Revista Libros

"LOS INCOMPRENDIDOS" de Pedro Simón

Publicado el 05 enero 2023 por Marianleemaslibros

"Eso es lo que me gustaría escribir. Escribir que somos una familia normal, como cualquier otra. Una familia con dos sueldos normales. Con una hija aparentemente tan normal (he escrito aparentemente) como las de los demás. Con un día a día donde no hay violencia expresa, ni drogas, ni delincuencia, ni grandes noticias, ni brotes psicóticos, ni insultos, ni platos rotos, ni protagonistas excesivos, acaso silencio. Un silencio que no supimos romper desde el principio, que deberíamos haber quebrado de un hachazo a tiempo, que nos dio miedo aventar después, mientras Inés crecía y crecía feliz y olvidadiza junto a su hermano, y que hoy devora la convivencia muy lentamente. Vistas desde lejos, todas las familias parecemos normales.
Pero cruzas una puerta ajena, o abres un sobre escondido, o tienes la posibilidad de ser invisible y colarte en un salón que no es el tuyo, o bajas a un trastero. Y entonces descubres algo. Descubres que todos tenemos una historia que no queremos contar. Una historia que haría que nos mirasen distinto. Una historia que siempre sucede de puertas adentro, una historia que a veces solo conoce un miembro del clan y que uno trata de mantener en secreto para que la familia siga siendo normal.
Esa historia que hace que mi familia no sea normal he decidido contarla aquí y ahora"


Segunda novela que leo de Pedro Simón, si ya me fascinó “Los ingratos”, os adelanto que esta nueva novela publicada (en 2022), no se ha quedado atrás y ya pasa a formar parte de mi gadget de "Autores favoritos" 
La trama a grandes rasgos sin spoilerEsta es la historia de una familia que parece normal a simple vista, pero que no lo es. Javier, el padre, es un editor que arregla vidas de ficción, de mentira. Su hermano Paco, era esquizofrénico y murió joven de mala manera, de una manera que prefiere no recordar, algo que a él le marcó profundamente. Celia es la madre, una neumóloga que fuma, aunque recomiende lo contrario a sus pacientes del hospital en el que trabaja, un trabajo con el que intenta remediar vidas de verdad, de enfermos que no están sobre el papel. Después de neumóloga, lo que más ansía en el mundo es ser madre, tener hijos. Después está Inés “del alma mía”, como la llama su tía Clara, la hermana de su padre. Inés es la hija adolescente, la hija adoptada cuando tenía 5 años y que sufrió abusos cuando era muy pequeñita, de los que afortunadamente no recuerda nada. Una niña sin recuerdos, que sueña con un imposible, con tener una foto de cuando era bebé en los brazos de su actual padre. Y por último está Roberto, el hijo pequeño, pero que ya no está, porque murió.
Recuerdos de nenita. En pañales. Fotos en un triciclo como el de Rober. Me gustaría tener fotos de más playas bailando con mi hermano. Me gustaría tener mi propia imagen de bebé, boca abajo, en la panza de mi padre. Me gustaría tener un montón de recuerdos que sepultaran esos otros que no puedo olvidar, silenciar la cabeza. La mecha encendida que corre y corre. No haberle oído decir a mi madre aquello que le susurró a mi padre. Eso que le dijo antes de ponerse a llorar después de una bronca conmigo: Javier, a veces me da por pensar que ojalá no la hubiésemos adoptado nunca, nunca, nunca.

La historia de esa familia que parece normal a simple vista pero que no lo es, nos la cuentan Javier e Inés a través de escritos sugeridos por la terapeuta que los trata y dirigidos el uno al otro.
Porque escribir es desnudarse, es ponerse en pelotas delante de la gente y dar que pensar o dejar que te tiren tomates o que lamenten tu desnudez o que se compadezcan de esas llagas que ahora pones a la vista.

