Revista Libros

"Los hermosos años del castigo", Fleur Jaeggy (1989)

Publicado el 24 diciembre 2010 por Joaquinvarela
Un Oceano di Silenzio scorre lento
senza centro né principio
cosa avrei visto del mondo
senza questa luce che illumina
i miei pensieri neri.
(Der Schmerz, der Stillstand des Lebens
Lassen die Zeit zu lang erscheinen)

Todos los que hayan oído la canción que comienza con  esos párrafos, la maravillosa Oceano di silenzio del maestro siciliano Franco Battiato, pueden tener una idea más o menos clara de si les va a gustar este libro de Fleur Jaeggy. 
Porque aunque me haya enterado hace no tanto de que Jaeggy tenía obra publicada, su nombre me sonaba hace más de quince años como autora de la letra de ese maravilloso himno a la calma que es el Oceano de Silencio, que musica de manera impresionante como casi siempre Franco Battiato.
La impresionante calma fría y belleza de esa canción es lo que de modo magistral recoge un título no menos bello: "Los hermosos años del castigo": Los recuerdos que la narradora cuenta desde la madurez de su estancia en el Bausler Institut en Appenzell, en el cantón suizo junto al lago Constanza, contados con una prosa acerada, intensa, de frases cortas y punzantes, casi agresiva porque llega directamente a tocar carne.  
Hay gente que lo resume mejor que yo: "Una prosa extraordinaria. Duración de la lectura: cerca de cuatro horas. Duración del recuerdo y de la autora: el resto de la vida" (Josif Brodskij, premio Nobel de  literatura 1987).
Y si todavía no les vale les pongo el comienzo. Allá ustedes:
A los catorce años yo era alumna de un internado de Appenzell. El lugar por el Robert Walser había dado muchos paseos cuando estaba en el manicomio, en Herisau, no lejos de nuestro instituto. Murió en la nieve. Hay fotografías que muestran sus huellas y la posición del cuerpo en la nieve. Nosotras no conocíamos al escritor. Ni siquiera nuestra profesora de literatura lo conocía. A veces pienso que es hermoso morir así, después de un paseo, dejarse caer en un sepulcro natural, en la nieve de Appenzell, al cabo de casi treinta años de manicomio en Herisau.

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