Revista América Latina

Los hijos del retorno chileno : presos de la memoria familiar del exilio, ausentes de la historia

Publicado el 11 mayo 2023 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

Los hijos del retorno chileno:
presos de la memoria familiar del exilio, ausentes de la historia

Fanny Jedlicki, IDEES, Univ. de Le Havre, Francia1
[email protected] 2014

Los hijos del retorno chileno : presos de la memoria familiar del exilio, ausentes de la historia


“Who controls the past controls the present
And who controls the present controls the future”

(George Orwell. En musica : Asian Dub Foundation – Memory War Lyrics2
)La historiografía chilena contemporánea es, como toda historiografía, objeto de tensiones y conflictos que notoriamente tienen que ver no sólo con posturas científicas sino, sobre todo, con lo que está en juego política y jurídicamente a través de la historia. En Chile ha
predominado durante mucho tiempo la negación de los crímenes cometidos por y bajo la dictadura pinochetista; aún hoy, esta negación no ha sido completamente superada y las reivindicaciones de memoria, justicia y verdad blandidas por los organismos de Derechos
Humanos siguen siendo maltratadas por las diversas acciones y declaraciones públicas que
regularmente apoyan a los responsables de los crímenes cometidos entre1973 y 1989.
Asimismo, la represión que sufren los organismos y militantes mapuches hoy día, como en el pasado, se inscribe en una larga historia dominada por el racismo, el ultraliberalismo y un modelo represivo al servicio de las élites conservadoras. Podemos mencionar también la represión sufrida por el movimiento estudiantil.
En esta ponencia haré hincapié en un grupo específico de víctimas de la dictadura militar, alrededor del cual se desarrolló mi trabajo de tesis: los hijos de retornados del exilio chileno.
Entre 1998 y 2003, durante mi doctorado de sociología, llevé a cabo una investigación cualitativa con un centenar de hijos de retornados, en la región Ile-de-France (alrededor de  Paris) y en Santiago de Chile.
Hoy me propongo mostrar la posición ambivalente y dolorosa que ocupan los hijos de retornados chilenos en diferentes espacios. En primer lugar, dentro de sus familias, puesto que son herederos de una memoria del exilio que sobre-determina sus trayectorias geográficas,
pero también sus identificaciones políticas y nacionales. Así, los hijos de los retornados han tenido que construirse, a menudo con dificultad, a la sombra de figuras paternas y maternas ambivalentes: víctimas sufrientes, por un lado, militantes heroicos, por otro. En segundo lugar,
la posición de estos jóvenes es problemática dentro de la sociedad chilena: ésta suele estigmatizar – y hasta rechazar íntegramente – a los retornados, a quienes asimila sus hijos.
Será el segundo punto que deseo desarrollar, para lo cual explicaré la hostilidad de la sociedad chilena al respecto de los retornados.
Notas: se entrevistaron unas 100 personas en Chile y Francia. Exiliados, retornados y sus hijos, que constituyen la mayoría de los entrevistados (70). Pertenecientes a la clase media en
mayoría, los padres eran exmilitantes del MIR, del PS y PC chilenos, se fueron en los años 70, cuando tenían entre 25 y 30 años. Un tercio de los entrevistados fueron presos políticos o
son hijos de ex-presos políticos. Los entrevistados han vivido el exilio en varios países del mundo, tanto en Europa, América latina, América del Norte, hasta África.
Se estima a 500 000 el número de exiliados chilenos durante la dictadura; 2.500 ejecutados políticos asesinatos políticos, cerca de 2.000 detenidos-desaparecidos y entre 300.000 y 400.000 detenciones y casos de tortura.
La memoria del exilio, memoria sobre-determinante
Las experiencias políticas y migratorias vividas por los padres, intensas y a menudo traumatizantes en un contexto de extrema violencia, los han marcado profundamente imprimiendo el dolor hasta en los hijos. Mi tesis mostró que los hijos de refugiados chilenos son los herederos de lo que he llamado una “memoria del exilio”, memoria que influencia poderosamente su construcción personal.
Es debido que explicite la noción de “memoria del exilio”. Esta hace referencia a un fenómeno que no reside únicamente en la transmisión familiar. De hecho, los hijos comparten y experimentan por sí mismos, de manera directa, el exilio y, algunos de ellos, el retorno. Sin
embargo, uso el término de “memoria” que apunta a sucesos pasados (en este caso la Unidad Popular, el golpe de estado y la represión política), todos ellos sobre-determinantes en relación a los recorridos familiares estudiados.
Desde mi punto de vista, el término de exilio da cuenta del conjunto de los sentimientos y representaciones ligados a la migración involuntaria y, por ende, tanto al desarraigo como a la derrota política, pero también a la militancia pasada y por venir. De este modo, el término
engloba tanto la culpabilidad de los sobrevivientes como la culpabilidad de los refugiados, que se encuentran “a salvo en el extranjero”. Engloba también el sentimiento de desposesión
de sí-mismo, y el de la pérdida de la capacidad de elegir (dónde vivir, cómo, dónde militar,etc.). Desde la antigüedad griega, la palabra “exilio” apunta a un castigo político, haciéndose eco en nuestro caso de los sufrimientos ligados a la represión pinochetista (desde la tortura al
encierro, desde la clandestinidad al refugio en embajadas y a la prohibición de retorno).
La idea de memoria, por su lado, reúne a la vez recuerdos individuales propios a cada uno y representaciones colectivas del pasado.
Estas son tanto más constitutivas cuánto más son
dichas, contadas, puestas en imágenes, en canciones y en discursos, es decir cuánto más circulan a través de la geografía y del tiempo, entre grupos comunitarios formados en el exilio, que por algunos de ellos se reúnen todavía hoy en día.

