Revista Diario
Hay quien opina que los hombres no están interesados en obtener mejores bajas por paternidad y mayores facilidades para conciliar trabajo y cuidado de los hijos, pero yo creo que la tendencia está cambiando. Son muchos los hombres que se criaron con padres ausentes, no especialmente interesados en la crianza de los hijos, y ahora han descubierto que ellos también pueden disfrutar del cuidado y la educación de sus niños y que esta tarea les reporta muchas satisfacciones... quizá más de las que hubieran podido imaginar.
El problema es que este mundo no está hecho para estas zarandajas. Las mujeres lo tenemos muy complicado pero los hombres que quieren conciliar lo tienen aún peor. Por mi experiencia, los hombres no se atreven a pedir, por ejemplo, una reducción de jornada o una excedencia. No conozco a ninguno que lo haya hecho y mira que he preguntado, pero nada (¡quizá escribiendo esta entrada aparezca alguno!). ¿Significa esto que todos disfrutan con los actuales horarios interminables y el calentamiento de sillón para llegar a casa a la hora del baño de los niños?. No lo creo. Hay hombres (¡y mujeres!) que disfrutan prolongando su jornada laboral hasta el infinito porque lo que les espera en casa les aburre soberanamente, claro que sí, pero muchos estarían encantados de llegar a casa a una hora razonable para tener tiempo suficiente para jugar con sus hijos, acompañarlos al médico, llevarlos al parque, bañarlos, darlos de cenar y todo lo que se tercie.
¿Qué ocurre entonces?. Creo que existen dos problemas, uno de tipo social y otro de tipo económico. Este último es evidente: la situación laboral está peor que mal y nadie quiere jugarse su puesto de trabajo. En muchas casas el salario del hombre es el único que entra, lo que le deja en una situación de total desventaja frente al empresario. El empleador dispone y el hombre acata sin rechistar por miedo a perder el único sustento familiar. En esas circunstacias, no es que uno no se pueda permitir pensar en reducir jornada, es que uno no se puede negar a nada: horas extras gratuitas, acudir obligado a cenas y comidas pagadas del propio bolsillo, desempeño de labores claramente inferiores al puesto... Un largo etcétera.
El problema de tipo social es que, probablemente, no estemos preparados aún (al menos no todos) para un nuevo estilo de paternidad más consciente, más próxima, más sensible. Comentarios como "eso son mariconadas" o "¿pero de eso no se encarga tu mujer?" están a la orden del día en cualquier empresa. El hombre, aún más que la mujer, hoy día está presionado para producir, para tener éxito mediante el rédito económico. Lo demás son tonterías... o ñoñerías.
Así que el panorama para ellos está muy difícil. No les envidio en absoluto. Se habla mucho de la conciliación (de la no conciliación, quiero decir) pero parece que siempre pensamos en las mujeres. Para ellos, hoy por hoy, parece implanteable.