Revista Cultura y Ocio
Al saber que su muerte está cerca, Chulkaturin decide iniciar un diario para despedirse del mundo, pero nada más empezar a escribir se da cuenta de que no hay demasiado que contar: una infancia normal, ausencia de grandes logros o amores… Es un hombre irrelevante, prescindible. Inteligente y sensible, pero insignificante. Turguénev, al escribir esta novela, estaba creando un arquetipo de la literatura rusa del XIX y, por extensión, del hombre actual, contemporáneo: el hombre superfluo.
Nórdica nos da otra oportunidad -y las que se avecinan- para gastar dinero, pero a cambio nos ofrece una pequeña obra maestra de la literatura, con una nueva traducción, a cargo de Marta Sánchez-Nieves, y unas prodigiosas ilustraciones del gran Juan Berrio (disfruten aquí de un vídeo de presentación).
A Turguénev hay que tenerle, aunque sea repetido, en varias ediciones y formatos. Siempre a mano, siempre verdadero, siempre conmovedor.