En capítulos alternos, nos cuentan y se cuentan a dos voces, sus puntos de vista y como ven cada cual las relaciones familiares entre ellos, y porqué se sienten incomprendidos. Javier nos habla de sus padres, de su infancia y adolescencia, de cómo conoció y se enamoró de Celia, de cómo fue el interminable proceso de la adopción de Inés y el nacimiento de Roberto, un hijo deseado, buscado. Cómo es su matrimonio con Celia, cómo se sienten desde que falta Roberto, la “no relación” que tienen con Inés y sus vanos intentos por comprender la mente adolescente, ese “no estar” en la familia, por conseguir acercarse a su hija. Cada cual nos hace partícipes de como gestionan la culpa, la ausencia, como saben, como pueden.
Los puntos fuertes de la novela
Un comienzo que incita a leer, con el que ya intuyes que no podrás despegarte de sus páginas hasta terminarlo:
Esa niña de la foto me quiere muerto. En el retrato enmarcado que ahora puedo sostener entre las manos sin que me tiemblen, aparece muy contenta jugando en Pirineos. Acaba de cumplir trece años, lleva una trenca verde, levanta los brazos como si quisiera abarcarlo todo y tiene la cara colorada de la emoción y del frío. A sus pies está Roberto, tirado en el suelo posando como una maja desnuda, solo que abrigado hasta arriba con un anorak. Han hecho un muñeco de nieve y luego, entre risas, la mayor le ha arrancado la cabeza.Todavía no están cansados.Todavía todo está intacto.En ese instante, Inés ignora que llegará un día en que me querrá matar.

Con un comienzo así, imposible parar hasta descubrir por qué esa hija querría ver a su padre muerto. La trama te engancha, porque desde el principio sabemos, se nos cuenta, que hubo un viaje de los cuatro a los Pirineos para celebrar las buenas notas de Inés y que Roberto murió en ese viaje. No tardaremos en saber también que tanto Javier, el padre, como Inés, la hija mayor, se sienten culpables de esa muerte. Es imposible no ansiar seguir leyendo para averiguar cuál es el motivo de dicha asfixiante culpa y qué fue lo que pasó realmente. Pero todo eso lo iremos conociendo poco a poco, según avancemos en la lectura.
✔ Los personajes son maravillosos, geniales. Javier, Celia, Inés…, son los principales, pero hay uno que me gustaría destacar, que me ha gustado de forma muy especial, la tía Clara, la hermana de Javier. Porque es divertida, graciosa (aporta un toque humorístico a la novela), adora a su sobrina y su sobrina la adora a ella. Todo lo que no les cuenta a sus padres, Inés se lo cuenta a ella. La relación tía-sobrina “ascolescente”, como ella denomina a los adoelescentes (¡que término más apropiado este acuñado por la tía Clara!, ¿verdad?), me ha fascinado. A mí, que a falta de hijos tengo sobrinas, me encantaría ser como una tía Clara para ellas en el momento presente y el día de mañana. 
El tema base de la historia es la adolescencia, esa difícil edad que sufren tanto los padres como los hijos. Es fascinante como el autor sabe bucear en el conflicto, desmenuzar las emociones de las dos partes, el sentimiento por parte de los padres de absoluta impotencia, y por parte de la hija de absoluta incomprensión. Unos padres que intentan entenderla, conversar y pasar tiempo con Inés, pero Inés calla, se encierra en su habitación durante horas y horas, ignora a sus padres e incluso a veces los desprecia. Cosas de "ascolescentes". . .
La adolescencia siempre será una edad de doloroso alumbramiento, una edad de abrir puertas que chirrían, de cerrarlas, de llamar con los nudillos y que no te abra nadie, de tirarlas abajo a patadas. Porque vas a tener que ser tú el que lo haga. Abrir, empujar, salir. Igual que un parto. Solo que en esa edad tú eres el que pares y también eres el parido. No hay otra: tienes que darte a luz a ti mismo.

Pero también hay otros temas interesantes, como la adopción y la sensación del adoptado de no saber de dónde viene ni hacia donde va, los silencios entre los padres e hijos que pesan como losas (padres que callan para no hacer daño a los hijos e hijos que callan, porque están convencidos de que no tienen nada que decirles a sus padres), porque lo que no se dice y se calla, puede terminar ahogando el alma. También la destructiva culpa, las mentiras que se dicen por proteger a otros pero que a la larga socavan las relaciones, el duelo y como cada uno lo vive a su manera porque es necesario que pase ese tiempo que todo lo cura  y cierra las heridas.
El tiempo, ese controlador aéreo que ordena el tráfico y evita que nos estrellemos. Algo que no te crees cuando te faltan años, pero que sí sabes cuándo vas acumulándolos: volverás a sonreír, aunque se te haya muerto un hijo y te sientas culpable al hacerlo; volverás a querer a alguien, aunque lo que más quieras te deje de querer; encajarás tus piezas, aunque a los dieciséis no le veas solución al jeroglífico. El tiempo, digo, ese señor de gris con trastorno obsesivo compulsivo que todo lo pone en su sitio.

