Revista Opinión

Los intocables

Publicado el 20 enero 2013 por Romanas

Éste es el país más inculto del mundo, el más ignorante, el menos inteligente, el más cazurro, no hace ningún caso a nada de lo que se le dice.
El último amo que tuvo se lo dijo bien claro y él no lo entendió: lo he dejado todo atado y bien atado.
¿Cómo se ata de pies y manos a un país?
Antes era mediante la religión y los militares, ahora, con prensa y propaganda y los jueces.
Ya lo apuntábamos el otro día: Aristóteles descubrió, en sus análisis de la Historia, que las formas de gobierno se sucedían unas a otras dentro de un mismo país mediante un mecanismo intrínseco en el que cada una de ellas llevaba en sí misma el germen de la posterior.
Y, luego, otro filósofo genial de la historia nos dio la clave definitiva de dicha evolución: lo llamó materialismo histórico.
En el análisis de la economía se demostró que ésta se produce por ciclos que parecen absolutamente irremediables. Desde el antiguo Egipto, se decía que a 7 años de abundancia seguían otros 7 de escasez porque parece irremediable que la avaricia humana exprima los recursos hasta un límite tal que destruya los cimientos en la que la explotación de los recursos se basa.
Es por eso que el gobierno de las naciones busca afanosamente, cambiando su forma, la solución a un problema que es, por naturaleza, irresoluble. Es por eso que el desarrollo de la economía fundamenta unos cambios políticos que intentan, a veces, desesperadamente, cambiar los ciclos y así a la aristocracia sucede la oligarquía, a ésta la tiranía, a ésta la democracia y a ésta la demagogia que, a su vez es prolongada por la aristocracia, comenzando de nuevo ese eterno retorno del que nos hablara Nietzsche.
Pero este inexorable “ritornare” de Giambatista Vico pretende ser interrumpido por lo que se ha dado en llamar cirujanos de hierro, Hitler, Mussolini, Franco y todos esos militronches sudamericanos que han tratado por todos los medios de forzar la Historia.
El fracaso ha coronado siempre todos estos intentos de forzar los ciclos.
¿O no? ¿Es Franco el único o uno de los pocos que se ha impuesto a este inevitable movimiento circular de la Historia?
Parece que sí y no sólo porque exprimiera con mano de hierro a este desdichado país sino también porque su designio, que antes citamos, se está cumpliendo al pie de la letra.
Me he opuesto siempre a esa leyenda urbana que afirma que Franco era una especie de imbécil que no supo nunca lo que hacía. Indiscutiblemente, Franco era una especie de patán que no había leído un sólo libro en su vida. Pero estaba dotado de una prodigiosa inteligencia natural que le ayudó a ganar la partida a sus formidables enemigos, eso sí, ayudado por una suerte indesmayable.
A su manera, había estudiado a fondo la política de su tiempo y creyó haber hallado su secreto: es la continuidad en la detentación del poder lo que asegura el triunfo sobre el inexorable devenir de la historia, por lo que puso todo su empeño en coadyuvar a que el conservadurismo inherente a la naturaleza humana imperara definitivamente en la Historia.
Y, como hemos dicho, lo hizo sin haber leído un libro en toda su puñetera vida. Se trataba de un pragmático que siempre fue a favor de la corriente: requetés y falangistas, primero, Opus y tecnócratas después y siempre, en el fondo, el más atroz de los conservadurismos basado en un concepto de clase ferozmente mantenido, unos han nacido para dirigir, para gobernar y otros, para obedecer y servir, de manera que hay que mantener por encima de todo los conceptos que coadyuvan al mantenimiento de este estado de cosas de ahí su axiona de que había que atarlo todo de la mejor manera.
¿Cómo? Con el más rígido de los conservadurismos: la clase gobernante debe de ser aquella a la que Dios ha entregado todo su poder y éste se basa no sólo en la detentación de toda la riqueza sino también en la posesión exclusiva de la instrucción, de la formación de las mentes de los súbditos, la famosa formación del espíritu nacional.
