Por Fernanda Carrera
(Publicado en revista digital Matavilela, Guayaquil, el 4 de diciembre de 2013)
Gracias a la gentileza de una buena amiga pude ver Europa Report. Llegué al cine con las expectativas infladas, Sebastián Cordero es, desde “Ratas, ratones, rateros”, el pionero y el más talentoso de esta nueva ola del cine ecuatoriano, que tantas ilusiones y decepciones me ha sabido despertar. Esta incursión de Cordero en la ciencia ficción se divide en dos picos altos de inicio y final que rotularé por sus signos visibles: “Alien” y “Solaris”. Casi todas las películas de este género tienen algo de este par de creaciones: un poco de misterio, la amenaza de muerte personificada en algún bicho y las preguntas que en el espacio exterior surgen sobre el origen de la vida y otras cuestiones trascendentales pero a veces poco perseguidas. Quizás el estar suspendido en el espacio ayude a plantearse interrogantes que nunca serán respondidas. Creo que Europa Report tiene algo de las dos películas mencionadas, y es precisamente en estas dos referencias que yo encuentro lo que no me gusta de la película —destacando, eso sí, el inteligente dispositivo de edición y narración que constituye el contar la película a través de una serie de cámaras integradas al viaje, un sistema que marca además uno de los elementos importantes en el desarrollo de los personajes: primero el registro, después la vida. Si bien es cierto que el mérito, para mí, de la película estriba en este recurso, la moraleja final me resulta demoledora e innecesaria. Ya todos sabíamos que estos “Abdón Calderón” del espacio habían dado su vida por conocer el origen de la vida en ese planeta y quizás la causa primera de los seres humanos en la Tierra. No se sacrifican por la Tierra, por la patria o la bandera, sino por el origen de la vida. Creo que la película intenta acercarse a esta búsqueda sin elaborar mucho al respecto; ellos buscan las pruebas, sufren por ellas y mueren hasta que las encuentran. Es el nivel de subtexto, o subtextos, lo que busco y no encuentro en la película, precisamente porque se plantea preguntas sobre el origen en alguna parte de lo que nos precede. Me pregunto por la calidad de esas interrogantes. Resalto los que a mí criterio son los puntos fuertes: actuaciones, dirección de arte y el recurso que le da cuerpo a la película a través de la inteligente maniobra de montar imágenes del trabajo en la nave como reconstrucción documental de la tragedia. Creo que deberíamos estar de acuerdo en algo: ningún cineasta ecuatoriano había realizado algo parecido. Mis expectativas de terror —por eso cité a Alien— se desinflaron con el pulpo de la cabina, esperaba algo más elaborado en este monstruo. El silencio también comunica. Reconociendo el valioso trabajo de Sebastián Cordero, debo confesar que me quedo con el Cordero de “Rabia”, el que sigue el estilo de Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro, en una pelicula marcada por la impronta de “The Inocents”, relato genial en el que Debora Kerr, como siempre, impresiona, aterroriza y convence. Creo que esas influencias del cine latinoamericano lo convierten en un producto conmovedor algo basado en la tragedia ligada a su trama de pérdidas —me atrevo a aventurar, arriesgándome a cometer un error— históricas. Ante la odisea en el espacio prefiero mil veces la bellísima “Rabia”, donde Cordero retoma la historia de una casa que funciona como metáfora de un país de héroes derrotados. Y ese es el cine que me gusta ver a mí.Archivado en: Reseña Tagged: Horror cósmico, Sebastián Cordero