«El señor Broderick no lo entiende.
No ve lo que yo veo
¿Cómo voy a seguir dibujando si todo lo dibujaba para él?»
Reseña escrita por Maudy Ventosa.
Fíona Scarlett, con su ópera prima, “LOS HOMBRES NO LLORAN”, publicado por Letras de Plata, nos ha llegado al corazón con una historia desgarradora de superación y amor dentro de una familia desestructurada en un barrio marginal de Dublín.
La autora conoce bien a los jóvenes –es profesora de primaria–, por lo que sabe utilizar perfectamente el lenguaje que estos emplean y ahondar en sus sentimientos más profundos. Su novela la conforman capítulos cortos, narrados en primera persona por Joe y Finn, los dos protagonistas, que van contando sus vivencias, alterando el orden cronológico de la historia, para confluir en un final doloroso en el que la pérdida no puede ir ligada a la esperanza porque ya nunca encontrarás eso que se malogró a pesar de que el tiempo te enseñe a vivir con ello. Ese enorme vacío nunca se llenará, ni sanará esa tristeza, pero cuando el dolor llama a tu pueta, puedes decidir cómo responder.
En todas las ciudades, grandes o pequeñas, existen barrios marginales de cemento, cristales rotos, acero y destrucción, con el suelo poblado de cajetillas de tabaco y jeringuillas, con mugre seca adherida a las paredes y un tufo que apesta.
Bojaxhiu, “el Jax”, lo forman cuatro edificios en el que se hacinan los desheredados de la tierra, aquellos para los que la “ascensión social” es una pura quimera a pesar del esfuerzo titánico que realizan madres con las manos agrietadas de fregaren casas ajenas o trabajar en un bar, que se desloman aceptando lo que sale, casi a destajo, para que sus hijos puedan ir al colegio y vislumbrar un futuro mejor; padres que el día que se cobran los subsidios del gobierno, los jueves, se van al bar a despilfarrar el dinero, invitando a los demás a rondas y corriéndose una buena juerga; jóvenes que ven en el trapicheo la única vía posible para ser alguien respetado y temido bajo el cobijo de traficantes sin escrúpulos que los utilizan con amenazas hasta que caen en unas redes de las que no pueden salir. Es ahí donde vive la familia O´Reilly.
Frank O´Reilly, el padre, lleva tatuado en el brazo el nombre de su mujer: Annie, para que todo el mundo sepa que le pertenece; es un recordatorio para ella, sobre todo, que tenía un futuro y una familia normal, hasta que se topó con él; ahora está en la cárcel; los abandona en el peor momento porque tendrán que pasar el episodio más doloroso de su vida solos. Ojalá pudiera quedarme aquí sentado y beberme una pinta tras otra hasta dejar atrás todo lo que atormenta. Igual que hace mamá. Quiero perder el conocimiento y nadar en una inconsciencia libre de recuerdos. Pero es imposible dejar atrás los recuerdos que atormentan a Joe, el hijo mayor que quiso y cuidó a Finn hasta el final. Le hacía dibujos en las paredes para que él los encontrara y le respondiera, y se partiese de risa.
¿Se puede escapar del estigma que te han adjudicado tus iguales por ser hijo de? ¿Se puede no acabar siendo lo que otros piensan que estas abocado a ser? Joe intenta mantener el equilibrio entre dos universos sociales dispares. Y no se siente parte de ninguno, sino rechazado por ambos. Es un joven brillante que ha ganado una beca por su expediente académico, su forma de ser, su determinación, su valor, su talento y sus habilidades artísticas. Lleva el mismo uniforme que sus compañeros ricos que solo ven en él alguien que les puede proveer de nieve y pastis en sus fiestas glamurosas; sus colegas del barrio se ríen de él porque va a un cole pijo y no estudia FP, aunque están seguros de que, tarde o temprano, acabará como su padre. Despreciado y rechazado; acostumbrado a contener sus emociones hasta el final para que su madre no note que se está desmoronando como ella, dejando de creer en sí mismo, porque se lo han dicho tantas veces que, … soy incapaz de dejar de sentirme sucio o de deshacerme de la profundamente dolorosa idea de saber que todas y cada una de las personas que en algún momento me encasillaron siempre tuvieron razón…
Los hombres no lloran es una novela de enorme belleza por la luz que irradian sus personajes; por los diálogos sencillos que dicen tanto; por la emoción contenida de un niño que se siente querido en una familia herida; por un joven que intenta que no destruyan sus convicciones; por una mujer que lucha por mantener a salvo a sus hijos; por la culpa de un padre que sabe que se ha equivocado sacrificando a su familia; por tantos jóvenes que intentan salir de la enorme faena que los ha hecho la vida naciendo en un barrio equivocado lleno de mugre; porque, como dicen, los niños no mueren de cáncer; por los doctores que miman cuando no pueden hacer otra cosa; por todos los que desprecian a los que no consideran de su nivel… Es un magnífico retrato social de cualquier ciudad, en cualquier país; sólo hay que atreverse a mirar para percibir que esa sociedad es la nuestra. La que ayudamos a mantener día a día. Por no hacer.