La memoria está atravesada por emociones y sentimientos intensos, a veces dolorosos, a veces exaltantes (recuerdos relativos a la represión política y a la militancia colectiva). La memoria, en fin, está plagada de ambivalencias: hacia la política, hacia Chile, hacia los países de instalación.
Como los demás adultos exiliados, los padres transmiten a sus hijos, y de manera más o menos consciente, elementos relativos a la cultura chilena, al compromiso político, pero también a la historia familiar y a la manera de inscribirse en ella.

Los padres transmiten elementos relativos a los lazos que los unen a personas y a una tierra de la que son privados, y que, por eso mismo, quieren aún más. Más allá de estas transmisiones, existen verdaderos mandamientos de ser, que yo he llamado mandatos familiares, recibidos por los hijos de su padre y su madre. Estos mandatos se traducen, fundamentalmente, en el mensaje siguiente: “nosotros hemos sido injustamente echados de nuestra tierra, que es un paraíso; un día volveremos, para tirar abajo a Pinochet y reinstaurar el socialismo por el que hemos luchado; tú también eres chileno, tú eres y serás de izquierda, militante, y vivirás en esta tierra que tanto extrañamos”.
Estos mandatos se expresan y/o se reciben de modo tanto más fuerte cuánto más fuerte ha sido la violencia política de la que fueron víctimas los padres; frente a los hijos, los padres aparecen a la vez como víctimas que hay que proteger y como íconos heroicos que no hay que
decepcionar y ante quienes no se puede desmerecer. Por otro lado, la memoria familiar está contaminada por los efectos mortíferos que la violencia extrema dejó sobre muchos cuerpos y
almas. La violencia está como enquistada en los hijos, que la heredan por vías clandestinas, casi a espaldas de los protagonistas5
. Podemos hablar de transmisión intrapsíquica
intergeneracional. Es así como se desdibujan las posiciones de los distintos miembros de la familia, y que se enmarañan los procesos de construcción del sí mismo en los hijos. Este desdibujarse de las fronteras entre hijos y padres altera el lugar de los primeros, tanto en la familia como en la historia contemporánea chilena. Volveré sobre este punto hacia el final de la ponencia.

