Revista Cultura y Ocio
Tengo la sensación de que siempre llega un momento en el año en el que deseás que termine todo. O que haya vacaciones, o que algo suspenda el tiempo y, por tanto, todas las actividades que nos imponemos ante su majestad.
Éste es el momento para mí.
Por eso La Música es del Aire lleva varios días sin novedades y -por eso también- llega el post que todos esperaban y que, al menos una vez por año, arriba para salvar las papas de la falta de ideas (?): aquel en el que ustedes, queridos lectores, recomiendan a nuestro staff (yo) el disco que en este momento les ayuda a caminar a buen ritmo ese inexorable sendero que deriva en putrefacción y posterior deceso. Dicho de otra manera, quiero que me digan cuál es la música encerrada en un disco compacto (de los dos o tres que tengan) que les alegra este preciso instante de sus vidas.
Espero recomendaciones pero, como no soy tan egoísta, les cuento que el disco que me ayuda a bajar un poco el ritmo -o a acompañarlo con algo de entusiasmo- se llama Siamés y es el debut en LP de un novel grupo bonaerense llamado Los Hermanos McKenzie, que surgió del dúo conformado, precisamente, por los hermanos Cecilia y Nacho Czornogas (¡casi casi como el crack baldosero!) en el año 2008. Luego de un EP homónimo editado en 2009, a fines del año pasado debutaron con esta belleza de 12 tracks.
Vale destacar que en la actualidad los McKenzie son cinco y su sonido se ha ensanchado de manera notable, gracias al ensamble de instrumentos cálidos que conforman, además de Cecilia y Nacho (ella en la voz; él en guitarras, voces, saxos barítono y alto, clarinete, bajo, teclados y percusiones: sí, todo eso), Eric Brown (banjo), Daniel Digon (batería) y Marina Pérez (trompeta, bombardino, voces y guitarra acústica). Hay una clara disposición en Siamés: que todo suene diáfano, que cada instrumento interviniente tenga su voz. Es un disco riquísimo en arreglos, bien trabajado y de duración justa.
Y hablando de voces, en la voz de Cecilia puede estar la clave: aquella frase hecha de “es la voz para esa música” aplica perfecto para el caso, ahí su dejadez encanta y desestructura un poco la prolijidad de la banda (que esto no suene a una crítica porque no la es). Sin embargo, en los momentos instrumentales también se evidencia una soltura que me gustaría comprobar pronto en vivo (aún no pude verlos en directo), con los vientos predominando en la escena melódica y los demás construyendo texturas preciosistas.
Pueden escuchar, entonces, las canciones que me están alegrando los días: valses con aires folklóricos, pop contemplativo, riqueza acústica y tímbrica.
El padre McKenzie da un discurso que no escucha nadie, pero a los Hermanos… sí se los puede escuchar, y con gusto.
(Les toca seguir con los consejos a ustedes).