El continente entero
se retuerce, se tambalea
se desplaza, dando tumbos
moribundo y sin entender.
A África le palpitan las Sabanas,
le arden los desiertos,
rompen las olas de la costa
contra la costa misma,
y lanzan cuerpos desbocados
abocados a un sufrido devenir.
El lugar primero del hombre
ahora es el último
hacia el que mira la humanidad,
pero el único en tener el valor
de encontrar
lo humano en lo inhumano.
Occidente, que no quiere ser refugio
erige su falsa grandeza
sobre el tamaño de sus muros,
separando la tierra
– que es tierra y está unida –
de los que son sus hermanos
por derecho propio,
por pasado ancestral, inalienable.
Hay papeles inventados
que valen más que la vida,
y deciden quién puede,
o no, vivir,
y dónde.
Y así la propia vida
se difumina del papel
sin dejar rastro en los registros,
sin haber sido vida
sin haberse vivido
sin haber
vivido
siquiera.
Las blancas conciencias
son pequeñas, diminutas,
ilusorias,
tanto como altas y largas
las vallas que las rodean,
infranqueables.
Y van dejando que el mar,
más que mar, sea fosa común,
y más que común, sea de un solo lado,
donde también se hunde
nuestra vergüenza,
que sustenta y perpetúa
diferencias infundadas
entre los hijos benditos
de la religión
y los hijos malditos
de la historia.
Y entonces a mí,
como a tantos otros,
desmembrados con su tierra
desmembrada con mi tierra,
me llora el alma
y de la sal.. me salen branquias.
Sandra Zamora