La dimensión traumática de la memoria forma la base superpuesta de esta memoria del exilio que articula sentimientos de pertenencia nacional, política y territorial.
Sobre-determinados por la memoria del exilio, los hijos de refugiados, cuando regresan a Chile, viven una reconfiguración de la memoria que modifica sus identificaciones.
Los retornados, estigmatizados en la sociedad chilena
Las vueltas a Chile se producen a lo largo de una secuencia temporal extendida: escasas en los años 70, aumentaron y se realizaron de modo continuo en los ‘80, masificándose en los años 90 al terminar la dictadura. Ciertos retornos se hacen aun hoy, aunque se tata a menudo de
migraciones circulares, también llamadas alternadas. Se estima que un tercio de los refugiados habría regresado a Chile.
Lo que quisiera subrayar en este punto, es la mala acogida recibida por las familias retornadas. Este hecho ha sido muy mal vivido, especialmente por los jóvenes retornados, en particular porque no esperaban encontrarse con hostilidad e indiferencia después de su
experiencia del exilio. Al contrario, para la mayoría de estos jóvenes la experiencia del exilio constituía una suerte de capital positivo que prosperaría en un país imaginado (puesto que
descrito) como maravilloso, cuyo pueblo es solidario… en un país que había que levantar de sus cenizas. Ahora bien, este capital positivo se transforma en los hechos en un capital más bien negativo, en todo caso en el plano de lo relacional.
Tratemos de comprender la mecánica de esta indiferencia y hostilidad hacia el conjunto de los retornados.
Si éstos intentan no llamar la atención en los años 70 y durante parte de los ‘80, al principio de los años 90 benefician de ayudas y de reconocimiento oficiales. El dispositivo de la ONR (Oficina Nacional de Retorno), creada en 1990, se integra en un proceso más amplio de “verdad y reconciliación” (informe Rettig) y a la puesta en marcha de una legislación de
“reparación” hacia una parte de las víctimas de la dictadura militar. El programa funciona hasta 1994, es financiado esencialmente por fondos extranjeros y reposa sobre acciones de
asociaciones y ONGs que, desde los años 80, se ocupan de asistencia social, salud mental, ayuda para el empleo, asistencia jurídica y escolar
.
Las acciones de la ONR, destinadas únicamente a los retornados, atizan controversias públicas y celos, por ejemplo, respecto de la franquicia aduanera que les permite repatriar a bajo costo los bienes adquiridos en el exilio. La revaluación de las cotizaciones previsionales
(jubilación) de los “exonerados políticos”10, categoría a la que pertenece gran parte de los retornados, recibe también sus críticas. Que la oposición conservadora, enemiga tradicional
de los que ésta percibe como los “rojos”, acogiera de mala manera a los retornados era algo más que imaginable. Pero el oprobio que estos dispositivos de ayuda generan en la opinión
pública, y hasta en las filas de la izquierda, es vivido dolorosamente.

