Revista Opinión

Los heroícos niños héroes de Chapultepec: una historia antiimperialista

Publicado el 30 noviembre 2018 por Santamambisa1

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El expansionismo yanqui por los diversos territorios de México durante la invasión de 1847 traería en el futuro la ocupasión de los estados de Texas, Nuevo México y California, invasión que siempre se camufló bajo la excusa de la protección de sus intereses en esta región fronteriza.

Esta forma de actuar de Washington hizo que en numerosas ocasiones, después de la proclamación de la República de Texas, en 1836, y de la anexión pura y simple de Nuevo México en 1845, las tropas yanquis invadieran la República de México, aprovechando una coyuntura de inestabilidad social y política.

En 1846, un ejército estadounidense de 8.000 hombres, bajo el mando del general Winfield Scott, invadió la República de México so pretexto de un enfrentamiento entre tropas mexicanas y estadounidenses en territorio de lo que fue Nueva España.

Después de batir al ejército mexicano en distintos puntos, la columna de Pilow se presentó ante el castillo de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847. De nuevo el cerro de Chapultepec volvía a ser escenario de un acontecimiento histórico.

La defensa, que corrió a cargo de 200 cadetes y 632 soldados del Batallón de San Blas, no pudo evitar la pérdida del bosque y el cerro, y la resistencia se trasladó al Colegio Militar. Los cadetes, en lucha cuerpo a cuerpo, resistieron heroicamente el asalto de las tropas norteamericanas, muy superiores en número. Tras sufrir graves pérdidas, los soldados norteamericanos consiguieron tomar la plaza. La tragedia de la derrota no pudo empañar la gloria del heroísmo sin par de unos jóvenes cadetes que prefirieron la muerte a entregarse al invasor.

Cadetes

Los seis cadetes, junto con parte de la guarnición de la Academia, tuvieron en jaque durante dos días al ejército estadounidense antes de perecer en la trágica batalla. Si bien hasta el momento se había atribuido erróneamente a Juan Escutia el acto heroico de haberse envuelto en una bandera mexicana y lanzado al vacío desde la azotea del Castillo, con objeto de que el enemigo no se apoderara de la enseña patria, en la actualidad todo parece indicar que el autor de este sublime acto patriótico fue Fernando Montes de Oca. Francisco Márquez, de 13 años.

El más joven de los cadetes muertos; Juan Escutia, joven subteniente de artillería; Juan Barrera, hijo del general Ignacio M. de la Barrera. Era miembro del ejército desde los 12 años. Tenía los grados de teniente y cayó defendiendo una batería a la entrada del bosque; Agustín Melgar. Desde el interior del edificio no cesó de disparar hasta que las heridas recibidas en su cuerpo lo hicieron desplomarse; Fernando Montes de Oca, en cuyo expediente reza: Muero por la patria al saltar por una ventana para incorporarse al resto de los alumnos.

Fue cazado por los norteamericanos que ya se habían adueñado de la azotea del Castillo. Indica la fuente que, según versiones, mortalmente herido este joven se envolvió en la bandera de México; Vicente Suárez, murió a los 14 años.

Consigna su expediente: “Muerto por defender la patria desde su puesto de centinela“.

Restos mortales

Los heroícos niños héroes de Chapultepec: una historia antiimperialista

Monumento a los niños heroes de Chapultepec

Hubo de transcurrir, más de un siglo para que los restos mortales de los seis jóvenes cadetes fueran descubiertos en el bosque de Chapultepec y reconocidos como tales oficialmente El 25 de marzo de 1947, dentro del bosque de Chapultepec, fueron colocados los restos de los cadetes que el pueblo mexicano llama respetuosamente Niños Héroes.

El 9 de septiembre del mismo año, el Congreso de la Unión reconoció oficialmente que dichos restos pertenecían a los mártires, y fueron guardados en la Sala de Banderas del Colegio Militar, en urnas de cristal con armazón de plata.

En la actualidad, sus restos descansan desde el 27 de septiembre de 1952 en el Monumento a los Niños Héroes, erigido en su memoria y situado al pie del cerro de Chapultepec. Dicho monumento es el resultado del trabajo conjunto del escultor Ernesto Tamariz y el arquitecto Enrique Aragón Echegaray.

(Con información de Ecured)


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