El tobogán político del kirchnerismo no deja afuera a sus propagandistas intelectuales. La décimo tercera carta de Carta Abierta está dedicada a exonerar al gobierno de las denuncias de corrupción. Alude al “avance impiadoso de una narrativa mediática”, que asocia a ‘la derecha y al neoliberalismo’. Puede ser. Pero lo único que hizo esa “narrativa” es servirse del abundante material que le aportaron los negociados de Báez-Kirchner-Boudou. Para que la ‘manipulación mediática’ de Clarín y Lanata tuviera lugar, primero debieron existir las bóvedas y cuentas en Panamá y Suiza, que los denunciantes terminaron mostrando con pelos y señales. Frente a esta realidad, los intelectuales exculpan al gobierno con el argumento de los mafiosos: ‘no existen pruebas’. Pero incluso en este punto, los escribas oficiales llegan tarde, si tenemos en cuenta la reciente imputación penal al ex secretario privado de Kirchner, el rechazo judicial al sobreseimiento de Boudou o la orden de allanamiento a la antigua casa del matrimonio presidencial en Río Gallegos.
A los intelectuales K, que se dicen portadores de “lo justo”, no se les ocurre reclamar al gobierno que informe sobre las cuentas de las concesiones privadas o contratos de la obra pública. Los intelectuales no le piden ninguna explicación a los K: colocan su alambicada redacción política al servicio del encubrimiento.
Para ningunear las denuncias, Carta Abierta se pone maximalista: “la corrupción más importante -dicen- es la que ocurre en las grandes transacciones capitalistas e instancias implícitas de gerenciamiento de dineros privados”. Como la mierda es generalizada, todos son impunes. ¿Pero quién hizo posible esa “corrupción más importante” sino el kirchnerismo? En estos diez años, rescató a los dos pilares del menemismo, los acreedores de la deuda pública y los privatizadores -aunque, en este último caso, para transferir en forma parcial la propiedad del capital extranjero a la ‘burguesía nacional’. La ‘reconstrucción de la burguesía nacional’ ha significado una gigantesca transferencia de riqueza social. El saqueo de Roggio y Cirigliano de los ferrocarriles y el de Lázaro Báez de la obra pública no son compartimentos estancos. Báez, Boudou y otros no son sólo un eventual asunto penal: retratan una orientación social -algo que también disimulan, del otro lado del mostrador, Carrió y compañía.
Para variar, los de Carta Abierta atribuyen las denuncias a un clima destituyente. Pero no quieren ver que el ‘revoleo’ de carpetas y fotos provienen del riñón de la camarilla kirchnerista, ex secretarias, funcionarios e incluso fiscales o magistrados que habían defendido a funcionarios del gobierno en el pasado, como el juez Lijo. Lanata y los suyos se han limitado a propagar esas filtraciones. Estamos ante una señal incuestionable de disgregación política del kirchnerismo. Carta Abierta llega tarde incluso para denunciar una conspiración, porque los supuestos destituyentes forman parte de la base política y empresarial del gobierno.
Los intelectuales oficialistas parangonan la supuesta escalada golpista contra CFK con la caída de Irigoyen, o de Arbenz en Guatemala. Pero los K no han llegado siquiera a los escarceos de Irigoyen con la Standard Oil, o de Arbenz con la United Fruit. Para enfrentar el vaciamiento petrolero que él mismo promovió, el gobierno de Carta Abierta acaba de pactar con Chevron uno de los acuerdos más leoninos de la historia nacional, luego de haber enriquecido a Repsol con un vaciamiento petrolero enorme. El golpe de derecha es una excusa para escamotear las contradicciones mortales del kirchnerismo y para para disimular sus pactos entreguistas -dolarización parcial, devaluación, reprivatización petrolera. La oposición derechista no es una opción para el capitalismo mientras el gobierno sea el único capaz de frenar las paritarias con porcentajes de aumento inferiores a la inflación; controle al millón de desocupados con los ‘planes’ y rasque la olla de la Anses y el Banco Central para pagar la deuda externa. El FMI ha vuelto a advertir que sería negativo un fallo contrario a Argentina en el litigio con los fondos buitres.
El desbarranque de los intelectuales K adquiere una marca mayor cuando presentan a las cuestiones de la ‘etnia qom’ como una “falencia en el debate público” (sic). En una carta anterior, sin embargo, habían comparado la política de tierras del kirchnerismo con la de Roca en la Guerra del Desierto. Es, precisamente, la política de los acaparadores de tierras la que ha llevado a Gildo Insfrán a instalarse al lado de CFK en la tribuna del 25 de Mayo.
Los Lázaro Báez del intelecto producen, naturalmente, más náuseas que los que giran dinero clandestino al exterior o roban en la obra pública.
Marcelo Ramal