Ley 19.123; ampliada en 2004 por la ley 19.980.
8 homologación de diplomas extranjeros, préstamos bancarios y microcréditos, esencialmente.
9 becas, homologación de escolaridad.
10 la ley 19.234 del 12 de agosto de 1993 prevé reevaluar las cotizaciones de los retornados al sistema jubilatorio
(sabiendo que la dictadura reformó el sistema previsional, pasando a la capitalización individual). La ley,
considerada costosa, es además controvertida puesto que se destina a todos aquellos que perdieron su empleo por
razones políticas, los “exonerados políticos”. La ley propone también convenciones bilaterales con países
receptores de exiliados, para adquirir sus cotizaciones o para que sean adquiridas les cotizaciones chilenas.
11 La ley 19.128 del 7 de febrero de 1992 establece una franquicia aduanera. 5.000 $ (US) son acordados para los
bienes domésticos, 10.000 $ para las herramientas de trabajo y la misma suma para un vehículo (el doble, en
ambos casos, si los dos miembros de la pareja trabajan). Pero la ley no autoriza la importación de vehículos
utilitarios ni de transporte colectivo. La ley es aplicada hasta el de 20 agosto de 1994 con un efecto retroactivo
(hasta el 26 de diciembre de 1982), para que los retornados de los años ‘80 puedan beneficiarse.
De hecho, les retornados suscitan más bien la antipatía entre los chilenos que se han quedado en el país: la dictadura militar ha elaborado una figura del exilio dorado, figura que echó raíces en una población víctima de la represión y de brutales reformas ultraliberales que la
han empobrecido masivamente. Se habla también de los “becarios de Pinochet”, es decir que los refugiados habrían beneficiado del exilio en Europa para deleitarse con las ventajas del primer mundo: estudios superiores, ascensión socio profesional, Estado de Bienestar, etc.
Además, para una parte de los militantes de izquierda, los exiliados son “traidores” o, en el mejor de los casos, “cobardes” que se protegieron mientras que ellos combatían contra el régimen militar.

Las elites políticas retornadas, que se convirtieron al social-liberalismo y que
ocuparon posiciones de poder en los gobiernos de la Concertación que se han sucedido hasta el 2009, promueven este sentimiento de hostilidad. Una parte del pueblo de izquierda contesta diferentes medidas tomadas por estos gobiernos, en particular en los planos económico y
social, gobiernos que no han roto (muy por el contrario) con el ultraliberalismo instalado bajo Pinochet. Los sectores hostiles a los retornados desconfían también de la mecánica de una sociedad considerablemente estratificada en la que el capital social juega un rol
preponderante: la estigmatización de las elites retornadas visibles, que vuelven a ocupar posiciones de poder en el Chile post-Pinochet, se extiende al conjunto de los retornados, sea cual fuere la posición que ocupan objetivamente en el espacio social.
Refugiados políticos y retornados, los grandes ausentes de la historia chilena
In fine, se niega el carácter coercitivo del exilio, así como el sufrimiento de la expulsión, de la distancia y del desarraigo. Esto no nos debe sorprender: generalmente el migrante, sean cuales fueren las razones por las que se ha ido, al volver a su país se ve confrontado a una situación
de indiferencia y de sospecha análoga; es como si la historia de una Nación se interesara únicamente a aquello que sucede dentro de sus fronteras, haciendo abstracción de lo que les sucede a los miembros de la Nación que se ha ido, aunque fuera por un tiempo
