada párroco elaboraba detallando los integrantes de sus familias feligresas; también suelen conservarse a partir  del XIX. Puede ser una advertencia obvia pero recordemos que estos documentos serán el testimonio de la situación familiar en una fecha determinada, por lo que podrían no aparecer algunos hermanos, por estar ya emancipados y/o no haber nacido aún.
  5. Revisemos con detalle cualquier documento a nuestro alcance aunque no sea estrictamente genealógico. Como hemos mencionado, será muy difícil hallar una relación completa y definitiva de los hermanos de una familia, pero sí es muy frecuente que la documentación nos acredite, de forma dispersa, los nombres de otros hermanos. La correspondencia familiar puede ser decisiva en este tipo de búsqueda pero no descartemos otras fuentes como las particiones de herencias, compraventas entre familiares, legados de parientes solteros, incluso esquelas o informaciones en periódicos, revistas, instituciones diversas…
  6. Investiguemos verticalmente la ascendencia de otros probables parientes. Si sospechamos que podemos tener relación familiar con otras personas que tienen o tuvieron un apellido idéntico al que investigamos, será en ocasiones más sencillo que intentemos descubrir su genealogía hacia el pasado para determinar si hay o no entronque familiar.

En conclusión, si nos formulamos la pregunta de si es fácil llegar a conocer con absoluta certeza quienes fueron todos y cada uno de los hermanos de una persona del pasado tendremos que decir que no. Sin embargo, si llegamos a consultar la mayoría de los recursos comentados sí llegaremos a obtener una aproximación, quizás no total, pero sí muy cercana del entorno familiar.

Antonio Alfaro de Prado


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