Y el miedo, el miedo de los padres a no ser buenos padres, a distanciarse demasiado de sus hijos y el miedo de los hijos a no cumplir las expectativas que los padres han puesto en ellos. Miedos distintos, pero miedos que duelen al fin y al cabo.
La prosa de Pedro Simón es fantástica, envolvente, bonita. De las dos novelas del autor que he leído hasta ahora, me gusta todo, lo que cuenta, pero sobre todo como lo cuenta. Creo que sabe cómo nadie perfilar personajes y me parece un verdadero artista de los sentimientos. Mirad este párrafo que son palabras de Javier referidas a la idea de tener un superpoder, el de poder leer la mente de los demás:
Saber lo que piensan los demás. Y me imagino caminando por la vida sin dudas, sin inseguridades, sabiendo lo que quiero saber y nada más. Entendiendo que los silencios de los que te quieren no pretenden hacer daño, sino proteger. Que los días malos se traducen en gestos y en palabras que hieren, pero que no se sienten. Que a veces el amor es algo tan grande que no es fácil de explicar. Que todos tenemos pesadillas, años del desastre, que lo que pasa en una familia no se asimila igual si eres el padre, la madre, la hija. Todos huérfanos en el fondo e igual de perdidos, instalados en el silencio como si eso fuera a recomponer algo de lo que se ha roto. No podemos leer la mente de los demás pero podemos acercarnos a sus desvelos. Tener paciencia. Aprender a amar. Para que todo vuelva a girar con mucho ruido.

Ese título te lleva a preguntarte a qué se referirá, quienes serán los incomprendidos y al final comprendes. Comprendes que “Los incomprendidos” no son solo los hijos, son también y si me apuras con mayor razón, todos esos padres con hijos adolescentes y todos esos amigos con hijos adolescentes con los que se comparten las incomprensiones. Padres que no comprenden a sus hijos, hijos que no comprenden a sus padres, en realidad todos son los incomprendidos. La novela cala hondo, te golpea por su abrumadora realidad, por su acertado acercamiento a la mente adolescente, a la mente de esos padres de adolescentes y el logro final es conseguir que los comprendas a ambos, que empatices con ambos bandos si es que realmente hay dos bandos.
A veces, cuando voy por la calle y veo a un adolescente hacerle un gesto airado a su madre, o cuando observo en el autobús cómo un padre trata de conversar con su hija y esa hija calla, me pregunto quiénes son en realidad los incomprendidos.

Resumiendo: Los incomprendidos es una novela intimista, interesante y muy bien escrita que nos cuenta sin pelos en la lengua, una historia incómoda, a ratos desgarradora y dura, centrada sobre todo en la frecuente falta de comunicación entre padres y adolescentes. Una historia que es bastante real, porque es la vida misma, porque siempre habrán adolescentes y la adolescencia nunca dejará de ser una etapa difícil en la vida de todos los que la sufren, tanto los padres como los hijos. 
El día en que dejemos de mirar a los adolescentes como un todo uniforme y entendamos que cada uno es distinto, alguien va a encontrar el sentido del mundo.

Romperse de vez en cuando es la mejor manera de volverse a reconstruir.
¿Os recomiendo leer esta novela? por supuesto, porque la historia me ha llegado al corazón, porque el final me ha parecido redondo y el mensaje que nos deja es absolutamente optimista y esperanzador. He leído por ahí, concretamente aquí, que “Los incomprendidos” es la segunda entrega de una trilogía pactada y planificada entre la editorial y este escritor madrileño, trilogía que por otra parte no comparte personajes, ni tramas, ni ambientación (¡qué alivio!!).Y no puedo evitar preguntarme y hacer conjeturas sobre cuál podría ser su próximo título: ¿Los inseguros? ¿Los indeseables? ¿Los invisibles? ¿Los incautos? ¿Los imperfectos? ¿Los indestructibles? Pero francamente a mí me da igual, porque tengo la certeza de que lo leeré, lo devoraré y lo disfrutaré se titule como se titule.
 
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: 


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