Es también un libro que transmite esperanza, porque a veces, llega ayuda que salva, a pesar de que el dolor lo inunde todo. Todavía lo veo en todas partes. Lo veo en los garabatos del hueco de la escalera y en el banco de la parcela; su recuerdo me sigue a todos lados. Está aquí. Lo veo volar colina abajo. Me cubro los ojos con las palmas de las manos y hago presión para intentar deshacerme del calor, del dolor y de la quemazón de la ira que mana por cada poro de mi piel. Joder. Nunca. Deja. De. Manar.
Y los hombres sí lloran, aunque a Finn le dijera su padre que los hombres no lloran. Que nunca deberíamos llorar. Y que así lo hacemos. Nada de lloriqueos. A no ser que estemos solos y nadie nos vea hacerlo.
Les confieso que a mí se me escaparon muchas lágrimas al acabar el libro.
PERSONAJES:
- Joe tiene diecisiete años, mucho talento y valores. Ganó una beca para estudiar en el St. Augustine y, aunque viste americana negra blasonada y corbata a rayas, huele a beca a kilómetros. Vive con sus padres y su hermano en “el Jax”, al que deja mensajes graciosos en los grafitis que decoran las paredes firmando como “Joe y ya”. Quiere mostrarle un mundo distinto al de su barrio marginal. Dicen que es igual que su padre cuando era joven…
- Finney, Finn, tiene doce años y adora a su hermano, que lo lleva a nadar y a montar en bici. Guarda todos sus dibujos y los pone en el techo, para verlos desde su litera. Cuando todo falla, odia ser el causante del dolor de mamá, de Joe y de papá. Juega al futbol con su amiga Jasmine, que tiene una melena pelirroja y es como un dolor de muelas; también con Dunner y Shane.
- Frank O´Reilly, quema con el cigarrillo a mamá en lugares donde nadie puede verlo; ahora está encerrado en Centro Penitenciario Mountjoy. Y se siente culpable.
- Annie, la madre trabaja en el bar, aunque ahora ahoga su dolor en Bacardí y Marlboro. Se le daba muy bien hacer que los demás se sintieran bien, animar a los tristes y acabar con cualquier pelea.
Y Sabine, que fue compañera de cole de Joe y vive en un decimoquinto con su yaya Gertie, que tiene 80 años; y Ned, que es un poco tullido y va en silla de ruedas; recuerda todas las fechas; y Carthy, un escuálido camello lameculos; y El Tejón (DessieMurphy), el famoso cabecilla de la banda de los Townies, que tiene la cabeza cubierta de una mata de pelo negro como el carbón salvo por una franja de cabello blanco; y la señora O´Sullivan que piensa que los cardenales de Finn se deben a las palizas de Frank que nunca ha pegado a sus hijos; y Johnny, el hermano de Naoise, al que creía su amigo… y muchos más.
Lee y disfruta de un fragmento del libro.
El autor:
Fíona Sacarlett nació en Dublín, peo ahora vive en el condado de Kildare con su marido y sus dos hijos. Estudió un máster en la Universidad de Glasgow para especializarse en Escritura Creativa, así como un máster en Educación Infantil. El Ayuntamiento de Kildare le otorgó la beca Denis O´Driscoll para el fomento de la escritura en 2019 y el Ministerio de Cultura de Irlanda le concedió otra beca similar en 2020. Trabaja a jornada completa como profesora de primaria, y Los hombres no lloran es su novela debut.
El libro:
Los hombres no lloran (título original: Boys Don’t Cry, 2021) ha sido publicado por Plata Editores. Traducción de Ankara Cabeza Lázaro. Encuadernado en rústica, tiene 224 páginas.
Como complemento pongo un vídeo titulado Fíona Scarlett reads from ‘Boys Don’t Cry’ en inglés con subtítulos en español.
Para saber más:
https://twitter.com/Scarlett_for_ya