De modo que, 1º, había que inculcar en la base de la formación de los cerebros una idea religiosa del mundo profundamente arraigada en la predestinación, son Dios y una providencia minuciosa y determinante los que establecen el destino no sólo del hombre sino también de los países, que él llamaba naciones. Dios, Patria y Rey fue la frase constituyente de su ideología, que se basaba de hacer de España una nación única, grande y libre, entendiendo por libre únicamente la independencia de cualquier otro país. Y lo implantó a sangre y fuego.
Fueron 40 ominosos años de piedra, cuya imagen sintética pretende ser el Valle de los Caídos por Dios y por España y por su revolución nacional sindicalista, pero vertical.
Sólo quedaba establecer el sistema para perpetuar eternamente este sistema inicuo a través de la historia y él mismo programó el sistema.
Se trataba de establecer los mecanismos necesarios para que la riqueza nacional estuviera siempre en la manos más conservadoras.Y para ello no había sino que mantener una estructura rigurosamente jerárquica de la sociedad en la que predominaran siempre las mismas clases sociales, cuyos supremos intereses estarían siempre debidamente consagrados por el ordenamiento jurídico y protegidos ferozmente por el ejército.
El tirano, como no, tenía su albacea testamentario, Fraga, que se encargó directa y personalmente de dirigir la plasmación legal del pacto constitucional que ahora sabemos ya oficialmente que fue vigilada directamente por el Ejército como fidelísmo depositario de las  esencias patrias.
Pero, insistimos, es el control total de todo el andamiaje jurídico por los tribunales lo que hace prácticamente inderogable la estructura del Estado español.
O sea que hay toda una insuperable estructura política que se ocupará in eternum de que todo siga igual al propio tiempo que parece que todo ha cambiado: 1º) un legislativo constituido siempre por los representantes de la misma clase social, los políticos profesionales; 2º) un ejecutivo designado por cooptación entre los anteriores y 3º) un poder judicial cuya misión es impedir en última instancia que se produzca la menor desviación del sistema.
Así las cosas, no puede haber sino lo que hay, la simple apariencia del turno en el poder de una serie de partidos polìticos que, en realidad, no es que se reduzcan a 2 sino que constituyen uno solo; un sistema constitucional tan rígido que ni siquiera admite realmente la más mínima posibilidad de modificación y una organización jurisdiccional creada y mantenida únicamente para que no pueda producirse nunca la menor modificación del sistema.
De modo que, cada día, descubrimos un nuevo aspecto del funcionamiento interno del sistema.
Hoy, por ejemplo, comprobamos que el partido hegemónico gobernante es una organización mafiosa que no sólo se rige por las más rígidas normas de la omertá sino que ha impuesto a toda la sociedad consecuentemente la misma y podrida estructura que lo dirige, siendo los presidentes del mismo los que han ido consolidando el sistema absolutamente podrido y opaco que gobierna íntegramente una sociedad que se configura lógicamente también como esencialmente podrida y mafiosa.
Sólo queda una única pregunta que responder: ¿por qué las estructuras absolutamente cerradas y opacas han permitido que salga a la luz este esscándalo que en cualquier otro país sería decisivo enorden a la subversión definitiva de unas estructuras que ahoraa ya sabe todo el mundo que se hallan definitivamente podridas de maneraa que resulta imposible mantener con un mínimo de decencia?
Y la respuesta es que este afloramiento decisivo de la total e irremediable corrupción del sistema se ha producido como consecuencia de una lucha a muerte entre las distintas corrientes mafiosas/facciosas que no es que haya permitido que salgan a la luz noticias decisivas que demuestran la corrupción del sistema desde los máximos niveles sino que las pruebas de ello han sido facilitadas a los  medios de comunicación directamente por los adversarios de la facción que este momento concreto detenta el poder.


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