Revista Salud y Bienestar
Los centros de salud tratan de cambiar sus servicios y entorno para mejorar el estado de ánimo de los pacientes, especialmente si estos son niños. Ilustrando, una imagen de la unidad pediátrica Kidsville, del Pakview Hospital (Colorado, Estados Unidos), que lleva la firma de Icky Pic y tiene algunos derechos reservados.
Aprovechando el reciente trending topic de Twitter, #yoconfieso que, a menudo, los hospitales me ponen nervioso. Es entrar en uno y mi pulso se acelera, empiezo a tragar saliva, mis sentidos se ponen alerta… Es algo bastante irracional, lo sé, fruto quizás del desconocimiento del entorno, de asociarlo a momentos pasados no demasiado felices… ¡qué sé yo! Lo cierto es que con solo oler esa asepsia (tan necesaria como fría) me cambia el humor. Supongo que no soy el único, estoy convencido de que no. Muchos hospitales han adoptado, o están en el proceso de adoptar, nuevas medidas que tienen en cuenta a sus usuarios.
En primer lugar, cuidando el entorno y confiando en el efecto terapéutico del diseño para generar emociones positivas. Desde implementar una señalética más amigable hasta construir edificios a escala humana, que se integran mejor en su entorno y que aprovechan con atino la luz (natural a poder ser), el color, los espacios, los materiales… En este sentido, es interesante destacar la iniciativa de los Vista Awards, unos premios impulsados por la American Society for Healthcare Engineering (ASHE) que desde hace más de una década reconocen anualmente la calidad arquitectónica, de diseño y de infraestructuras de los centros sanitarios estadounidenses. Y aunque es de recibo tener en cuenta que las circunstancias de allí y de aquí no son las mismas (el factor diseño puede entenderse como valor publicitario –y monetizable– en una sanidad privada donde el paciente es, a la vez, “cliente”) es verdad que en nuestro país se tienen cada vez más en cuenta estos aspectos para facilitar la experiencia en un hospital.
Pero no puede recaer toda la responsabilidad en el edificio. Las personas juegan un papel importantísimo a la hora de hacer más agradable cualquier estancia. Enfermeros amables y médicos atentos pueden hacer mucho para calmar la ansiedad. Y un payaso, ni digamos. Hace poco, me emocionó leer una entrevista en La Contra de La Vanguardia con André Pulié, impulsor de la Fundación Theodora. Organizaciones como la suya o Pallapupas, en el ámbito catalán, proporcionan payasos con formación artística y médica con el objetivo de ayudar a niños ingresados (y sus familiares, por extensión) a calmar la angustia y el sufrimiento causados por experiencias a menudo traumáticas. Un cambio tan brutal en el día a día como es la hospitalización de un niño hace que encontrarse con un espacio para el juego, la magia y la sonrisa proporcione un alivio, una tranquilidad y una ilusión muy difícil de alcanzar por otras vías. Y es que, en el fondo, añadir emoción a cualquier etapa de la relación con el usuario de un hospital (ya sea paciente, visitante o trabajador) es una decisión siempre muy saludable.
**Arnau Peidro en "Publicidad y Salud"
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