Por otro lado, las familias retornadas, a través de su misma presencia (así como sucede con la presencia de los familiares de Desaparecidos), recuerdan a la población chilena un pasado
conflictual, doloroso, a propósito del cual se promueve más bien hacer “borrón y cuenta nueva”
. Los informes oficiales que abordan este pasado son marcados esencialmente por la negación y la impunidad. Así, en los manuales escolares (por lo menos hasta principio de los
años 2000), la historia chilena se termina al final de los años 60. La Unidad Popular y la dictadura militar son eclipsadas. Aunque presente, esta historia se manifiesta de un modo que neutraliza las relaciones de fuerza: desideologizada y parcelaria, la historiografía que se
enseña en la primaria y la secundaria recuerda la «teoría de los dos demonios» argentina, según la cual tanto los militantes y simpatizantes (que «desestabilizaban el país») como los militares, fueron colectivamente responsables de acontecimientos que resultaron en muertes y
actos lamentables (la desaparición) y condenables (por la Iglesia, en particular). En la historiografía oficial no hay lugar para elaborar colectivamente las posiciones de los diferentes actores, pese a que sus existencias han sido convulsionadas por esta historia.
En fin, estas familias, especialmente los hijos, encarnan la alteridad cultural: los jóvenes retornados, con sus acentos o su español extravagante, sus maneras de ser, de hacer, de vestirse, de pensar, forjadas en parte en otras sociedades nacionales, representan lo extranjero.
Estigmatizados, son a menudo insultados, rechazados o maltratados. Asimilados políticamente a sus padres, considerados como “falsos chilenos”, mientras que sus experiencias en el extranjero son negadas o usadas hostilmente, los hijos de los retornados ocupan un lugar de
minorías en la sociedad chilena, en los grupos sociales que cotejan, a veces dentro sus propias familias.
En este punto debo agregar que exilio y retorno parecen fenómenos ilegítimos en Chile.
. Existen sólo algunas investigaciones al respecto, por fuera del libro de la historiadora Loreto Rebolledo14 y de algunos trabajos relativos a la salud mental y a la intervención social. Se
trata de trabajos reflexivos, fundados en material empírico recogido en consultas realizadas
13 sobre este tema existe una importante literatura, en Chile y en Europa. Ver por ejemplo: Antonia García Castro
(2002) La mort lente des disparus au Chili sous la négociation civils-militaires (1973-2002), Paris, Maisonneuve
et Larose; Pedro Guell, Norbert Lechner (1999) « Pinochet : un passé qui ne passe pas. A propos de la
construction de la mémoire au Chili », in Esprit « Quand la ville se défait », n° 11, pp. 5-28; Amparo Menéndez Carrión, Alfredo Joignant (coord.) (1999) La caja de Pandora. El retorno de la transición chilena, Santiago de
Chile, Planeta-Ariel; Alfredo Jocelyn-Holt (1998) El Chile perplejo. Del avanzar sin transar al transar sin parar, Santiago de Chile, Planeta-Ariel; Brian Loveman, Elizabeth Lira (2002) El espejismo de la reconciliación
política, Chile 1990-2002, Santiago de Chile, etc.
14 (2005) Memorias del desarraigo. Testimonios de Exilio y Retorno de Hombres y Mujeres de Chile, ed.
Catalonia.
Generalmente, estos trabajos fueron realizados por personas que se han exiliado. También las obras artísticas (literatura, cine, teatro o música) dedicadas al tema son escasas en Chile, lo cual contrasta con la vitalidad de la producción cultural sobre el exilio, en el exilio.
Asimismo, es en el extranjero donde se encuentra la mayor cantidad de reflexiones científicas al respecto19.

