Los influencers, ¿buenos o malos?
Desde el punto de vista de empresa y de intentar colocar un producto ante una audiencia determinada, la respuesta es normalmente si en casi en noventa por ciento de las situaciones. Mi reflexión viene más para los que somos influídos, ¿realmente son buenos o malos para nosotros?
Es obvio que en somos animales sociales y solemos buscar consejo en nuestras amistades: que libro me puedo leer, que disco, que te parece esto u lo otro. Es lo lógico y lo que casi todas las personas del mundo hacen, apoyarse en terceros de confianza para encontrar una respuesta que les sea útil. Lo importante de este proceso es que lo más habitual es que este consejo lo busquemos entre nuestra red de pares, personas que pueden caer en alguna de la siguientes categorías: saludados, conocidos y amigos. Cuando mayor sea la confianza mayor será el valor que otorguemos a su punto de vista, por la sencilla razón que lo conocemos, conocemos su historia, sus puntos fuertes, sus puntos débiles, sus filias y sus fobias y somos capaces de filtrarlas para obtener una respuestas lo más cercano a lo neutro e imparcial.
¿Que ocurre cuando un influencer no encaja en ninguna de las categorías anteriores?, ¿Que ocurre que no tenemos ningún dato contratado por nosotros mismos para evaluar los posibles sesgos e influencias que puede tener?, ¿Que ocurre cuando la persona que nos intenta convencer de un producto no lo hace tanto por convicción sino por interés económico?
Y precisamente esto es lo que está ocurriendo cada vez más en nuestro día a día, personas de las que no tenemos referentes reales se convierten en embajadores de marca. Te encuentras con personas que defiende con uñas y dientes una empresa y luego la ponen a caer de un burro, para volver a defenderlas como si fuera su hijo. Otros que insisten que no hay nada peor hasta que descubren que estaban equivocados. Tantos cambios de criterio y de opinión que realmente uno no sabe que les puede pasar a estas personas por el cerebro.
Ya no entramos en los que se posicionan como influencers y expertos en áreas que no es que no tenga ni idea, sino es que no deberían de estar ni por casualidad. Modelos que anuncian productos para adelgazar -seamos serios, si hubieran sido gordas nunca habrían sido modelos- o los casos divertidos de futbolistas que intentan fomentar la lectura -reconozco que no se si esto es una fina ironía que no acabo de captar-
En el fondo, no te puedes fiar de estas personas porque no las conoces, no puedes explicar sus cambios de criterio, no peudes preguntarles el porque este cambio, y si lo haces te van a ignorar de mala manera. Con lo que como usuario final, como influenciado, mis dudas sobre la utilidad de estas personas es realmente muy grande. También es cierto que cuando desenchufo la parte crítica y ontológica de mi cerebro y miro los datos, es de cajón que funciona. A la gente le da igual la consistencia ética y moral de las personas, es famosa y lo que dicen va a misa. Si la famosa de turno usa un iPhone yo necesito uno, y si unta la tripa con No more michelines, es que ha triunfado gracias a eso.
Seamos serios, podemos tener cierta carencia por algunas personas, pero en cuanto extremos su conocimiento de su propia área de actuación y lo implantamos en una zona que no tiene ningún tipo de relación, deberíamos recelar. A mi me encanta Eric Clapton y si me recomienda una Fender me lo puedo creer, es un guitarrista y algo sabrá de esto, pero si le da por insistir en que lo mejor para la caspa es el champu Bubbles in heaven hay que tener cierto cuidado porque que yo sepa, de higiene personal no es que sea un experto -sobretodo si repasamos su época de los setenta que estaba un poco desastrado el hombre.
Película: Othello
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