¿Qué hay detrás del deseo que muchas personas sienten para determinar el comportamiento, la actuación o los resultados de las personas que están a su alrededor? David Kipnis identifica tres razones por las que unas personas sienten la necesidad de influir sobre otras tanto si hablamos en el dominio familiar, como los entornos organizacionales o políticos.
La primera motivación se encuentra en el rol que las personas con influencia desempeñan a nivel institucional. El deseo de hacer bien su trabajo les lleva a vigilar a las personas que interfieren en las metas de su grupo, para corregir aquellas desviaciones que detectan y prevenir las que se puedan producir. Esta responsabilidad puede llegar a hacer que, en ocasiones, se vean forzados a tomar medidas que no desean, lo que a veces produce sentimientos de culpa o de vergüenza que afectan a sus relaciones con el grupo.
Otro factor que afecta a las relaciones de influencia es el comportamiento instrumental. Muchas personas encuentran en el comportamiento de los demás una herramienta para conseguir sus propias metas y recompensas. En este sentido, la línea que separa la cooperación de la manipulación puede ser bastante difusa. Aunque en ocasiones estas relaciones de influencia generan ganancias comunes, también es posible encontrar escenarios en los que las personas influyen sobre los demás para que realicen acciones que les acercan a los intereses de los primeros pero que les alejan de sus propios intereses personales.
Mucho más preocupante es la necesidad irracional de poder. En este sentido, algunas personas obtienen satisfacción a partir de la influencia y la manipulación de los demás, convirtiendo esta manipulación no sólo en un medio, sino también en un fín. Kipnis considera que estas personas que obtienen placer desde el mero hecho de influir sobre los demás representan los aspectos más irracionales, neuróticos y perversos de la naturaleza humana. Algunos consiguen con ello evitar sus propios sentimientos de debilidad y de pérdida de control. Otros superan con ello sus sentimientos de inferioridad o su carencia de amor. Incluso hay quien encuentra en el poder una herramienta con la que obtener mera diversión.
Obviamente, el deseo de influir sobre los demás corresponde a la suma de estas tres motivaciones y a como se solapan entre ellas. Pero, una vez que se despierta la necesidad de influir sobre los demás cada persona identificará aquellas estratetegias que mejor le funcionen para hacerlo. Lo puede hacer desde la coerción, el castigo, la recompensa, la amistad o cualquiera de las estrategias que exploramos recientemente.
Conocer estas motivaciones nos ayuda a conocer mejor a las personas. A aquellas que influyen sobre los demás y a aquellas que son influidas por otras. Desde estas motivaciones puede comprender mucho mejor lo que sucede en su familia, o en su organización, o en su sociedad. Interesante.
NOTAS
Las tres motivaciones que generan la necesidad de influir sobre los demás están recogidas por David Kipnis en su obra The Powerholders. Está publicada por The University of Chicago Press.