Hasta el pasado viernes no había escuchado el término Incel en mi vida. Fue mi amigo Antonio quien me descubrió esta verdadera barbaridad. Bueno, pues al parecer los Incel (acrónimo en inglés de célibes involuntarios) son un movimiento o comunidad misógina, machista y racista que pretende que los Estados obliguen a las mujeres a tener sexo con ellos. Eso sí han de ser mujeres blancas y sin discapacidades.
En estos dos días he estado buscando información y, al parecer el despreciable ser que perpetró el atropello de Toronto era uno de ellos gracias a lo cual se está poniendo el foco sobre ellos.
El tema está tomando tal cariz que en el New York Times ya se ha publicado un artículo sobre el tema bajo el título “The Redistribution of Sex“ , escrito por Ross Douthat, donde se dice que hay que entender a esta gente y se propone usar prostitutas o robots sexuales para evitar que este movimiento siga cometiendo atentados.
Y yo me pregunto al leerlo ¿estaremos perdiendo el norte como sociedad?
El deseo sexual, es eso, deseo. Y como deseo puede o no ser cumplido. Pero no es ningún derecho. Y mucho menos cuando se trata de utilizar a las mujeres como herramienta para satisfacerlo. Y si, he dicho herramienta, porque el nivel de cosificación implícito en el discurso misógino de estos “seres” que abogan porque el Estado les garantice el sexo, es de tal magnitud, que es difícilmente soportable.
Es lo mismo que los vientres de alquiler: pretender que los deseos (sexuales, parentales, etc.) pasen a formar parte del ordenamiento jurídico.
Deseos generalmente de hombres sobre los cuerpos y vidas de las mujeres a quienes estos impresentables de los incel, quieren usar a su antojo para desahogar sus instintos. No importa que sean mujeres tratadas y prostituidas como propone el articulista del New York Times cuando propone recurrir a la prostitución para frenarles. Solo le faltó decir aquello de: “Total, solo son putas”.
La mirada y el deseo patriarcal sobre las mujeres sigue siendo sorprendentemente misógino y desconsiderado.
Nada les importan las vidas que puedan destrozar para satisfacer sus deseos. Aquí tenemos a los cafres de “La manada” y tantas otras manadas que, esencialmente buscan lo mismo: satisfacer sus deseos sexuales a cualquier precio, puesto que pueden llegar a considerarlo un derecho.
En el Estado Español se denuncia una violación cada ocho horas. Y el número sigue al alza según datos oficiales.
Los Presupuestos Generales del Estado de 2017 contemplaron tan solo 31,7 millones para prevenir la violencia de género frente a 152 en material de oficina. Y los del 2018, pese al pírrico Pacto de Estado, van en esa misma dirección. Lo que manifiesta una falta de voluntad política total por parte de quienes nos gobiernan para atajar este tipo de violencias específicas contra las mujeres.
Los incel asesinan porque no satisfacen sus deseos sexuales con mujeres blancas y no discapacitadas. O, como dice en su hilo de twitter el periodista Ernesto Filardi, “matan por no follar” . Así de duro. Pero también así de silenciado, como también denuncia este periodista en ese mismo hilo del pasado día tres de mayo. O sea de solo hace unos días.
Al final la mirada patriarcal todo lo escruta y recorre. Al final las mujeres somos las eternamente perjudicadas por esa mirada. El Gran Hermano de Orwell es el patriarcado para las mujeres.
No tengo capacidad para imaginar el odio que se puede albergar para realizar una acción como la de Toronto, el pasado 21 de abril, en donde murieron diez personas y otras quince quedaron heridas. Pero este “ser” lo hizo porque se sintió humillado por no ligar. Inimaginable para mi hace solamente tres días.
Buscar convertir en derechos los deseos masculinos es una constante histórica en donde nunca hemos salido bien paradas las mujeres. Pero también como dice la frase activista feminista “somos las nietas de aquellas que no conseguisteis quemar” y aquí estamos y seguiremos denunciando. Orgullosamente de pie y reivindicando nuestros derechos ante el Estado que no cumple, manadas varias y de distintos tipos, incels, discursos misóginos de los de faldas largas y negras o neomachistas disfrazados de falsos progresistas.
Seguiremos exigiendo a los poderes públicos de todo orden y condición que se garanticen nuestras vidas de mujeres, como ciudadanas con plenitud de derechos que somos. Porque el derecho a una vida digna y sin violencias en un derecho también nuestro, de las humanas.
Porque no somos “cosas” que se usan y se tiran. Somos personas completas y nuestros cuerpos son nuestros y no se tocan sin nuestro consentimiento. Porque somos libres de ligar o no con quien nos dé la gana. Porque no somos productos permanentemente disponibles para satisfacer los deseos masculinos de cualquier índole. Y una larga lista de situaciones que no estamos dispuestas a seguir soportando.
Haber descubierto a esta comunidad me ha hecho saltar muchas alarmas. Y no son buenas. Habrá que estar muy alerta de por donde andan y plantarles cara porque la satisfacción del deseo sexual no es un derecho de ellos ni una obligación para nosotras.
Ben cordialment,
Teresa