Retrato de Gottfried Scharff, Leopold Stein y Gerhard Thomas,
dedicado por el autor, Ludwig Emil Grimm, a sus dos hermanos
Ya metidos en el asunto de los cuentos populares, y aprovechando que estábamos por la zona, por qué no llegarse a la cercana Hameln (Hamelín, en castellano), la ciudad del famoso flautista o "cazador de ratas" como se le conoce por allí.
El monísimo hotelito que luce la enseña del Cazador de ratas
Y la estatua dedicada al flautista,
aunque nadie sabe a ciencia cierta si existió o no
Según dicen, los orígenes de la leyenda se remontan a 1284, cuando un personaje vestido de vivos colores se ofreció a liberar a la ciudad de la plaga de ratas que padecía. Hay que decir que Hameln se encuentra ubicada en un lugar idóneo para servir de eje comercial y por ella pasaba gran parte del grano que se producía en las fértiles llanuras del norte del país. Así, sin duda las ratas tenían con qué alimentarse. Pero, seducidas por las melodías del mágico flautista, acabaron todas precipitándose al río Weser. Que, como verán, no es precisamente un riachuelo.
La leyenda popular -de la que luego se harían eco los Grimm- continúa relatando el dramático retorno del despechado flautista, a quien no se le pagaron sus servicios, y que en venganza se llevó tras de sí a los niños del pueblo, de quienes no se volvió a saber. Una antigua inscripción en una de las casas del lugar recoge los hechos con gran exactitud:
"En el año 1284, en el día Juan y Pablo el 26 de junio
-un flautista vestido de todos los colores se llevó a 130 niños nacidos en Hameln -
se perdieron en el Calvario cerca de Koppen."
Por supuesto, hay todo tipo de explicaciones, con un grado bastante variable de verosimilitud que buscan ligar esta leyenda a un hecho histórico. Lo único cierto, sin embargo, es que el flautista y sus ratas han conseguido que la pequeña Hamelín sea conocida en todo el mundo. Y que en sus calles uno se tope con ratas en los lugares más insospechados.