Tras apagarse los ecos de la impresionante marcha por la igualdad de la mujer celebrada este viernes en Murcia, las redes sociales son ahora el escenario en el que discernir si los huevos que impactaron esa noche en los cristales de las ventanas en la sede provincial de Vox se lanzaron o no desde la Gran Vía por los manifestantes. Hay quien asegura que todo responde a un montaje victimista, a pesar de que circulen por la red fotografías y vídeos que resaltan lo que, para los presuntos damnificados, es evidente. De hecho, la citada formación política, a la que las encuestas auguran un futuro más que prometedor en las instituciones de esta Región, ha amenazado con querellarse contra aquellos medios de comunicación que han puesto en duda su nula responsabilidad en el incidente, al insinuar incluso que los huevos los hicieron impactar los supuestos agredidos desde dentro del local.
Sea o no cierto que el lanzamiento de los susodichos se produjo desde el exterior, no lo es menos que el hecho de que un grupo numeroso de personas se sitúe frente a la sede de un partido político y comiencen a corear gritos contra él no parece que sea lo más razonable, aunque uno se ubique en las antípodas ideológicas de los señores Abascal y Ortega Smith. Y que nadie se cuestione si los primeros huevos impactaron en las hojas de las ventanas que estaban abiertas, estrellándose contra las mismas que, al cerrarlas, dan al interior. Todo es posible, puestos a elucubrar.
Para mí, el error, con independencia del episodio de los huevos, ya fue este de por sí, al propiciar que el éxito de la imponente manifestación del 8M en la principal arteria de Murcia se haya podido ver parcialmente empañado por un lamentable incidente que solo beneficia a quienes todos intuimos y a los que se victimiza. El sentido y el talante democrático también se ha de poner de manifiesto en este tipo de situaciones, en las que casi siempre actuar de esa manera tan pedestre resta razón y credibilidad a cualquier argumentario, por muy poderoso que este resulte.
Que los militantes de Vox se asomaran a los ventanales y grabaran con sus teléfonos al paso de la marea feminista es algo a lo que tenían perfecto derecho, ciertamente, si bien podríamos debatir y cuestionar en torno al grado de provocación que el gesto comporta. Pero lo que sí es indiscutible es que si tú te giras hacia ellos y comienzas a corear consignas contra su partido, estarás dando alas a la provocación e intentando apagar el fuego con gasolina. Aunque asumas que lo haces porque, desde que eras un niño, te contaron cientos de veces lo del pastorcillo y el lobo. O porque, ya de mayor, leyeras en otras tantas ocasiones el poema premonitorio del luterano Niemöller