De hecho, cuando somos demasiado racionales podemos caer en el sacrificio o la tozudez , y ni lo uno ni lo otro son lo mismo que tener fuerza de voluntad.
De la misma manera, tampoco existe voluntad cuando lo hacemos simplemente movidos por un deseo o una pasión (instinto) por muy tenaces que seamos.
Podremos entender mejor cuáles son los ingredientes de la fuerza de voluntad, exponiendo algunos ejemplos:
¿cuándo demostramos tener poca fuerza de voluntad?Cuando racionalizamos nuestros deseos.
Es decir, cuando constantemente buscamos una justificación para hacer cosas y decidimos movidos por el sentido del deber. Por ejemplo, cuando no te atreves a dejar un trabajo que odias porque tus responsabilidades familiares te lo impiden; seguramente estarás haciendo lo correcto, pero no estás siendo libre.Cuando conseguir las metas que nos hemos propuesto nos exige demasiado esfuerzo.
Por ejemplo, si te empeñas en sacar la carrera de derecho porque has nacido en una familia de abogados, sin darte cuenta de que, por tus propias habilidades, te habría ido mucho mejor estudiando otra cosa. En ese caso, el enorme esfuerzo que te exige estudiar algo para lo que no estás verdaderamente capacitado, es un indicio de que quizás no hayas elegido libremente.Cuando nos ciegan los deseos o los impulsos.
Cuando nos excusamos diciendo: “no lo puedo evitar”, “es superior a mí”, aún a sabiendas de que lo que hacemos nos perjudica. Buscamos obtener placer de forma inmediata, en lugar de entrenarnos en la paciencia y asumir que, al igual que el buen perfume viene en frasco pequeño, los grandes placeres casi siempre se demoran en el tiempo.Cuando actuamos movidos por emociones tóxicas como el rencor, el odio, la venganza.
Cuando nuestra falta de autoestima nos convierte en personas ambiciosas, con ansias de poder, buscando siempre el reconocimiento por parte de los otros. A los ojos de los demás seremos unos triunfadores, personas con una gran fuerza de voluntad, cuando en realidad nos mueven nuestros complejos.
Cuando no somos asertivos y nos dejamos llevar por los demás. Cuando no somos capaces de decir “no” por miedo al rechazo o al qué dirán.
Cuando nos paraliza el miedo al fracaso y nos disfrazamos de sensatos y prudentes.
La indiferencia, la falsa rebeldía .
Estar de vuelta de todo, no tener interés por nada, no saber lo que se quiere.
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