En Chile, exiliados y retornados son confinados a una reducida parte del campo psicológico, psicoanalítico y académico, y no llegan a asentar un objeto científico o un sujeto artístico digno de interés.
Este aspecto contrasta con el lugar acordado a la reflexión sobre la reciente historia política chilena. Dicho de otro modo, aunque la producción de obras consagradas a la dictadura militar aumenta desde los años ’90 y sobre todo desde los años 2000, en este paisaje literario
y científico el exilio y el retorno chilenos no figuran más que un poquito. Subrayemos, para terminar, que pocos son los retornados que escriben sobre el tema: han integrado la jerarquía de víctima vigente en la sociedad chilena, como en exilio. En esta representación vertical que
clasifica las víctimas de la represión en función del horror suscitado por el crimen, según el grado de legitimidad para reclamar derechos y reconocimiento específicos, la figura que domina es la figura tutelar del eterno ausente, es decir del detenido-desaparecido. Explicar los
mecanismos de este fenómeno es un tema aparte20, pero aquí me gustaría destacar que los retornados aceptan no constituir una prioridad en la lucha contra el olvido, por la justicia y la verdad.

Conclusión: un lugar ambiguo en la sociedad chilena
Mi investigación mostró que los hijos de exiliados y de retornados se encuentran sobredeterminados en su recorrido por lo que he llamado la memoria del exilio. La sobredeterminación se ejerce también por fuera del círculo familiar y comunitario de la transmisión. Tanto en exilio como en Chile, los hijos de exiliados y retornados son asimilados a sus padres, es decir encasillados sistemáticamente por el mundo social en las categorías«exiliado » y/o «retornado ». Con respecto a las representaciones comunes de identificación nacional y/o étnica, en el caso chileno como en muchos otros, la filiación es determinante, tanto en el país de exilio como en Chile.
Si algunos hijos de retornados se identifican con sus padres, otros rechazan la asignación a una historia que se combina a un estatus, a la que pueden sentirse sometidos, y que hasta pueden ver como no merecida. De hecho, muchos de estos jóvenes han interiorizado la jerarquía de las víctimas y se consideran como “víctimas indirectas” de la represión, en el
mejor de los casos. Pero igual sufren.
Como lo he evocado, la experiencia del retorno constituye para estos jóvenes una migración singular, en un país que no reconocen como el que sus padres describieron y amaron, en el que son estigmatizados y donde viven, a su vez, la experiencia del desarraigo y las
dificultades de la integración. Esta experiencia reconfigura una parte de la memoria del exilio.
Las identificaciones nacionales y políticas, así como las elecciones territoriales, se desligan progresivamente del mensaje original de la memoria del exilio, y se diversifican, conllevando diferentes grados de dificultades y sufrimiento. La fidelidad hacia los padres y la adhesión a
su relato, magnifico y trágico – indiscutible, de algún modo – explican en parte dichas dificultades. En última instancia, las amistades, las experiencias profesionales, conyugales y políticas son las que reconfiguran las identificaciones iniciales, permitiéndoles posicionarse y
definir de modo más autónomo, es decir tomando distancia de la historia familiar compartida y de la relación fuerte con los padres.

Aunque los hijos de retornados lo deseen, deshacerse
del pasado resulta muy complejo, en particular porque la sociedad chilena en la que viven tiene una relación con el pasado estructurada por la negación y la estigmatización. Por consiguiente, tiene también una relación rígidamente estructurada con los jóvenes retornados.
Para muchos “hijos” se plantea la cuestión del lugar ocupado en los espacios familiares, políticos y nacionales, y por ende la cuestión del reconocimiento de la singularidad de sus recorridos y sufrimientos. Los hijos se sienten a menudo “prisioneros involuntarios” de una
historia a la vez vivida y heredada, sin haber gozado la alegría de la experiencia exaltante de la Unidad Popular ni la responsabilidad de la militancia elegida.
Algunos hijos de retornados reivindican un derecho al reconocimiento como víctimas de pleno derecho de la dictadura. Sin embargo, esta reivindicación es poco frecuente y se formula de modo individual o dentro de colectivos restringidos. Pensemos en los grupos que militaron, entre 1998 y 2003, contra la impunidad de Pinochet o en el movimiento de la
FUNA. Esta exigencia traduce probablemente la importancia que toma de la figura de « víctima » al comenzar el siglo 21, tal como lo analiza Enzo Traverso23. Pero muestra también el gran sufrimiento que perdura en estos jóvenes. Si la memoria del exilio sigue siendo influyente, es debido a su ausencia de la historia oficial chilena.
21 Alex Honneth (trad 1997, 1ra ed. 1992) La lucha por el reconocimiento: por una gramática moral de los
conflictos sociales, Editorial Crítica, Barcelona.
22 movimiento inspirado del escrache argentino (creado por la agrupación H.I.J.O.S.) contra la impunidad.
Acción que consiste en manifestar delante del domicilio o del lugar de trabajo de un responsable de crímenes
cometidos impunes: torturas, secuestros, apropiaciones de niños, etc. « Si no hay justicia, hay escrache/funa ».
Ver: http://comisionfuna.blogspot.fr/
23 Enzo Traverso (2011) L’Histoire comme champ de bataille, Ed. La découverte.


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