El Mediterráneo es pasto de las llamas. En Grecia, los bomberos han logrado contener los incendios forestales que tuvieron lugar en el centro del país y en las islas de Rodas, Corfú y Eubea , y que destruyeron decenas de miles de hectáreas boscosas. En tanto, Sicilia (Italia) registró más de 300 incendios que calcinaron casi un millar de hectáreas . Y otra tragedia debida a las llamas resulta difícil de olvidar en la región de Cabilia (Argelia), donde murieron 34 personas porque el fuego se volvió arduo de apagar.
Teniendo en cuenta las actuales previsiones climáticas, el período de riesgo de incendio será cada vez mayor y los incendios más intensos, afectando a mayor superficie.
Los numerosos fuegos de los últimos años han demostrado, por desgracia, que la crisis climática ha llegado a nuestras puertas. Estos devastadores fenómenos nunca deben aceptarse ni tomarse a la ligera. Los incendios forestales destruyen espacios naturales y perturban el desarrollo natural.
A una y otra orilla del Mediterráneo, el peligro del fuego estival parece extenderse. La frecuencia de los incendios en la región forestal del sur del Mediterráneo, sobre todo en el norte de Marruecos y Argelia, hasta Túnez, está aumentando, con un trágico impacto en vidas humanas.
El 39 por cien del total del área afectada por incendios en la Unión Europea, durante 2022, correspondió a superficie del territorio español. El año pasado fue uno de los más severos en la historia, con la quema de 310.000 hectáreas.
En especial, se destaca el impacto de las llamas en el noroeste peninsular, donde la concentración de grandes incendios forestales ascendió a un 45 por cien en 2022. Esta clase de fuegos se caracterizan por superar las 500 hectáreas quemadas.
El abandono rural, la deforestación y el incremento de las temperaturas componen un cambio global que agrava la problemática de los grandes incendios forestales en la península ibérica.
Megaincendios y los de sexta generación
En este contexto, cada vez más expertos y medios de comunicación optan por hablar de megaincendios. No es un término muy claro, pero se utiliza para referirse a fuegos tan grandes e intensos que, por muchos medios que se pongan a disposición, se encuentran fuera de la capacidad de supresión.
El año pasado en España fue desastroso en cuanto a cantidad de hectáreas arrasadas, pero en general no vemos unas tendencias claras de que el área total quemada esté en aumento. Lo que sí observamos es que hay menos incendios, pero estos son más extensos y peligrosos, con impactos más negativos y costosos.
Otra clasificación que está cobrando presencia son los incendios de sexta generación. Estos fuegos liberan tanta energía a la atmósfera que todo se desestabiliza a su alrededor y generan tormentas eléctricas, lo que provoca más llamas. Es una situación un poco apocalíptica.
Entre las causas de estos incendios, está los efectos del cambio climático en conjunción con las grandes extensiones de vegetación uniforme, donde han mermado los usos diferenciados del suelo, a causa del éxodo rural. Esta combinación hace que los terrenos estén muy disponibles para las llamas, lo cual influye en la inestabilidad atmosférica que, a su vez, permite la proliferación de esta clase de fenómenos.
Los incendios forman parte de nuestro planeta desde hace más de 420 millones de años. Hay muchas plantas y animales que se han adaptado al fuego de una manera tan profunda que incluso lo necesitan.
Como las inundaciones o los terremotos, los incendios son desastres naturales que van a suceder. Necesitamos entender eso y concienciarnos para estar lo más seguros posible: saber qué tenemos que hacer cuando ocurran y contribuir a que nuestros paisajes y sociedades sean lo más resilientes a ellos. Es decir, trabajar para que el fuego tenga un impacto menos negativo.